Daniel Zazo

Daniel Zazo: Algunos poemas de «Singladuras»

 


Tiberíades tiene la satisfacción de difundir seis poemas del último libro del abulense Daniel Zazo. Los mismos han sido seleccionados por el poeta Alfredo Pérez Alencart, profesor de la Universidad de Salamanca y

 

(Provisiones en las alforjas)

Si quieres que el viaje te lleve a buen puerto
procura no olvidar nunca el lugar de origen
—las raíces señalan el camino de regreso—.
Asegúrate, cuando las grullas levanten el vuelo
y los labriegos siembren el trigo en los campos,
de tener reservas de leña en el establo
—las lluvias pertenecen al vientre del otoño—.
Y evita, eso sí, cerrar con llave la puerta de casa:
No te preocupes si al volver del largo viaje
alguien, en una noche cerrada de invierno,
buscó refugio e hizo lumbre en tu hogar,
que no inoculen en ti el virus de la duda.
Y recuerda que en estos tiempos que corren,
donde se impone la insolencia de los buitres,
el respaldo y el envés de unas manos
nos alejan de la barbarie y nos salvan de las ruinas.
Se puede llegar lejos, muy lejos,
sin más provisión que un ala rota en las alforjas.

(La naturaleza del amor)

Todo amor es feroz y vulnerable:
feroz como el cíngulo de ofidios de la Gorgona
y vulnerable como la grieta de un hormiguero
ante la impasible zancada de un niño
en el recinto de un parque de juegos.

 

 

(La ruta de los cayucos)

Nos agitó en la sobremesa, en casa de mamá.
La noticia quería pasar desapercibida
porque lo más atroz se asimila de inmediato
y ninguna tragedia soporta mucho más tiempo
que el que dedicamos a la hora de la siesta.
El cayuco naufragó en la costa de Senegal,
no pudieron encomendarse a ningún dios
ni tuvieron tiempo para echar la vista atrás:
nada más partir los abatió el temporal.
No eran pasajeros ni miembros de la tripulación,
se desconoce incluso si a bordo iba un capataz
pero varios medios respiraron aliviados
al confirmar el dato más revelador:
entre los migrantes no se encontraba el capitán Grant.
En esta historia no tuvo cabida la épica,
no hubo rescate del Open Arms.
—La suerte les fue adversa —clama el corresponsal—,
y apostilla, con voz grave,
—nunca fue sencillo sobrevivir en altamar—
Lástima que en aquel cayuco
no fuera a bordo el Capitán Grant.

 

 

 (Peregrinaje)

El rastro de lo que espigamos con veinte años
es una herencia imposible de tasar.
Antes de la poda en seco del sarmiento
y con las tinajas de vino sobre los hombros,
seguí la estela de las aves que, días atrás,
llegaron exhaustas hasta tu cuerpo,
primero para devastarlo,
después, para reposar en su regazo.
Por unos años fui devoto de tu nombre
y puedo asegurar que recuperé la fe
en la catequesis blasfema de tu cuerpo.
Hoy, al recoger los rastrojos de aquella siega,
no encuentro entre la maleza y la hierba seca
la vía de peregrinación hacia tu templo.
El lugar donde a los veinte años se fundó un mito,
ha dejado al descubierto una pequeña anécdota.

 

Daniel Zazo y la poeta Elena Díaz Santana

 

 (Reino animal)

Recorrí en tus brazos y —sin pretenderlo—
la distancia que media entre el susurro y el grito.
Lo hice a la velocidad con la que el leopardo
alcanza la esbelta zancada del antílope.
Lo que vino después es harto conocido:
el festín de la carne y sus vísceras,
el aroma de lo que, pese al último estertor,
mantiene terso y en tensión cada pliegue de la piel
y el enjambre de insectos satisfechos con los restos.
Ser piraña o caimán que rastrea el olor de la sangre
y siega la quietud vespertina del domingo.
(Aves migratorias)

Retornan a sus nidos las cigüeñas,
como bólidos surcan el cielo de la región
dejando atrás el cálido invierno en la sabana.
Hacen de la fragilidad de la rama
un sólido sostén donde tomar un respiro
y contemplan, desde la nítida perspectiva
que ofrecen las alturas, el alma de Castilla.
Lo hacen como quien se acerca a un lienzo de El Greco
o al profundo silencio que impera en un funeral.
Cuando tiempo después retomen la travesía
y abandonen el estrépito de su bandada,
solo recordarán el lomo de dos mujeres
que, como las espigadoras encorvadas de Millet,
se empeñan en retar a los centros de gravedad
y dos iniciales grabadas en la corteza de una encina
donde Azarías ahorcó al señorito Iván.

 

Daniel Zazo y el pintor Miguel Elías

 

(Las pérdidas)

Lo que perdimos en todos los viajes
nunca termina saliendo a la luz.
Resulta difícil seguir su rastro,
se pierde en las grietas de las rocas
desemboca, como estalactita,
en alguna cueva de nuestra orografía.
Como un torrente de lluvia
que desde el origen de los tiempos
permea en la matriz de la caliza
y se mantiene, cabeza abajo,
en las grutas de la memoria.
Como ese murciélago que en el sosiego
parece inofensivo, pero al más mínimo temblor
despliega sus alas y nos sobresalta.
Los reencuentros nos sitúan frente al espejo
y nos infunden un indescifrable temor.

 

 

Daniel Zazo (Ávila, 1985). Licenciado en Historia por la Universidad de Salamanca y, profesionalmente se dedica a la enseñanza. En 2002, con dieciséis años, logró el primer premio en el V Certamen Provincial de Poesía Ciudad de Ávila. Es miembro del Consejo de Redacción de la Revista Cultural y Literaria «El Cobaya» y ha sido invitado varias ediciones de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que se celebran todos los años en la ciudad de Salamanca. También ha participado en ciclos y conferencias organizadas tanto por la Biblioteca Pública de Ávila, como por la Junta de Castilla y León. Tiene publicados tres poemarios: «Que ardan los fuegos» (2017), «La periferia del deseo» (2019) y «Singladuras» (Editorial Páramo, 2021). Algunos de sus poemas se han publicado en revistas como «Papeles del Martes», “Crear en Salamanca” o «El Cuaderno Digital». En «La Libélula», programa de Radio 3 (RTVE) dedicaron un especial a «Singladuras» (https://www.rtve.es/play/audios/la-libelula/singladuras-daniel-zazo-ed-paramo/5924307/, mientras que en Palabra Voyeur, también en Radio 3 realizaron un montaje audiovisual de uno de sus poemas de «La periferia del deseo»: https://www.rtve.es/play/videos/palabra-voyeur/palabra-voyeur-perfieria-del-deseo-daniel-zazo-23-10-19/5417485/

Daniel Zazo y Alfredo Pérez Alencart

 




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