Queremos felicitar estas Fiestas a todos nuestros lectores y visitantes. Para ello, nada mejor que esta ofrenda poética que se presentó en el encuentro Los Poetas y Dios el año 2015. Hemos rescatado el pdf del libro, editado por Hebel Ediciones, para ponerlo en descarga libre. Se trata de la antología de versos de Navidad coordinada por A. P. Alencart y Luis Cruz-Villalobos.
Compartimos además la presentación de la antología, que corrió a cargo de nuestro secretario general, Juan Carlos Martín Cobano.
Como extra, añadimos al final de esta entrada un vídeo con la grabación (casera) de la versión musicada que compuso la cantautora Tsara Mars (Sarai Martín) con el poema de José María Muñoz Quirós incluido en este libro.
Para descargar el libro, pulse sobre la imagen de la portada.
Sobre Carne del cielo
Publicado en Chile, por Hebel Ediciones, coordinado por un teólogo y psicólogo del cono Sur junto con un poeta jurista peruano salmantino, con las ilustraciones de un nuevo castellano del Mediterráneo y los poemas de otros autores en lengua española, salpicados con muy escogidas traducciones de portugués y búlgaro… cabría esperar que estas cuarenta y siete voces tan dispares nos aturdieran al intentar aunarlas, pero el resultado es extrañamente armónico, un collage y a la vez un mosaico, un bosque de exuberancia sin la monotonía de troncos semejantes en rutinaria hilera.
Espigando algunos versos de aquí y allá, podemos encontrar varios temas que, sin pretenderlo, comparten distintos autores. Resuena una y otra vez, al hablar de la Navidad, el hastío de los sucedáneos, la condena de la hipocresía. Como cuando ANTÓNIO SALVADO denuncia que olvidemos al protagonista durante el resto del año: “Tu regreso tras un año de ausencia / Tú que te hiciste puro temblor de frío”. O cuando QUINTÍN GARCÍA se refiere a los oropeles navideños con estas palabras: “… ardiendo ahí fuera los fuegos/de artificio de la Farsa”.
Será fácil encontrar más ejemplos de poetas que no se callan ante la banalización de un recordatorio tan solemne. Pero tampoco hay que caer en un exceso de gravedad. Hay que alegrarse, tañer panderetas, cantar villancicos. Y tenemos verdadera música, en este sentido, en la salmodia de LUIS CARNICERO o la encantadora Décima navideña de MUÑOZ QUIRÓS.
Si hay un concepto teológico indispensable al mencionar el título Carne del cielo y pensar en la Natividad, es el de la encarnación, que, en una de sus principales acepciones, significa identificación con el desvalido. Encontramos en este libro no pocos ejemplos de poetas que ven en el niño de Belén al refugiado, al marginado, al maltratado, al celebrante que vive en una realidad muy distinta a la de nuestro bienestar occidental. Y lo leemos en LUIS GUILLERMO ALONSO cuando pide: “Dios incapaz de propia subsistencia, / mirada suplicante a madre pobre, / besa los límites”; o en la intercesión de HELENA VILLAR JANEIRO: “Míralos. Ve en ellos los hermanos, /las hermanas encintas /que dan a luz cruzando su desierto…”
Y, claro está, la contemplación del Verbo encarnado debe llevar a la adoración, que encontramos en su estado más puro en poemas como los de VERÓNICA AMAT, con palabras como: “Lleven otros la candela, / cuelguen otros el farol, /a mí me basta la llama /de albor que irradia este sol”; o en estos versos del doctor JUAN ÁNGEL TORRES RECHY: “Hemos venido juntos / a adorarte, Niño de la promesa, / Niño de las palomas, / oh, Niño de la estrella”.
Que sintamos el imperativo de la adoración no borra la realidad de la aparente ausencia de Dios en muchos momentos. Por eso, ante la proclamación de Emanuel, Dios con nosotros, el poeta no puede ocultar las contradicciones que todavía encuentra en su fe, o en su deseo de una fe. Por eso duele, con un dolor necesario y saludable, escuchar a JOSÉ ANTONIO SANTANO: “¡Cantemos, cantad sin celo!, / este villancico amargo, / a ver si despierta el cielo /de su infinito letargo”.
O la protesta, o triste constatación no resignada, que no se expresa con el descaro parisino, sino con la insobornable honestidad zamorana, en estos versos de JOSÉ ANTONIO VALLE ALONSO: “Un niño como Tú, como Tú, bueno, / tiene frío de Dios y el frío muerde. / El niño de la guerra… / tiene hambre de Dios y Dios no viene…”.
Pero el que se ha encarnado se llama también Verbo de Dios. Es su revelación viva, en carne, hueso, obras, reacciones y entrega. Esa revelación tiene que abrir los ojos al poeta, como confiesan QUINTÍN GARCÍA: “Pero yo creía entonces / que Dios estaba sólo en los belenes, / en la misa de doce / o, al final de la cena, / en el champán de Navidad. / Y allí no encontré a Dios”; o nuestro amigo LEOPOLDO L. SAMPRÓN: “Hoy, otra Navidad. / Otra celebración de cumpleaños; / Y ya va siendo hora, /que naciendo tantas veces /te conozcamos un poquito. / Y no es difícil, mi niño, /no es difícil”.
La revelación es mucho más que iluminación para conocer una verdad: es abrir los ojos al asombro de la gracia, como tan envidiablemente sabe expresar la ecuatoriana ANA CECILIA BLUM, en su poema La lumbre: “Y entre lo que estalla y enfurece, / un gramo de armonía en la pupila, /la lumbre esperando, / desde el fondo, / desde la antesala de todos los asombros /volteamos, nos abraza, / nos envuelve, / somos su calor, sus luces. / Es la lumbre / y nos salva.
Aunque no nos demos cuenta, en este poemario viajamos de la encarnación a la revelación. Quien mejor resume este trayecto es quizá el coeditor, LUIS CRUZ-VILLALOBOS. En uno de sus poemas identifica así la revelación y la encarnación
Sólo Él
Pudo venir a explicarnos
con su vida
Lo que está detrás de la vida
Sólo su Vida hecha mensaje
Y su mensaje hecho Vida
Solo Él
La Palabra final
acerca de Dios
y del hombre por siempre
Sólo Él
El Verbo aquí.
Así es, “el Verbo aquí”, carne del cielo que es Verbo del cielo y se hace carne en la tierra para establecer su morada entre nosotros. Y aquí está este libro, parte de la respuesta de los visitados por la Palabra final, quienes, entre la celebración y el sobrecogimiento, adoran con el regalo del Verbo, con el don de la Palabra.
Juan Carlos Martín Cobano
Toral de los Guzmanes, 2015