D. Cortés Cabán

Salmo 139

El Salmo 139

Omnipresencia y omnisciencia de Dios

(Al músico principal. Salmo de David)

Interpretación: David Cortés Cabán

Oh Jehová, tú me has
examinado y conocido.
2  Tú has conocido mi sentarme
y mi levantarme;
Has entendido desde lejos
mis pensamientos.
3  Has escudriñado mi andar
y mi reposo,
Y todos mis caminos
te son conocidos.
4  Pues aún no está la palabra
en mi lengua,
Y he aquí, oh Jehová,
tú la sabes toda.
5  Detrás y delante me rodeaste,
Y sobre mí pusiste tu mano.
6  Tal conocimiento es demasiado
maravilloso para mí;
Alto es, no lo puedo
comprender.

7  ¿A dónde me iré de tu Espíritu?
¿Y a dónde huiré
de tu presencia?
8  Si subiere a los cielos,
allí estás tú;
Y si en el Seol hiciere
 mi estrado, he aquí, allí tú estás.
9  Si tomare las alas del alba
Y habitare en el extremo
del mar,
10  Aún allí me guiará tu mano,
Y me asirá tu diestra.
11  Si dijere: Ciertamente
las tinieblas me encubrirán;
Aun la noche resplandecerá
alrededor de mí.
12  Aun las tinieblas
no encubren de ti,
Y la noche resplandece
como el día;
Lo mismo te son
            las tinieblas que la luz.
13  Porque tú formaste
mis entrañas;
Tú me hiciste en el vientre
de mi madre.
14  Te alabaré; porque formidables,
maravillosas son tus obras;
Estoy maravillado,
Y mi alma lo sabe muy bien.
15  No fue encubierto
de ti mi cuerpo,
Bien que en oculto fui formado,
Y entretejido en lo más
profundo de la tierra.
16  Mi embrión vieron tus ojos,
Y en tu libro estaban escritas
todas aquellas cosas
Que fueron luego formadas,
Sin faltar una de ellas.
17  ¡Cuán preciosos me son,
oh Dios, tus pensamientos!
¡Cuán grande es la suma de ellos!
18  Si los enumero, se multiplican
más que la arena;
Despierto, y aún estoy contigo.

19  De cierto, oh Dios,
      harás morir al impío;
Apartaos, pues, de mí,
hombres sanguinarios.
20  Porque blasfemias
           dicen ellos contra ti;
Tus enemigos toman
  en vano tu nombre.
21  ¿No odio, oh Jehová,
a los que te aborrecen,
Y me enardezco
contra tus enemigos?
22  Los aborrezco por completo;
Los tengo por enemigos.
23  Examíname, oh Dios,
         y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce
 mis pensamientos;
24  Y ve si hay en mí camino
de perversidad,
             Y guíame en el camino eterno. [[1]]

BOSQUEJO:

I. El conocimiento como indagación y reflexión moral.

A. Terminología y reconocimiento espiritual:

a. Examinar y entender
b. Escudriñar y comprender
c. La insensatez de ocultarse de Dios.
d. La intensión fallida de huir

II. El concepto de altura y profundidad
III. El concepto de tiniebla y luz
IV. El cuerpo como santuario y expresión de alabanza:

1. Madre
2. Vientre
3. Embrión
4. Entrañas
5. Ojos

V. Pensamientos inescrutables de Dios

A . Maravillas de la creación

a . Presencia perpetua
b . Admiración
c . Los impíos
d. La blasfemia
e . Los enemigos

Vl. Examen:

1. El corazón como centro de todo
2. Mis pensamientos
3. La guía en el camino

Más allá de toda comprensión humana ¿qué esperamos encontrar cuando leemos un salmo?, ¿qué interés nos guía y qué enseñanza deseamos recoger de la lectura? Como es sabido por aquellos que estudian la Biblia, los salmos se clasifican según sus temas [[2]]. No es lo mismo un salmo que trata, por ejemplo, de la seguridad y confianza en Jehová (Sal. 23) como uno que presenta la majestad de Dios y la grandeza de su creación (Sal. 19). Por eso, la diversidad de sus motivos y contextos nos permiten «…encontrar todos los estados emocionales del hombre en los salmos, (pero) Dios sigue siendo el centro» [[3] ]. En la más clara expresión de la palabra, un salmo es un poema, un himno con las características y tonalidades que le imprimió el salmista inspirado por el Espíritu. Lo que siente el salmista, y lo que existe en él como revelación contenida, se hace eco en las palabras para establecer una comunicación directa con el Creador. De este modo, los salmos trascienden su contexto cultural e histórico. Se convierten en la expresión atemporal de un lenguaje que comunica un mensaje esperanzador, en ellos la verdad divina permanece intacta a través del tiempo:

…fueron preservados para guiar al pueblo de Dios en épocas posteriores en cuanto a la forma de acercarse a Él (…). Por lo tanto, hay cánticos de júbilo y alabanza de exaltación, cánticos de respeto a la Palabra de Dios, cánticos de confianza cuando el mal prevalece, cánticos de confesión y otras expresiones de verdadera religión. Aunque los salmos contienen doctrina, profecía y enseñanza, su propósito principal era ser cantados a Dios como expresiones de deleite en Él. [ [4]].

En este contexto el salmo 139 presenta una inquietud que nace del salmista para revelar su realidad humana [[5]], y buscar en su interioridad el conocimiento trascendental de su yo. En otras palabras, una espiritualidad que no puede sostenerse sobre las cosas que lo rodean, sino en el centro del conocimiento de Dios como la verdadera fuente de vida. Por eso, al contemplarse a sí mismo, el salmista revelará su condición al dirigirse a Dios. Comprende que su existencia temporal está hecha de instantes fugaces, es decir, de un vivir que se desvanece en el tiempo como la luz del crepúsculo sobre el horizonte [[6]]. De ahí que en la hondura de su corazón pueda exclamar como Job: «Yo conozco que todo lo puedes, / Y que no hay pensamiento / que se esconda de ti». (Job 42: 2).
De entrada, desde el primer verso, dice lo que piensa y siente: «Oh Jehová, tú me has examinado y conocido…» Este examinar y conocer son formas de una acción verbal que se intercala paralelamente para reflejar su intimidad [[7]], y la visión distintiva de su vida en conformidad con su carácter. Desde esta perspectiva unirá y destacará lo conocido de sí mismo en una óptica unida a la omnisciencia y omnipresencia de Dios. Por consiguiente, su pensamiento irá fijando las distintas etapas de ese conocimiento a medida que nos adentramos en el salmo. Los tres primeros tiempos verbales (examinado, conocido, escudriñado) enfatizarán la dimensión humana del salmista y su modo de vivir, pero a la misma vez, su temor a extraviarse del camino. Por otro lado, estas formas verbales presentarán su vida como un cuadro observado desde afuera, desde el ámbito mismo de la cotidianidad.
La composición y anatomía del cuerpo humano, la vida material y las acciones del salmista las hallamos registradas en el libro sagrado ( «Y en tu libro estaban escritas / todas aquellas cosas / que fueron luego formadas, / sin faltar una de ellas»). Nada escapa a los ojos de Dios. Toda la historia personal del rey David, sus intenciones, lo que hará o no hará, la emoción y el énfasis de cada  palabra, el ir de un lado a otro como quien llega y prosigue su rumbo, son momentos perfectamente conocidos por el Creador de la vida. Así también cada detalle: el principio y el final del camino, el desviarse de la senda o el empeño en seguir adelante; lo visto y deseado, lo ganado y perdido, todo queda apuntado en el libro sagrado. Y es que nada sucede por accidente a los que ponen su confianza en Dios. No importa el lugar en que se encuentren, recibirán su abundante misericordia: «Detrás y delante me rodeaste, / y sobre mí pusiste tu mano». He aquí su infinito amor. El supremo cuidado de Dios estará siempre atento al clamor de quienes le honran. Él considera el camino de quienes le obedecen [[8] ]. Nada escapará de su mirada: las palabras cercanía y lejanía, altura y profundidad, pasado y presente no existen en la eternidad del gran Rey. ¿Cómo comprender su infinita bondad? He aquí lo que dice el salmista: «Tal conocimiento es demasiado maravilloso para mí / alto es, no lo puedo / comprender». Maravillado, reconoce que es ilusorio esconderse de un Dios soberano:

¿A dónde me iré de tu Espíritu?
¿Y a dónde huiré
de tu presencia? [ [9]]

Para el salmista, hurgar en su vida implica su dependencia de Dios al saberse completamente conocido. Reconoce que no existe lugar para esconderse de su presencia. Tampoco tendría sentido intentarlo. En todo caso, no podría huir de sí mismo. [ [10]]. No obstante se sugiere una idea fallida en los versos del 8 al 12. En ellos, el modo subjuntivo marcará las acciones como ideas imposibles: «Si subiere…Si tomare…Si dijere…Si habitare». Esto por un lado; y por otro, los contextos imaginarios de esa  huida atravesarán el salmo como entidades opuestas:

cielo—Seol
alba—extremo del mar
tinieblas—resplandor
noche—día
tiniebla—luz.

Ciertamente estos contextos de espacio y tiempo no pueden unirse, no pueden sostenerse como actos realizables. En ellos, el tono que predomina es la relación de Dios celebrado en la grandeza de su magnificencia. Ni la altura, ni la lejanía, ni los elementos de la naturaleza en su expresión más deslumbrante del día y la noche pueden encubrir la omnipresencia del Creador del universo [ [11]]. Ni aun, como sugieren los versos siguientes, podrían ocultar el proceso embrionario del salmista:

13  Porque tú formaste
mis entrañas;
Tú me hiciste en el vientre
de mi madre.

En la estrofa anterior, el pronombre «tú» actuará como un referente familiar de su historia embrionaria (tú formaste / tú hiciste). Ahora, a la altura de los años, el salmista recuerda su gestación milagrosa [[12]] y enfatiza, en ese marco de referencias, la absoluta supervisión de Dios. Los versos 13, 15, 16 contienen la imagen de ese período de formación [ [13]]:

15  No fue encubierto
de ti mi cuerpo,
Bien que en oculto fui formado,
Y entretejido en lo más
profundo de la tierra. [ [14]]
16  Mi embrión vieron tus ojos
y en tu libro estaban escritas
todas aquellas cosas
Que fueron luego formadas,
Sin faltar una de ellas.

Ciertamente estos versos fijan su nacimiento intervenido amorosamente por el poder divino. Dios  ve y conoce. Dios escudriña los corazones y está atento a cada detalle de la vida. Por consiguiente, su existencia es conocida por Dios desde antes de su nacimiento. Nada es insignificante, todo tiene una gran importancia para el creador del universo. Por eso la historia individual del salmista, y de cada uno de nosotros, está fielmente documentada: «en tu libro estaban escritas / todas aquellas cosas…» [ [15]]. Formulada esta realidad, el salmista se regocija en anunciar cómo fue concebido en el vientre de su madre. Sus palabras se revisten de gratitud y alabanza:

17  ¡Cuán preciosos me son,
oh Dios, tus pensamientos!
¡Cuán grande es la suma de ellos!

Al expresar su gozo, exclama jubilosamente: «Despierto, y aún estoy contigo». Reconoce en ese despertar su absoluta seguridad [[16]] pues depende de Dios y el Señor mismo diseñará su camino. De hecho, los próximos versos (19 al 23) trazarán una línea divisoria entre su vida y el mal:

19  De cierto, oh Dios,
harás morir al impío;
Apartaos, pues, de mí,
hombres sanguinarios.

Se menciona aquí la muerte del impío no por la justicia humana, sino por la justicia de Dios [ [17]]. Tanto el impío como el sanguinario tendrán un mismo fin. Su rechazo queda explícitamente documentado: (1) son blasfemos, (2) toman el nombre de Jehová en vano. Pero en ambos casos este rechazo tiene que ver con el modo de vivir que caracteriza la conducta pecadora [[18] ]:

21 ¿No odio, oh Jehová,
a los que te aborrecen,
Y me enardezco
contra tus enemigos?

El tono de la pregunta insinúa también una afirmación, pues solo Dios conoce a los que guardan su Palabra. De hecho, la insistencia en ser examinado le asegura enterarse de cualquier acción que afecte su vida y necesite corrección:

23 Examíname, oh Dios,
y conoce mi corazón;
Pruébame y conoce
mis pensamientos;
24 Y ve si hay en mí camino
de perversidad,
Y guíame en el camino eterno.

En este reclamo los verbos examinar y probar reiteran el deseo más íntimo del salmista. Por eso escuchamos su voz clamando ¡guíame en el camino eterno! [[19]]. Y es que en el fondo de ese clamor hallamos el autoconocimiento espiritual del rey David. Un conocimiento enraizado no en los afanes del mundo, sino en la palabra redentora de la gracia. Ahora, en el ámbito del camino, volvemos a escuchar su exaltada petición: examina, conoce, ve, guía. Son las anhelantes palabras del salmista como ecos en la senda más hermosa. Sus palabras suenan una y otra vez en el silencio de la tarde, mientras seguimos sus pasos guiados por la fe de los que avizoran el camino eterno.     

Nueva York
verano, 2022

Notas          

[1] Reina-Valera, 1960.

[2] Sobre la clasificación y estructura poética de los salmos ver, «Introducción» a Comentario Bíblico Mundo Hispánico, Salmos, Tomo 8, 7ta Ed., Texas, Editorial Mundo Hispano, 2018. Autores: Mervin Breneman, Eduardo G. Nelson y Ricardo Souto Copeiro.

[3] Ibid., p. 32. El paréntesis lo he insertado.

[4] Guía esencial de la Biblia, Nashville, B&H Publishers Group, 2017, p. 168. Traducido al español por Grupo Scribere.

[5] «Uno de los salmos más notables. Canta la omnisciencia y la omnipresencia de Dios, infiriendo de ellas el derrocamiento de los poderes de la maldad, puesto que El ve y oye los hechos y palabras abominables de los rebeldes y, sin duda, los tratará en conformidad con su justicia». Véase, El tesoro de David por C. H. Spurgeon. (Título original: The Treasury of David). Consultado: 10 de agosto de 2022). https://clie.es.wp-content.uploads.9788…

[6] La Epístola de Santiago también contiene una imagen de la brevedad de la vida en el capítulo 4 y verso 14: «Porque ¿qué es vuestra vida?  Ciertamente es neblina que se aparece por un poco de tiempo, y luego se desvanece».

[7] David expresa su completa dependencia de Dios, y se siente maravillado ante su amor y misericordia.

[8] Recordemos el verso: «Lampara es a mis pies tu palabra / y lumbrera a mi camino», Salmo 119: 105.

[9] Uno de los ejemplos más sorprendentes del Antiguo Testamento lo hallamos en el libro de Jonás. El profeta Jonás queriendo huir de la presencia de Dios terminó en el vientre de un gran pez: «Invoqué en mi angustia a Jehová, y él me oyó / Desde el seno del Seol clamé, / Y mi voz oíste». (Jon. 2: 2) En su clamor angustioso, y después de orar, pudo entonces comprender que Dios es misericordioso y soberano, y que demuestra su amor y compasión a todos los que se humillan y arrepienten sin importar su condición pecaminosa o lugar de origen.

[10] David mismo fue consciente de esta realidad cuando aconsejaba al futuro rey Salomón: «Y tú, Salomón, hijo mío, reconoce al Dios de tu padre, y sírvele con corazón perfecto y ánimo voluntario; porque Jehová escudriña los corazones de todos, y entiende todo intento de los pensamientos». II Crónicas 28: 9.

[11] Aunque se podría señalar otra connotación para el sentido de «tinieblas» y «luz», prefiero ver ambos conceptos dentro de su contenido habitual para marcar dos realidades antagónicas descritas aquí para enfatizar el poder y omnisciencia de Dios.

[12] «Por virtud del período divinamente dispuesto del embarazo, Dios supervisa providencialmente el desarrollo del niño mientras está en el vientre de su madre». Ver, John MacArthur, Biblia de estudio MacArthur, (The MacArthur Study Bible, Nashville, Tennessee,  Editorial Vida, 2015, p. 810.

[13] «Antes de los dos meses (52 días) se desarrollan la retina, la nariz y los dedos. Durante el período de gestación se mantiene una conversación hormonal entre el embrión y la madre. Mediante sustancias como la progesterona el embrión dice: ¡estoy aquí para quedarme!». Por Alexander Tsiaras, en «De la concepción al nacimiento» (abril 7, 2014). Consultado: 15 de agosto de 2022. https://wwww.arguments.es/culturadevida/.2014/04/07/de-la-concepcion-al-nacimiento-2/.

[14] El verso: «Entretejido en lo más profundo de la tierra» debe interpretarse como una imagen poética para referirse al útero materno, también descrito como la matriz.

[15] Varias veces aparece mencionada la palabra «libro» en las Escrituras. Señalaré aquí solo algunas: Is. 30: 8; Dn. 7: 10; Dn. 12: 1; Fil. 4: 3; Ap. 3: 5 y 22: 19. «Esta figura de lenguaje asemeja la mente de Dios a un libro de memorias». Véase Biblia de estudio MacArthur, p. 811.

[16] En el texto «He Knows Me» el escritor W. Phillip Keller destaca el siguiente comentario: «As He [God] begins to share life with us, we really are astonished to discover how well he already knows all about us. He and only he, is totally familiar with all the intimate intricacies of my genetic makeup. He understands all the unique characteristics which have been inherited from my parents and grandparents. He knows my distinctive and special personality. Because such incredible insight he understands my behavior far better than any human being. So he deals with me fairly». Ver, Men´s Devotional Bible, New International Version, Michigan, Zondervan Publishing House, 1993.

[17] Podemos recordar aquí los versos de 2da de Pedro (3: 13): Pero nosotros esperamos, según sus promesas, cielos nuevos y tierra nueva, en los cuales mora la justicia».

[18] En el sentido bíblico «aborrecer» implica apartarse o alejarse del mal, sin embargo su significado puede variar según el contexto, el contenido y enfoque de la palabra. En el salmo 26: 7 leemos: «Aborrecí la reunión / de los malignos, / Y con los impíos nunca me senté»; y en Proverbios 13: 5, «El justo aborrece la palabra de mentira»; y en Amós 5: 15, «Aborreced el mal, y amad el bien». En el caso del verbo «enardecer» podríamos asociarlo con «una pugna», o «disputa», es decir, entrar en pugna contra los que te rechazan, disputar con los que blasfeman tu nombre.

[19] El «camino» adquiere distintas connotaciones y /o significados a través de la Biblia, todo depende del contexto y el marco de referencias de la palabra. La concordancia de la Biblia  (RV, 1960) que consulto contiene 93 referencias del camino. Señalaré, como muestra, tan solo tres de ellas: 1) «El cual preparará tu camino / delante de ti». (Mal. 3: 1 y Mar. 1: 2). Se utiliza aquí en sentido figurado para preparar el corazón de los hombres, los destinatarios del mensaje de Juan el Bautista el cual prepararía el ambiente para el Evangelio de Cristo. Nada tiene que ver con un camino real;  2) «…y espacioso el camino que lleva a la perdición» (Mt. 7: 13). Aquí el camino adquiere una imagen simbólica de las atracciones y placeres del mundo pagano. Un camino amplio, lleno de deleites, atractivo, agradable a la vista y fácil de caminar; 3) «Yo soy el camino, y la verdad, y la vida; nadie viene al Padre, sino por mí.» Este último ejemplo sintetiza todo lo que representa la vida eterna. Cristo pronunció estas palabras refiriéndose a sí mismo. Aquí vemos el camino como una metáfora de la vida. Cristo mismo es el camino, no está hablando de un camino hecho por manos de hombres. El sentido es muy simple, pero mucha gente lo pasa por alto. En otras palabras, Cristo nos dice: camina por mí, pon tu ser dentro de mí, yo soy este nuevo camino, te llevaré a un mundo maravilloso, a un reino eterno.

David Cortés Cabán en Castelo Branco, Portugal (foto de José Alfredo Pérez Alencar)

David Cortés Cabán (Arecibo, Puerto Rico, 1952). Cortés Cabán posee una Maestría en Literatura Española e Hispanoamericana de The City College (CUNY). Fue maestro en las Escuelas Primarias de Nueva York y profesor adjunto del Departamento de Lenguas Modernas de Hostos Community College of the City University of New York. Ha publicado los siguientes libros de poesía: Poemas y otros silencios (1981), Al final de las palabras (1985), Una hora antes (1991), El libro de los regresos (1999), Ritual de pájaros: antología personal (2004) e Islas (2011). Sus poemas y reseñas literarias han aparecido en revistas de Puerto Rico, Estados Unidos, Latinoamérica y España. En 2006 fue invitado al III Festival Mundial de Poesía de Venezuela, y en 2015 a la Feria Internacional del Libro de Venezuela (FILVEN), dedicada a Puerto Rico. Ha participado en los Festivales Internacionales de Poesía de Cali, Colombia (2013), de Managua, Nicaragua (2014) y de Salamanca (2019). En 2014 fue invitado a presentar “Noche de Juglaría, cinco poetas venezolanos”, en Berna y Ginebra, Suiza. Ese mismo año la Universidad de Carabobo, en Valencia, Venezuela, le otorgó la Orden Alejo Zuloaga Egusquiza en el Festival Internacional de Poesía. Reside en la ciudad de Nueva York desde 1973.

Imágenes: cottonbro




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