Poemas de

León de la Hoz: ‘El cielo de mi país’ y otros poemas

Tiberíades agradece al poeta Felipe Lázaro, editor de Betania, por permitirnos difundir cinco poemas del nuevo libro del poeta cubano León de la Hoz.


EL CIELO DE MI PAÍS

Para Rolando en el cielo

El cielo de mi país es frágil como la ventana del jardín.
Sin embargo, va sobre nuestros hombros cargando la eternidad
sin que apenas sintamos su paso ni sepamos dónde caerá.
Es tan próximo que podemos oler los pies de los muertos
y cantarles nanas al oído para que nunca vuelvan a despertar.
Es una distancia tan corta la que hay entre nosotros y el cielo
que si te adentraras en la oscuridad de una de sus calles
podrías aparecer colgando de los pies en el amanecer.
Es transparente como la claraboya de un barco bajo las olas
y blanquiazul como la blusa de una madre que acaba de parir.
Y en los días claros deja ver cuando Dios dobla las piernas
sentado en la cima del mundo para leer las noticias del día.
En los días oscuros aguzando la vista y leyendo un salmo
puede verse al final de toda el alma multicolor del Señor.
Es tan frágil que a veces parece que acaba derrotándose
y sangra en nosotros haciendo añicos nuestras cabezas,
entonces vemos toda su belleza oculta demasiado cerca
para haber sabido que un cielo en cada uno espera.
El cielo de mi país es frágil como la ventana de un jardín
y tiembla cuando un niño lanza su pelota contra Dios.

DESPIERTO Y APENAS PUEDO CONTAR

Despierto y apenas puedo contar
las monedas que me pide el barquero
para cruzar el río sin avisar a nadie.
Ir al otro lado de la noche cada día
y volver adonde antes alguien esperaba
con una sombrilla para el sol.
Todo lo que tenía de valor
lo he tenido que dar al barquero
para no quedarme sin llegar al otro día,
día tras día y noche tras noche.

Me exige un número de teléfono
para que alguien vaya a recogerme,
o una dirección adonde enviar mi cuerpo.
Pero casi no llego a contar
las monedas que me pide por el servicio,
es tanto lo que debo que no tengo.
Mis bolsillos están vacíos de pagar
el peaje de vivir en este lado
adonde vine un día del mes de octubre.

Me cuento y no me llego
para las deudas con que he llegado
a esta orilla solo con un sombrero.
Me mido a ver si puedo pagar
con un trozo de mi cuerpo,
que he soñado en este mismo lugar
yéndose por el agujero oscuro del cielo
y volviendo a través de las cañerías.

Es hora de ajustar cuentas,
de cobrar y pagar el próximo tramo
hasta el día que viene,
me dice el barquero y alarga su mano
traslúcida como un pañuelo muy usado
que tantas veces he visto al partir.
Hay que pagar, sin embargo
este es un viaje inútil subiendo y bajando
de una barca que no va a ninguna parte.
Sin maletas, sin que nadie te acompañe
ni pregunten adónde vas.

CUANDO ES LA HORA DE DORMIR

Cuando es la hora de dormir
y oigo que levantan el puente levadizo,
abro una vieja baldosa en el suelo
y entro en el túnel que hice dentro de mí,
cuando imaginaba ser otro y ser libre
sin saber que este sería mi destino.
Es un sendero que me lleva a lo que quise ser,
y me permite por un rato alejarme
de lo que tengo donde estoy,
y verme desde afuera como lo que soy.
Es un trayecto largo hacia la noche
donde me tumbo de cara al cielo,
y finjo estar muerto para no ser visto
por las ratas que se alimentan a hurtadillas
de mis fragmentos caídos en la oscuridad.
Cada día mis pies sangran los pasos
que me llevan y traen desde mí hasta mí
por esta ruta anónima y profunda.
Estoy encerrado y sin luz, es cierto,
y huele a sangre donde vivo.
Recibo mi plato de comida y una llave,
pero yo elijo esta libertad,
que he construido piedra a piedra
para no volver a ser desterrado de mi vida,
a este lugar donde cumplo una condena
y finjo ser culpable.

ESTÁN DANDO GOLPES EN MI PUERTA
Y ES DE MADRUGADA

Están dando golpes en mi puerta y es de madrugada.
Mis enemigos están a punto de tumbar la puerta
y mis amigos que huyen taponan la ventana de escape.
La única salida es escapar por el retrete
y esperar a que se marchen a buscar otra presa.
Un sacrificio inútil que ellos no merecen.
Traen todo lo necesario para cortarme en trozos
y saciar el hambre que no los deja dormir.
Puedo respirar el miedo que los ha traído aquí
y oír el jadeo de sus almas sin sosiego.
Luchar es un suicidio heroico demasiado agotador.
Dejarme comer y viajar sus intestinos no es mejor
que huir por las cañerías con las heces de mis vecinos.
Imaginar mi corazón en sus manos y oler la sangre
de sus trajes de carniceros, estéticamente
tampoco es una opción que pueda seducirme.
Pero quizás si imagino que no estoy aquí,
que aún no he vuelto a casa y sigo en tu lecho
dejándome amar como el último día de mi vida,
en ese instante en que la muerte es eternidad,
podría realmente quedarme abrazado a tu cuerpo
y ser salvado de morir en otros brazos.
Podría la muerte salvarme de la muerte
al escuchar el jadeo de los enemigos en mi cuello
y al descuartizador poniendo cada fragmento
de mi cuerpo recién cortado en sus manos

EN LA DISTANCIA UN FUEGO NOS CONSUME

En la distancia un fuego nos consume.
Los que van dicen que es el amanecer,
y es el atardecer para los que vuelven
a pie por el horizonte que toma Dios
tímidamente con la punta de sus dedos.
Ha sido un largo viaje hasta la casa.
Hemos encontrado de todo en el camino
e hicimos cualquier sacrificio para llegar.
Abismos que conducían al fin del mundo,
olas y piedras tal altas como paredes
en senderos compartidos con alimañas.
Sin estrellas en el cielo más profundo
nos hemos guiado a los lejos por la casa
que ardía lamiendo el cielo con sus llamas.
A nuestro paso hemos cargado los despojos
de quienes no tuvieron fuerzas cuando huían,
comimos de ellos y guardamos para seguir.
El desierto ha venido hasta nosotros,
y lo hemos cruzado predicando la llegada
a la casa que íbamos a salvar de las cenizas.
La nieve ha iluminado las noches sin luz
como estrellas arrancadas del cielo.
También hemos muerto y fuimos devorados
por la propia familia que cantaba y bailaba
en torno del fuego de la casa sin techo
que resplandecía en medio de la nada.
El viaje ha sido largo y la casa nos llama.
Se oyen gritos, llantos, oraciones y cuchillos.
Se huele la sangre que hierve en la cocina.
No importa si vas o vienes, si huyes o vuelves,
la belleza dolorosa que a lo lejos lucía,
siempre está en ti aunque no quieras,
desangrándose como el perro en el jardín.
De nada ha servido andar en sentido contrario,
cambiar la señal de los caminos,
nombrarla con otro nombre en los mapas.
La casa siempre estará en ti, aunque no estés.
Y cuanto más lejos andes, más cerca te creerás
porque es su sombra, no su fuego,
lo que te aproxima a su destino,
incluso si mueres con los brazos cruzados
en el otro lado del mundo.
La casa que sueñas nunca te abandona.
No hace falta tu regreso, va en ti
aunque no vuelvas y aunque la olvides.
Y nunca dejará de arder en la nada,
entre los largos dedos rosados de Dios
como un cigarrillo en la cita del que espera.

El poeta hondureño Salvador Madrid, el cubano León de la Hoz, la panameña Maritza López-Lasso y el español José Pulido, entre otros, en el Colegio Fonseca de la Universidad de Salamanca (Foto de Jacqueline Alencar)


LEÓN DE LA HOZ. Santiago de Cuba, 1957. Ha publicado Coordenadas (La Habana, 1982); La cara en la moneda (La Habana, 1987); Los pies del invisible (La Habana, 1988); Preguntas a Dios (Madrid, 1994); La poesía de las dos orillas. Cuba (1959-1993); (Antología), (Madrid, 1994); Cuerpo divinamente humano (Madrid, 1999, 2021), ilustrado por RobertoFabelo; La semana más larga (Madrid, 2007, 2018); Los indignados españoles: del 15-M a Podemos (Madrid, 2015); Vidas de Gulliver (Madrid, 2012, 2016, 2017 y 2018); La mano del hijo pródigo (Madrid,2019). Ejercicio de convivencia. Guía emergente para sobrevivir al virus y no morir de aburrimiento (Madrid, 2020). En Cuba, entre otros premios nacionales, obtuvo los que fueron los más importantes entonces, el “David” (1984) y “Julián del Casal” (1987), ambos de la Unión de Escritores y Artistas de Cuba (UNEAC). Trabajó como Asesor de Talleres Literarios, Secretario Ejecutivo del Consejo Técnico Asesor del Ministerio de Cultura, dirigió la revista cultural La Gaceta de Cuba dentro de la isla y más tarde los inicios de Otrolunes en el exilio. Ha sido incluido en numerosas antologías, entre otras, Poesía cubana: La isla entera, Felipe Lázaro y Bladimir Zamora (Madrid, 1995); Los ríos de la mañana, Norberto Codina (La Habana, 1995) Las palabras son islas. Panorama de la poesía cubana del siglo XX, Jorge Luis Arcos (La Habana, 1999); Antología de la Poesía Cubana, Vol. IV, Ángel Esteban y Álvaro Salvador (Madrid, 2002) y Poemas cubanos del siglo XX, Manuel Díaz Martínez (Madrid, 2002).




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