REGRESO
Aquí me tienes, Señor,
con el cansancio de buscarme:
traigo las manos llenas de vacío
y una vejez inmensa dentro mío.
Quise ser alegría torrentosa,
quise ser río.
Y hoy sólo traigo la arena y el desierto,
la soledad del mundo
y este frío.
Hoy que regreso, me pregunto:
Tú que eres fuente
¿recibirás a quien quiso ser río?
A VECES
A veces
yo también
me quedo en silencio.
Son las horas en que busco
callada
los pájaros incautos de mi alma,
y los recojo adentro,
cada uno en su jaula,
quietos.
Uno a uno los llamo
y los sosiego.
Curo sus alas, rotas de esfuerzo.
Y también, a veces,
miro callada,
y pienso.
¿POR QUÉ DUDÉ, SEÑOR?
¿Por qué dudé, Señor, que
fueras Tú
el que en mi ser la admiración ganaba,
cuando a los cielos mi mirada alzaba
y ver lo bello así me conmovía?
¡Si todo en esos cielos lo decía…!
¿Por qué dudé de Ti quien los pintaba?
¿Por qué dudé, Señor, que Tú me hablabas
si aquel lenguaje eterno me vencía?
—¿Por qué dudé, Señor… si lo sabía?
¿Por qué dudé, Señor, que fueras Tú
quien de mi ser con inquietud tocabas
las fibras más recónditas, más mías,
aquellas que obstinada te negaba?
Si había en mí temores angustiosos,
recuerdos que mi mente laceraban…
¿Por qué dudé, Señor, que Tú me hablabas
aún con esa voz que tanto hería?
—¿Por qué dudé, Señor… si lo sabía?
¿Por qué dudé,
Señor, que eras Tú
el que en mis horas gratas me acosaba,
aquel acento nada lo engañaba:
era tu voz que en el bullicio oía.
Si la alegría pronto se tornaba
en un vacío cruel, que sólo hería…
¿Por qué dudé, Señor, que Tú me hablabas
si el tono de esa voz me lo decía?
—¿Por qué huí de ti, si me buscabas?
LAS HUELLAS DE SU AMOR
También las huellas de su amor
trazaron sus espacios,
desbarataron cosas,
grabaron su verdad;
Como si fueran las líneas de la mano,
los surcos de la frente.
Como si siempre hubieran existido allí.
Extraña forma de sabernos,
de conocer quién somos,
de ir descubriéndonos por lo que amamos:
esa ternura de Jesús ante la gente,
su intimidad con Dios,
su santidad viril y humana.
Ahora nos queda esta añoranza,
tenaz,
esperanzada,
que palpa un rostro que no ve,
y ama.
RAÍCES
Señor,
yo quiero echar raíces
en la entraña profunda
del silencio y la espera,
donde se expande el alma
en resonancias hondas
y se escucha Tu voz.
Donde juega el asombro
y asoma el misterio
y el sollozo no existe
porque se vuelve canto,
y la tierra es fecunda
porque se abona en el llanto
de todos las que aman.
Donde el fruto germina
en su tiempo maduro
y hay un árbol que es firme
y la hoja no cae.
EFESIOS UNO
En el principio fue el Amor.
Antes de todas las galaxias
fue el Amor.
Y dijo Dios: escogeré al hombre
lo adoptaré por hijo
y heredará su parte junto a mí.
Me mostraré a él,
ante sus propios ojos, bajaré,
me escuchará, me palpará,
y al fin comprenderá al verme en una cruz,
que desde siempre fue este amor.
Que desde siempre mi gracia perdonó.
Yo mismo guiaré sus pasos
y con mi espíritu lo ayudaré a andar,
para que aquel amor con que lo amé,
se multiplique, crezca,
rompa barreras de impiedad
y reconcilie a hombres entre sí.
Serán mis hijos: hechos cercanos
como mi propia piel.
Habitarán mi cuerpo,
y en ese cuerpo-comunión, reflejaré
mi amor y mi bondad.
SALMO
¿En quién pondré mañana
mi confianza?
¿Sobre qué hombro apoyaré la frente
cuando caiga la neblina
dentro mío
y me cubra con su manto?
Entretejida está mi mente
con hilos de ansiedad
y entre los pliegos de mi alma
respira aún la duda…
¿Qué haré si el alba que nace
se oscurece?
¿Qué haré si el día vuelve atrás
sobre sus pasos?
¿En quién pondré entonces mi confianza?
¿En qué registro de alegría anotaré mi nombre?
Tu Espíritu me dice
que al extender mi mano
encontraré la tuya
tibia y fuerte:
¡En ti pondré entonces mi confianza!
TE AGUARDO
Aquí me tienes, Señor,
asida a mi razón
con la esperanza fiel de quien presiente,
con la exigencia firme del que ama.
Como una ausencia demorada, te presiento:
es el signo indeleble que marcó mi alma
—tu ausencia en mí, Señor,
es la que habla.
No soy tan sólo polvo en el espacio,
azar que vive un germinal milagro:
eres también razón de ser de mi existencia.
Y porque sé que en ti están mis tiempos,
aquí te aguardo.
Elsie Romanenghi de Powell fue, entre los años 1980 y 2000, profesora de Filosofía de la Historia en la Universidad Nacional de Tucumán. Y si valiosos resultan sus escritos en prosa, con títulos como Oraciones inspiradas en el Evangelio de Lucas (1993), Trazos (2005) e Interrogantes sobre el sentido de la historia y otros ensayos (2006), también debe destacarse su poesía, buena parte de ella recogida En el camino (Ediciones Kairos, Buenos Aires, 2011). Estuvo entre quienes fundaron la Fraternidad Teológica Latinoamericana (FTL) y la Fundación Kairós, además de integrar el Consejo Académico del Centro de Estudios Teológicos Interdisciplinarios (CETI). Sus últimos años los pasó en la ciudad de La Cumbre, en su Córdoba natal y junto a su esposo David R. Powell. Falleció en 2014. La selección de los textos ha sido hecha por A. P. Alencart.
One thought on “Poemas de Elsie Romanenghi de Powell”
Noelia 30/04/2022 at 6:54 pm
Gracias Alfredo Pérez Alencart por compartir esta selección de poemas de Elsie. Saludos desde Perú
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