Tiberíades tiene la satisfacción de publicar nueve textos de los poetas Rafael Soler (España), Miguel Falquez-Certain (Colombia) y Alfredo Pérez Alencart (Perú-España), los cuales hemos seleccionado de sus antologías publicadas por Nueva York Poetry Press, editorial dirigida por la poeta y profesora Mar Russo. Forman parte de la colección Piedra de la Locura, presentada el 17 de octubre en la Sala de la Palabra del Teatro Liceo, actividad que formó parte del XXVI Encuentro de Poetas Iberoamericanos.
Los tres poemas de cada uno fueron tomados de las antologías ‘Demasiado cristal para esta piedra’ (Soler, 2022, compilada por Lucía Comba), ‘Hipótesis del sueño’ (Falquez-Certain, 2019, 2023, antología personal) y ‘Trofeos de caza’ (Alencart, 2023, antología personal). Las fotografías son de Alex Lorrys, Aída Acosta y María Elena Blanco.
RAFAEL SOLER
(España)
Donde de nuevo nace todo
Hay labios que no navegan nunca
y hacen del beso su frustración primera
labios tardíos de algas coronados
con la conciencia limpia
para surcar el hielo
echando a los amantes por la borda
y hay labios de universal dominio y pleitesía
labios tijera así desdén para otras bocas
que hacen del carmín un estandarte
labios caimán
que besando culminan una historia
y por besados recuperan
su decir bibliotecario
labios vudú amor como los tuyos
enteramente ciegos
de muda voz y mano laxa
para abolir al teutón que llevo dentro
Vencida en ti me reconozco
Recuerdo los alfanjes canela de tus manos
allí donde el talle era primero
acuérdate
traías ceñido el cinturón presta la boca
y escueto prometiste faltar a tus promesas
acuérdate cinco de agosto
los ojos de un cangrejo vigilando
el ancho mar de Rilke
por recordar recuerdo
las nueve estrellas lácteas
el día en que bailaron
desnudas conmigo entre las cañas
y te recuerdo hermoso
por limpio la escalera de tus dientes
por ancho tú como un tanzano antiguo
y me recuerdo hermosa
y me recuerdo hermosa
recuérdame te pido qué pasó luego
si por luego entendemos
nuestro ahora.
Ensayo general con vestuario
Una mujer se observa cautelosa en el espejo
agoniza un anciano de espaldas a su banco
busca el poeta las sílabas precisas
busca el poeta las sílabas precisas
comienza a nevar y son las doce
comienza a nevar
suspira una mujer y son las doce
calla una mujer cuando repite
ahora soy la que dijeron
agoniza el alto mariscal del abandono
calla en su banco cuando dice
no fui el que pidieron
busca el poeta detrás de las cortinas
abre el poeta del sol los monederos
talla el poeta su impaciencia oscura
comienza a nevar
copos de a cinco uncidos por el viento
cumpliendo su destino
maldice el anciano mírate
sonríe la dama mírame
acecha el poeta mírales
comienza a nevar
desde la cuna al nicho.
Rafael Soler (Valencia, 1947) Ha publicado seis libros de poesía: “Los sitios interiores” (1980, accésit del Premio Juan Ramón Jiménez), “Maneras de volver” (2009), “Las cartas que debía” (2011), “Ácido almíbar” (2014, Premio de la Crítica Literaria Valenciana) “No eres nadie hasta que te disparan” (2016) y “Las razones del hombre delgado” (2021), así como las antologías “La vida en un puño” (2012) y “Leer después de quemar” (2018). “Vivir res un asunto personal” (2021) recoge su obra completa. Autor también de seis novelas y dos libros de relatos. Ha sido invitado a leer sus poemas en más de quince países, y libros suyos han sido publicados en Hungría, Japón, Italia, Estados Unidos, Ecuador, Paraguay, Bolivia, Honduras y Perú.
MIGUEL FALQUEZ-CERTAIN
(Colombia)
Ordalías
Sólo mientras lo miran tiene belleza el que es bello.
Ahora y siempre dignidad, el que es digno.
―Safo, Libro II, 48
Tenías un nombre de patriota que sonaba algo ridículo al conjugarlo con tu cuerpo atlético cuyos músculos parecían estar siempre tensos. Era preciso conocerte: tus pupilas estaban dilatadas por la belladona ― parecías a punto de estallar en una crisis de nervios ― y las palabras salían a borbotones de tus labios. No fue fácil convencerte.
De cualquier modo, luego de un retorno fugitivo por el viejo camino de los abedules, en donde los rojos y los verdes ocres establecían un diálogo de fuego, me complacía sólo en observarte desde una distancia prudente: me sonreías tímidamente y tus dientes a veces se posaban momentáneamente sobre tus labios fulgurantes y carnosos.
Aparté mi mirada un segundo: una brisa turbia y fría bajó precipitadamente por la cuesta y me sentí nuevamente libre. Una luz brilló en el horizonte.
¿Cómo dejar de mirarte si por fin podía poseerte? El hogar caldeaba agradablemente la cabaña y te quitaste la ropa con desgano, tirándola por el suelo mientras caminabas descalzo sobre la alfombra persa. Insististe en hacer el amor frente al fuego y una gota de sudor se desplazó silenciosa sobre tus pectorales: relumbró un instante sobre tu tetilla en donde mis labios bebieron de tu fuente.
Me incorporé y miré al fuego del hogar por un instante y en sus llamas temblorosas se repitieron los temblores de tu cuerpo. La presión de tus muslos porfiaba en un descubrimiento; dejabas de existir en la plúmbea curvatura de las llamas, pero cómo negarme aquel placer inesperado. Nuestros labios se unieron en un segundo eterno en donde tu saliva me confesó tus más obscuros secretos.
¿Cómo sobrevivir sin tu belleza? Después de todo, existe dignidad en los recuerdos.
La sonrisa de Pericles
En el levantamiento del cadáver
la sonrisa sibilina de Pericles
punza el firmamento
sin decir palabra:
fascinantes fábulas
alimentadas por el hambre.
El guerrillero ha muerto
sin embargo. No es preciso
que creamos todo lo que informan.
Allí está la sangre ―
sólo un símbolo en la bandera
de la patria boba.
Rojo punzó que igual corre
por decenas de folletines
decimonónicos. Acaso nunca
a una educación sentimental
fuimos sometidos. Pero igual.
¿De qué nos sirve ganar el alma
si al final perdemos el mundo?
Recuerda que el verbo
fue el principio, aunque otros
traduzcan “la palabra”.
La nariz de Elohim
arrojaba fuego, mas
“nosotros” lo vertimos
como rabia. “Traduttore
traditore.” Inútil intento ―
oxidado, roto. Pero allí está.
“Eran las cinco en punto de la tarde.”
Estadísticas indeseables; ¿hay
que ser “realistas”? Pobre
papá: «Madame Vauquer, née
de Conflans, est une vieille femme
qui, depuis quarante ans,
tient à Paris une pension
bourgeoise… ». Hoy en día,
¿a quién le importa? ¿Habrá
otros que muchos años después
recuerden lo “torcido” frente
a un pelotón de fusilamiento?
La libertad es una palabra
esculpida en una estatua.
Cadáveres exquisitos
(Carta a Verlaine)
Devant une neige un Être de Beauté de haute taille. Des sifflements de mort et des cercles de musique sourde font monter, s’élargir et trembler comme un spectre ce corps adoré; des blessures écarlates et noires éclatent dans les chairs superbes […] Oh! nos os sont revêtus d’un nouveau corps amoureux. […] O la face cendrée, l’écusson de crin, les bras de cristal! Le canon sur lequel je dois m’abattre à travers la mêlée des arbres et de l’air léger!
―Arthur Rimbaud, “Being Beauteous”
Un pistoletazo habría de cancelar todas las posibilidades. Antes, en la campiña, soñaba con tu rostro griego como burilado en la cera mágica de un túmulo ― parecías irreal, aunque podía pasearme desnudo por los corredores de tu casa para siempre desembocar en tus brazos fuertes. Me alzabas en vilo y me sentabas sobre una mesa de roble y me mirabas lánguidamente, tratando de descifrar mis pensamientos en las llamas prusia de mis ojos. Me despertaba extasiado con el sabor de tus besos cerriles en mis labios.
Perseguí mi sueño hasta finalmente conocerte en medio de una turba que nunca entendió la necedad de mis empeños: eras diez años mayor que yo y el yunque de la fama te prodigaba sus apetecidas delicias. Aquello no fue óbice a nuestros desenfrenos y redescubrimos día a día nuestros cuerpos en una demencial lujuria que sólo ofrecía renovados retos.
El-mundo-nos-parecía-un-pañuelo en nuestro insaciable nomadismo, emborrachándonos en todas las cantinas y tabernas que nos topábamos por los caminos polvorientos del continente. La palabra y nuestros cuerpos eran los únicos requisitos. Tú creías en la música, en la obligación de un ritornelo. Yo, a veces, me despertaba enloquecido en medio del desorden de las sábanas y despotricaba contra el mundo tratando de recuperar la cordura en las visiones pavorosas de mi infancia, en la iluminada necesidad del verbo. Tú insistías en creer que yo estaba poseído por el diablo.
Sin embargo, fuiste tú quien nunca pudo comprender mi condición de libertad, mi emancipación de tus requilorios burgueses. Mis orines en la mesa de la élite no fueron apreciados. Tus celos en verdad me tornaron monstruoso y mórbido. Aquel pistoletazo puso término a lo que ya había muerto definitivamente en nuestros cuerpos.
Miguel Falquez-Certain nació en Barranquilla (Colombia). Es autor de diez poemarios, seis piezas de teatro, una noveleta, una novela y un libro de narrativa breve por los cuales ha recibido varios galardones. Licenciado en literaturas hispánica y francesa (Hunter College). Cursó estudios de doctorado en literatura comparada en New York University. En octubre de 2019, la XIII Feria Hispana/Latina del Libro en Nueva York se celebró en su honor. En 2019, Nueva York Poetry Press publicó su antología personal de poesía Hipótesis del sueño. En octubre 2020, Escarabajo Editorial de Bogotá publicó su novela La fugacidad del instante. Nueva York Poetry Press publicó Prometeo encadenado en 2022. En 2023, Abisinia Editorial de Buenos Aires publicó su libro de cuentos Este aire impuro. Su obra aparece en antologías y revistas de Latinoamérica, España y los Estados Unidos, ha participado en ferias del libro en Bogotá, Miami, Nueva York, Nueva Jersey y Santo Domingo y ha sido invitado a festivales internacionales de poesía de Costa Rica (Turrialba), Medellín, Barranquilla (PoeMaRío), Úbeda (España), Nueva York y Riobamba (Ecuador). Vive en Nueva York desde hace más de cuarenta años y se desempeña como traductor en cinco idiomas desde 1980.
ALFREDO PÉREZ ALENCART
(Perú-España)
En días como estos
En días como estos, torcidos, cuando no hay mea culpa
y todo lo preside el cascabeleo de los demagogos
o el envite de celestinas pegajosas, no mataré mi sonrisa
ni mi instinto arquero por los caminitos de la rima,
por el trecho de las llamaradas, por la miel de la connivencia.
Ahora me llamo Universo y me pongo cielo abajo pero
Cerca, muy cerca de las dos mitades del gran cañón.
Déjenme ser bulto incansable, greda giratoria al pie
de la tórtola que voló por el desierto. Ahora
me llamo El Siempre con la ruina de su hacienda
pero ubérrimo de sosiego. Doy fe que el destierro
no me resulta largo, que le hinco el diente
a quien muestra los colmillos. Más adelante pediré
un entierro en el aire. Mientras, síganme
fuera de los templos fríos. Síganme a repartir el trigo,
pero primero a sembrarlo lejos del tedio, sin
liturgias, pero con desbastada Apocalipsis de primicias.
Quiero ver por dentro en días como estos, ver el misterio
que reside dentro de la luz arriba de los dátiles.
Llueven primaveras desde un anillo y ahora me llamo
Jeroglífico. Me doy a explicar cómo se han hecho
las cosas, cómo dentro quedó la vida que no ha sido
devorada del todo. Conservo la marca
y escribo precarias sílabas en la piedra más alta.
Exactamente ahora me llamo Siervo juntando inocencias,
colocando a los demás en la balsa, primero la antorcha
del niño que fractura holocaustos. Al final sube
el tutor absorto imbricado en el tiempo, en su gran
embudo. Dejadme parpadear la sangre de la vigilia
destemplando la osamenta de los ídolos. Dejadme libar
de las antiguas ánforas donde se guarda el vino
del milagro. Dejadme quedar en calidad de prisionero
de mi propia certeza.
En días como estos, de pronto me peso
en la balanza aborigen y me arrullo en el meridiano
de su fiebre, de su pulso. Desnudo amor al paisaje
de antaño, verdes lentejuelas a favor de la dicha.
Cantaría en la verbena final, sin pavor al ridículo
de agrietar el silencio en días como estos que trasudan
carroña, que hieden a realidad degollada
zozobrando en torno mío.
Mujer de ojos extremos
(Jacqueline)
Mujer de ojos extremos: soy todo convulsión
durando en músculos de flamígero presidio; soy el juzgado
y condenado cuando me ausento a veces por el otro
tiempo de la manzana; soy el ángel rehabilitado
que te sigue con su ala de amor, gentileza
contra los bárbaros; soy el que desdeña pertenencias
que no hacen falta, manos en ardimiento,
violín flotando por aguas amargas, por soles trizados
pero siempre a tu lado, a las veintitrés lunas de tus huesos,
a tus noches henchidas quedándose para que bese
tus sueños y cosquillee tu torso hasta volverte
gacela del Líbano viniéndome cuidadosa.
Tú, que tienes de Querubina, alúmbrame con luciérnagas
y cuida mis desgracias, mis espectros de dos lenguas,
mis miradas deshilachadas, mi vida individual
y colectiva: cuídame hasta la última edad, diluvia
en mi fisiología, relaciónate, relígate, ora conmigo ahora
y en la hora del gozo, del llanto de la exacta realidad,
creando a fondo la comunión carnal y los vientos
favorables del espíritu.
Yo te necesito, mujer de seda y acero: necesito tus ojos
extremos para crucificarme tan de continuo,
para ser testigo de tus llamas sin corrupción, alimento
para mi supervivencia que ya rectificó su rumbo
y atraviesa tu noche única de prodigios como si hubiese
sido un sueño apretado a nosotros mismos,
en plena acción de tierras y cielos aplicándose
al oído tus susurros y los míos.
Mujer: espósame con invocaciones
que nombran lo amado, con emoción continua, con risas
que destellen eternidad y asedio a mis partes mortales,
aisladas por tu respiración en mitad de la almohada:
centro vivo, pulsación que me concierne, cerebro febril
gravitando en la certeza de mis manos, movimiento
libre de tus nervios principales en cuya rotación
nunca quedo a oscuras.
Mujer de ojos extremos: te cobijo ahora que sientes frío
y el ruido del mundo atasca historias a la orilla de tu río,
de tu bosque, de tu cielo de tantas estrellas,
allí donde bailé contigo baladas y promesas
hasta hacerse agua nuestra boca tan temprano, juntos los dos
pero distintos a todos, éxodo tras éxodo para gestar
al unigénito portador de todas las sangres
de aquellos forasteros
que nos legaron un corazón alejado del odio.
Yo te beso,
mujer madurada bajo el roce íntimo
de mis días vertiginosos.
Te beso
porque cabes en mis brazos
y giras tu curva esplendorosa
para que te respire
como a la esposa del amor
que está junto a mí
en todas las resurrecciones.
Poema para momentos difíciles
Permíteme decirte
que si el frío alambre del oscuro invierno
hiende sus oxidadas púas sobre tu garganta,
nada está perdido todavía.
Y si ahora tu cuerpo es objeto de cóleras
comunicables paseándose por él para hacerle ruina,
mira cara a cara a la vida
aunque la afiliación del hombre
sea con la muerte.
Hay un pacto de honor entre la vida y la muerte,
un grano de misterio
que porfía en medio de cualquier desastre
y no se cansa de arder,
fiel al arca de las visiones cuyo único tiempo
está grabado en tu memoria.
Permíteme decirte
que así se flota como una estrella
cuya luz quiere ser robada. Así se aguanta
hasta el próximo diluvio. Así se aprenden
himnos que logran despertar estatuas.
Así tu sombra viaja todos los días
con los ojos llenos de pájaros y enigmas.
Este es un vals privado que acompaño de violines
para que sólo tú recuerdes.
Tú, que quieres vivir con los huesos completos.
Tú, que has ido quitando telarañas de la casa paterna.
Tú, que sorbes poesía como medicamento del alma.
Tú, que tienes voluntad de seda y acero.
Tú, que deseas oír el zumbido de los cometas.
Tú, que sabes de alegrías y lamentaciones.
Tú, que aspiras abrazar todo aquello que mana del amor.
Permíteme decirte
que el firmamento no se ha gastado todavía
y que hay principio y hay continuación
en esta guía de viaje cuyo destino está más abierto
que los sueños.
¿Acaso no has visto tantas aflicciones en los pasillos,
tantas grandes letras negras
dando cuenta de vencidos rostros?
Los ramajes del habla están contigo
y sigues destetándote con nieve derretida,
combatiendo más allá de la víspera
apoyada en el aliento esencial de los creyentes.
Menos sollozos en momentos difíciles.
Menos equívocas realidades.
Menos músicas enmudecidas.
Menos llamas que no queman.
Menos campanas enmohecidas.
Menos desórdenes dispuestos a hacerte volar
de nuestros ojos.
Yo sé que tu salud responde a la llamada
de mi voz bordadora de entusiasmo.
Y aunque no está en mis manos renovarte
las células favorables,
soplo en tus venas para quitar fiebre al calvario
y anunciar que algún suceso alegre
picoteará tu cena de las noches venideras.
Permíteme decirte
que la cita no está convenida
y que debes volver a podar los rosales
(como en el pasado, como en el futuro),
viviendo felizmente con la vida que te sobrevive.
Así es:
la vida es una historia contada por pastores
cuyo pregón genera temblor en nuestros pechos
y en el polvo profundo
y en el resplandor que nos resucita.
Te digo y te vuelvo a decir
que toda cascada de tribulaciones se hará trizas
mientras estés visitada
por el hijo de los terrestres testimonios.
En este mundo
dientes viejos resultan las angustias,
y por ello,
para tu cuello,
elaboro con palabras balsámicas
este collar que sabrá
cómo calentarte durante el invierno.
Alfredo Pérez Alencart (Puerto Maldonado, Perú, 1962). Poeta y ensayista peruano-español, profesor de la Universidad de Salamanca desde 1987. Es miembro de la Academia Castellana y Leonesa de la Poesía y de la Academia de Juglares de San Juan de la Cruz de Fontiveros. Director, desde 1998, de los Encuentros de Poetas Iberoamericanos que se celebran en Salamanca. Su poesía ha sido parcialmente traducida a 50 idiomas y ha recibido, por el conjunto de su obra, el Premio de Poesía Medalla Vicente Gerbasi (Venezuela, 2009), el Premio Jorge Guillén de Poesía (España, 2012), el Premio Humberto Peregrino (Brasil, 2015) y la Medalla Mihai Eminescu (Rumanía, 2017), entre otros. También es presidente del jurado del Premio Internacional de Poesía António Salvado-Ciudad de Castelo Branco (Portugal) y del Premio Rey David de Poesía Bíblica Iberoamericana (España). Tiene publicados veinte poemarios y plaquetas, diez antologías y un volumen con cincuenta entrevistas a él realizadas, ‘Libro de las respuestas’ (Betania, Madrid, 2020), seleccionadas por la poeta y traductora búlgara Violeta Boncheva. También se han publicado seis libros de ensayos sobre su poesía, con trabajos de más de doscientos académicos y escritores.