Marcelo Gatica

Eric Zandrino, una poética que asume las ausencias bajo el sol

A modo de reseña biográfica decir que el poeta Eric David Zandrino (1974-2016) fue médico psiquiatra, Diplomado en Salud Mental y Cuidados Paliativos. Desarrolló su actividad en diferentes hospitales de la ciudad de Córdoba, Argentina, especialmente, en el Hospital Pasteur de Villa María. También trabajó en México DF. Participaba en una comunidad cristiana evangélica de Córdoba. Nos dejó intempestivamente, el año 2016, a raíz de una enfermedad crónica.

La matriz poética de Zandrino está estrechamente ligado con su biografía, como lo evidencian sus dos libros publicados por Editorial El mensú: Anatomía de una ausencia (2016) y su libro póstumo Gárgola (2017). En esta reseña nos aproximaremos a su primer título. Obra que comenzó a forjarse en el año 2012, a través de un viaje familiar a Europa. Para llegar a cabo esta publicación, participaron la poeta Susana Zazzetti, su madre Nora Baker, quien también cultiva la poesía, su hermana Cecilia Zandrino, y Daniel Falconi, editor de Editorial El mensú.

El libro está dividido en dos partes: “Anatomía de una ausencia”, sección que está inspirada por el cierre del Hospital Psiquiátrico Hospital Pasteur. En esta coordenada, Zandrino recrea con un ojo poético cinematográfico el lugar de su trabajo a través de los cuerpos y los habitantes invisibles, que viven aquella realidad incómoda y alterna de la modernidad. La segunda parte titulada, “Lugar de paso”, abarca un itinerario personal de sus viajes (Teotihuacan, Chubut, Londres, el río Ctalamochita, París etc…). De alguna manera, este apartado funciona como una bitácora existencial, uno de los ejes temáticos de la poesía de Zandrino.

En la división del libro se manifiesta el péndulo binario del tiempo hebreo, graficado poéticamente en el libro del Eclesiastés. Es decir, la poesía no sólo es alabanza y cántico victorioso, sino también es elegía melancólica y reflexiva. Y Zandrino pone en evidencia, aquella parte más incómoda de la existencia. El dolor como parte del viaje de la vida. Lo cual queda retratado en una entrevista cuando le preguntan sobre las columnas de su libro:

“Ambos viajes comparten lo efímero de la experiencia del ser humano. Se pretende que la felicidad o el dolor sean permanentes, pero en realidad son fugaces. El viaje es siempre una metáfora de la vida de cada uno. Por eso en la primera parte del libro, que se llama precisamente “Anatomía de una ausencia”, hay diferentes protagonistas con hondos sufrimientos, donde yo estoy involucrado, pero como médico. La segunda parte se llama “Lugar de paso” y es una suerte de road movie por diferentes ciudades del mundo con mi familia”.

Desde el prólogo-poema (gesto neovanguardista) y una nota que acompaña al título del libro, queda patente el eco de una poesía refrescante que asume la realidad en todas sus dimensiones:

Prólogo

El agua que cae miente,
los árboles dicen la verdad.
Comienza la primavera,
y son ellos quienes
no nos abandonan.

Agua cae sobre mi rostro,
un árbol crece dentro de mí.
Es primavera,
la vida se reinventa,
la muerte también.


Anatomía de una Ausencia

Un cementerio, un hospital, una cárcel, una morgue, una cloaca, una bolsa o una cruz, son intersecciones en donde el eco de los cuerpos mudos y rotos se reflejan en la carne viva de los que quedamos. Anatomía de una ausencia.

Foto de José Amador Martín

La poética de Zandrino es un proyecto valiente. Parafraseando al escritor Roberto Bolaño, estamos frente a “un poeta que abre los ojos en medio de la pesadilla”, pues encarna una doble experiencia con el dolor. En una entrevista realizada por Iván Wielikosielek para el periódico El diario del Centro del país, plantea que muchos de sus escritos fueron inspirados en sus pacientes, pero pasado el tiempo fueron leídos en carne propia:

“Debo decir que antes yo estaba del otro lado del mostrador, escribiendo como una persona sana, mientras que la patología era de los otros -comentó el poeta con honestidad brutal y en evidente alusión a la enfermedad crónica que padece-. Pero desde ese entonces me tocó vivir la vida de ellos. También yo me convertí en un ser doliente y mi libro me enseñó la humildad, la significación de estar en el bando de los que necesitan”.

Pienso en C. S. Lewis cuando en sus conferencias le otorgaba al dolor cierta virtud o método del llamado de Dios, pero cuando murió su esposa en 1960, se produce una tensión en su obra. La tensión entre El problema del dolor (1940) y Una pena observada (1961). Una cuestión es hablar del dolor desde un punto de vista formal, y académico, con toda la buena voluntad del mundo, lo otro es experimentarlo en toda su intensidad. Luego de esta experiencia Lewis llegó expresar la profundidad del dolor al asociarla con el miedo: “Nadie me había dicho nunca que la pena se viviese con miedo. Yo no es que esté asustado, pero la sensación es la misma que cuando lo estoy”.

A diferencia de C. S. Lewis, Zandrino, trabajaba con el dolor desde su vocación de médico. Su campo era el valle de sombras, en donde la muerte entendida como separación de la vida se manifiesta en toda su magnitud como lo puede ser un hospital psiquiátrico. El sermón de la montaña estaba tatuado en la labor vital del poeta. En este eje temático podríamos decir “Felices los que lloran porque ellos tendrán consolación” o “Felices los que trabajan con los que lloran porque ellos tendrán consolación”. Zandrino pone su ojo en los residuos no visibilizados por la modernidad como aquel niño no deseado en su poema titulado “Basura”, o la resurrección de un recién nacido pese a la muerte de su madre junto a unas ratas en “Alcantarilla”. El poeta reclama a una sociedad anestesiada e indolora donde los que sufren parecen anormales. Versos que son puñales y bofetadas del realismo más cruento:


Basura

Lo dejaron en un basural.
Dentro de una bolsa
de plástico negra
junto a desperdicios
y a la inocencia hecha
añicos.

Ella nunca dijo nada.
Nunca mostró nada,
negándose a sí misma
su maternidad.

No hubo amanecer
para él,
sólo oscuridad en la
madrugada.

En el frío estremecedor,
de una noche de verano. L
a muerte.
El vacío.
La nada.

Foto de José Amador Martín


Alcantarilla

Abandonada allí
junto a tu madre
muerta,
en una alcantarilla
y rodeada de ratas.

Sometidas a la maldad,
que agazapada
anida en los huesos
del ser humano.

Sobreviviste 80 horas
al frío,
a la inmundicia,
a la muerte.

Tu vulnerabilidad
resistente
me conmueve.

Aunque muerta
tu mamá parió,
y te dio a luz
de nuevo.


En este universo poético el hospital es un espacio catalizador de los cuerpos desechables de una sociedad ausente. Según el poeta el cambio de hospital en el que trabajaba fue uno de los motores inspiradores del libro: “Es muy difícil pensar en un hospital sin gente. Sobre todo, cuando uno ha trabajado años ahí adentro. Es una sensación muy triste”. Cabe destacar, que el poeta también desarrollaba la veta poética a través de la fotografía, lo cual queda reflejado en la portada del libro. De algún modo, congela el tiempo del olvido, a través de los objetos vitales como lo son un agua mineral, una frazada y la luz posada en la habitación de ese hospital vacío. La incapacidad de los objetos para abarcar el tiempo y la dignidad de la vida quedan retratados como una fotografía en su poema titulado “Óxido”:

Detrás del hospital
está el otro hospital,
el que fue
y ya no será.

La ambulancia que presagiaba
con sus sirenas
la inminente tragedia del otro
ha perdido sus puertas
y también su dignidad.

Las camas oxidadas
apiladas como cadáveres
en un campo de exterminio,
esperan por un destino
que nunca llega.

Hoy en su estatismo,
ese otro hospital
es una metáfora
de lo que somos,
de lo que
seremos.

Foto de José Amador Martín

Ahora bien, en la geografía humana del Hospital Pasteur caben todos los hospitales del mundo, en esos cuerpos olvidados caben todos los nadies del mundo. Asimismo, desde su cosmovisión cristiana emerge una potente veta reflexiva, donde las preguntas, aparentemente, no poseen respuesta. De este modo, la propuesta poética de Zandrino adquiere un sello propio, cargado de una profunda reflexión existencial. En esta coordenada temática el poeta recoge las voces de sus pacientes en un poema-polifónico desgarrador:

¿Qué le pasa a mi hijo?
Con ½ pastilla no me hace nada.
Me quiero morir.
Mi marido toma mucho.
No puedo dormir.
Me dan ganas de matarlo.
Me pega seguido.
¿Cuánto tiempo tengo que tomar la medicación?
Mi mamá se suicidó.
Estoy mucho mejor, muchas gracias.
Se me hizo tarde.
El antidepresivo me cae mal al estómago.
Tengo cáncer.
Soy bipolar.
Ya tomé ese remedio y no me hizo nada.
¿La esquizofrenia se hereda?
Lloro todo el día.
No aguanto más a los chicos
¿Se cura?
Nadie me entiende.
¿El tratamiento es para siempre?
No tengo litio en sangre.
Es un hijo de puta.
Estoy deprimido.
Felices fiestas doctor.
Tengo fobias.
Me siento para la mierda, perdón por el insulto.
Ya vi a otros psiquiatras antes.
Dejé de venir porque me sentía bien.
No tengo trabajo.
Vine yo, porque no pude traer a mi papá.
Dice, que la gente lo persigue.
Estamos separados, pero vivimos juntos.
No se me para doctor.
50 Me quedé sin Alplax.
Se puso violento, tuvimos que llamar a la policía.
No habla desde esta mañana.
Se tomó una caja entera de Rivotril.
Quiero que me internen.
No quiero venir más.
¿Puedo venir la semana que viene?
¿Atiende por Pami?
Tengo pesadillas.
Todo el mundo me mira.
¿Se puede tomar alcohol?
Yo no necesito tratamiento.
La gente lo único que sabe hacer, es enojarse.
Quiero dejar la cocaína.
No veo ningún cambio.
Creo que me persiguen.
Ahora puedo dormir mejor.
Gracias a Dios.
Me escuchaban y no me decían nada.
No tiene más turnos.
Se me fue la angustia.
¿Habló con mi psicóloga?
Le traje el laboratorio que me pidió.
Quedé embarazada, por eso dejé la medicación.
Dejó una nota.
Extraño a mi hijo.
Queremos que cumpla con el tratamiento.
Acá le traje los remedios que no llegó a tomar.
Desearía poder abrazarlo de nuevo.

Avanzando en las capas de la anatomía poética que nos propone Zandrino, emerge un vacío tras las preguntas y afirmaciones de sus pacientes. Una especie de soliloquio de un Job posmoderno, donde la ausencia aparente de Dios se hace patente. En este punto, nos aproximamos a las entrañas del dolor, donde se tensa la cuerda del vacío. La muerte rompe los biorritmos del tiempo, lo que queda retratado magistralmente en el poema “Tragedia”.

La fricción
¿Cómo enterrar
dos hijos el mismo día
en diferentes años?

¿Cómo recordar
simétricamente,
las asimetrías
de la vida?

¿En qué pliegues
de mi existencia,
habito sin su calor?

¿Cómo reparo
en mi memoria, la destrucción,
la irreparable ausencia
del otro?

¿Cómo se le da forma,
al informe vacío?

¿Cómo mensurar la linealidad,
falaz rectitud, de un traicionero
tiempo circular?



A Job, la muerte de su familia es una estocada a la búsqueda de un Dios compasivo. Ver morir a un hijo descoloca cualquier documento teológico de la llamada causas y efectos. En esta coordenada, Zandrino incorpora la voz maternal en el poema que da nombre al libro:

Me pregunto:
¿Dónde estás
hijo querido?

La fricción
del constante vacío,
quema mi piel.

El fuego del dolor
derrite mis entrañas.

Sin aire en mis pulmones
me asfixio de pena.

Tu insoportable ausencia
derrama en mi anatomía.

 ¿A qué lugar perteneces?
¿Si no a mi carne y a la tierra?

 Inmemorial círculo.

No debió cerrarse
tan
pronto.


En este mismo pliegue temático se sitúa el poema titulado, “Madero”, donde la muerte aparece como ausencia desoladora de vida y emerge la idea del Dios crucificado a través del Cristo encarnando el dolor, es decir, la total ausencia de Dios como Padre. Cabe recordar, que la crucifixión era el método penal de ejecución más humillante de la época. Sólo utilizado para criminales que no eran ciudadanos romanos. Por otro lado, Tertuliano en el siglo primero se refiere a algunos casos donde los árboles eran usados en la crucifixión. Esta idea es utilizada por Séneca, quien acuñó la frase infelix lignum (madera infortunada) para referirse a la cruz. En este sentido, se podría sostener simbólicamente, que el madero es un lugar para los abandonados y desolados. Un límite donde experimentar un fragmento del infierno. Esto es la ausencia total de la dignidad humana y de la vida.

Ni Dios padre.
Sólo su débil
y breve respiración,
vacío de vida,
al que acude la muerte.

Arriba:
clavado,
sucio,
flácido.
Muerto.
Dios hecho hombre.

A sus pies
su madre desconsoladamente
llora la muerte del hijo,
del hombre.
Su rojo corazón
partido en dos.

La impotencia frente a la vida y el amor del padre se manifiesta en toda su intensidad a través del abandono al hijo crucificado. En esta coordenada surge el corazón roto de la madre por la ausencia del padre y la partida de su hijo. Encontrar sentido en términos de frases de autoayuda es un camino ilusorio. Pese a la profundidad del dolor, Zandrino nos otorga una clave esperanzadora en el epígrafe, que está anclado en un libro tan vibrantemente existencial como el Eclesiastés. La nota es del primer verso del capítulo once. “Lanza tu pan sobre el agua, después de algún tiempo volverás a encontrarlo”. Aquí se evidencia la matriz de su pensamiento poético. Hay algo que va más allá de las palabras y las cosas. La crueldad de lo que ocurre en el madero, es un hecho asumido. Se manifiesta como momento pasajero y bajo las mareas del tiempo retorna como fruto a través de una esperanza que traspasa en símbolo de la muerte, porque llegará un tiempo apocalíptico donde el pan permanecerá intacto pese a estar bajo las aguas y los mares que simbolizan la incertidumbre y en algunos casos la muerte.

Foto de José Amador Martín

En otro orden de ideas, destacamos la maestría poética para trabajar la relación con sus hijas. La ternura es uno de los contenidos en poesía más complejos para poner en papel. Zandrino, utiliza un tono delicado y sutil donde escampa la belleza, destacando su poema titulado “A Josefina”:

La manito le cubre
el rostro.
Josefina duerme.
Tal vez sueña.

Te observo y siento la cadencia
de tu respiración.
Cíclica como la marea.

Viéndote descansar soy feliz.
No te soñé así.
Perfecta.

Aterrador circulo frágil.
Bajo el hipnótico sol de invierno.

Ahora sé que nunca,
-expansión de vida
me perteneciste.

Hija, el día y la noche
nos esperan.

Para terminar, la selección de textos de esta reseña, remarcamos el poema titulado “Costura”. Aquí estamos en presencia de un texto lleno de imágenes de una belleza y una profundidad existencial que nos permiten captar la matriz del pensamiento poético. Es un poema desgarrador sobre el hueco que nada cicatrizará. Zandrino escribe con el corazón en la mano y nos enfrentamos a la lectura de ese verso valiente en un mundo que ingenuamente pretende responder todas las cosas:

Lucía teme descoserse
como una muñeca
de trapo.

Su caída abrupta
abrió su carne,
y mi corazón.

La vida desteje
sus hilos
azarosamente.
Algunos nudos
obturan,
otros nos sujetan.

No te descosas
hija mía.
No habrá
costura posible
para ese hueco.

Aunque Anatomía de una ausencia es la ópera prima de Zandrino, constatamos una obra de una genuina madurez poética. Se nos presenta el viaje como itinerario de la fugacidad de la vida, abarca la realidad silenciosa e incómoda de los cuerpos olvidados de los márgenes sociales, rescatando los espacios como lugares y su experiencia con el dolor. Al mismo tiempo, hay una veta existencial en los poemas en que desnuda la relación con su familia, especialmente en la segunda parte.

En suma, estamos a una poética reflexiva sobre el dolor, en los cuerpos y las ausencias. Quizás lo menos popular que exista en escritura. Hemos secuestrado ciertas palabras que no recuerdan las dimensiones de la vida. La poesía de Zandrino actúa como develación y consuelo bajo el sol. La ausencia existencial obedece a cierta presencia no descrita. Y es notable el verso dedicado a sus hijas sobre las heridas que dejan huecos imposibles de cubrir. Esa imagen es de una hondura existencial y teológica tremenda. Me hace pensar que pese al cuerpo glorificado de Cristo. Sus heridas en las manos permanecen, como huella como memoria. Al final de cuentas, como nuestro poeta en el poema “Útero” nos sugiere: “La Biología/ Determina la vida / Cada una/ Tiene un sentido/ Su propia historia/ Su lógica /Suspendida/ Existe como puede / Esbozo frágil/ Del tiempo/ Agua/ Repliegue fundamental/ Círculo/ Perfecto/”.

[Mi agradecimiento a la familia de Erick Zandrino, especialmente a Nora Baker, su madre y su hermana Cecilia Zandrino por el envío de los libros publicados del poeta].

Marcelo Gatica y António Salvado, en Salamanca (foto de Jacqueline Alencar)

Marcelo Gatica (Cauquenes, Chile, 1976), poeta y Doctor en Literatura Hispanoamericana por la Universidad de Salamanca, con una tesis titulada titulada “Rodrigo Lira Canguilhem: Una propuesta poética en tiempos dedesolación”, dirigida por Carmen Ruiz Barrionuevo. Ha publicado los poemarios ‘El extramuro /Väljaspool-müüre’ (Estonia, 2018), ‘Anclado al Pescador de Mares’ (2016), ‘Crucial’ (con Pablo Gutiérrez, 2014), ‘Portafolio. Poemas a Pie de Página’ (Con Camilo Cantillana, 2014). En Chile publicó Barios buelos: boladas boludas’, del chileno Rodrigo Lira Canguilhem (Piélago Casa Editorial, Santiago de Chile, 2016), y en Estonia ‘Vientos del sur / Lounatuuled’, antología de poesía chilena seleccionada e introducida por él, con traducción de Carolina Pihelgas, Mariliin Vassenin y Helina Aulis. Tallin, 2015). En su país también publicó el poemario colectivo Taller Literario (2001), el libro de poesía a tres manos A-Trio Poético (2003) y poemas varios en Calíope, revista de poesía (2000-2003), obteniendo el Premio de Poesía de la UMCE (2003). En España y Portugal ha publicado en las antologías ‘Poesía para un existir’ (2010), ‘La hora sagrada’ (2010), ‘El paisaje prometido’ (2010), ‘O Divino’ (Portugal, 2011), ‘Poemas identificados’ (2013), ‘Arca de los afectos’ (2013), ‘He muerto… y he resucitado (2015), ‘Umbrales de la memoria’ (2015), ‘Un extenso continente (Castelo Blanco, Portugal), Salamanca, raíz de piedra y letras (2017), ‘Explicación de la derrota (2017), ‘Das Águas Á Dança das Folhas” (2018, Editora Labirinto, Portugal). Ha recibido el Accésit del Premio Internacional de Poesía “Luis López Anglada” (Burgohondo, Ávila, 2008) y el primer accésit del Premio González-Warris de Poesía (Barcelona, 2012). En abril de este año obtuvo el Accésit del prestigioso Premio Internacional de Poesía “Pilar Fernández Labrador”, por su libro “El mar ya no es”, el cual será publicado por Ediciones Diputación de Salamanca.

Es subdirector de Tiberíades, Red Iberoamericana de Poetas y Críticos Literarios Cristianos.




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