Poemas de

Samuel Ronzón: ‘La prueba decisiva’ y otros poemas del libro “Todo sucede al mismo tiempo”


LA PRUEBA DECISIVA

Esta es mi casa: el sol en la cocina
y el jardín en mi habitación. Te saluda
el polvo de los muebles. ¿Cómo empezar?
Podría sobre cualquier cosa,
pero de tanto silencio estallan las palabras.

¿Dónde buscar una línea que me arrastre al poema?
Piensas que me fui por el rumbo equivocado,
que entré por una puerta no prevista,
por cortar con tijeras imaginarias
un alboroto de pájaros.

Hace tiempo que la poesía huyó
de los libros arrasando
con los prometeos domésticos,
mientras afuera miles de pajaritos
de cuello duro son deportados.

En un país que es una larga fosa clandestina,
donde los zapatos ya no quieren caminar
con nuestros pies, mi lengua afina
una guitarra en su estuche de oscuridad.
¿A eso le llamas depresión?

Según Baudelaire la muerte
zarandea nuestros cascabeles
y martillea pecho y frente.
Yo creo que la muerte nos prepara
para salir más rápido de la muerte.

En el arte del desnudamiento
no exijas lo imposible.
En tiempos difíciles,
echarse a andar
es la prueba decisiva.

Lo que necesitaba era que gotearan
pájaros de mi mano;
saber que un poema
es una extensa geografía
que se reduce a un brote de cerezo.

A los sesenta y tres no es fácil cambiar.
Desde esta habitación no puede verse el mar.
Ayer era jueves y hoy también jueves.

Recuerdo los lugares que hace mucho no existen.
Los hombres que recuerdan caminan lento.

Quisiera no haber hablado con víboras y sapos.
Hace meses no me sentaba a caminar.
Desperté tarde. Sentirme tigre me hizo escribir
la suma de mis manchas. Todo fuego
es una máquina de calor y de ceniza.

Cuando ya no cante para olvidar
los escombros, sabrás lo mucho que gané
con lo que dio fuego a mis manos.
No perdí nada.
Partir es dar dos pasos fuera.

 

MÁS ALLÁ DEL SILENCIO

No sé si los poetas sean hombres de bien;
ni sé qué poeta quisiera ser.
Uno cuelga nubes en las paredes
por darle sentido a su vida.
Es como un respirar de pájaros
que huyen, quedándose;
reconquista del terreno perdido,
desde la superficie al fondo;
casa por construir.

Los poemas huelen a lluvia.
Muestran las partes íntimas,
al decir lo que de otro modo
nunca puede ser dicho.
No necesitan causa ni perdón,
y convierten al ojo en lo mirado.
Cohabitan con oscuros animales
de un horizonte imaginario.
Por lo general, reciben
aplausos invisibles.

¿Qué marca de perfume de éxito
habrá utilizado Szymborska?
¿Cómo se curó del mal de ojo?
¿Quién es ese alguien que después
de cada guerra tiene que limpiar
y poner orden a las cosas?

CAVAFIS MEDIANTE

En adulterar el fuego soy un principiante
de fiebre silenciosa.
Debería estar escribiendo odas obscenas.
El sexo que se dibuja en el agua:
¿a quién espera? ¿Hacia dónde camina
antes que los presagios?

En la entrepierna se ve el coletazo del alacrán.
Afloja su ropa y sus labios no dejan de ulular.
Un cetro erecto tajado sin sol sonríe nervioso
al vendedor de las paletas de hielo lento.
Un endecasílabo moja el aire.
Bajo el peso del agua el deseo responde.
Un joven tensa el dintel del aire:
feroz hormigueo en sus manos.

Sin arder se enciende la carne;
y la palabra te agarra por dentro,
como una mano que prolonga
el beso de una caricia.

No permitas que el viento camine con muletas.
No me conviertas en una ola de puntos suspensivos.
Que de tu cuerpo a mi cuerpo
la distancia no sea una interrogación.
Ya el bulto de mis pantalones
mengua las sílabas entrecortadas.

Deja que la astucia de mis manos
abrigue al capricho del instinto,
con tus azucarados muslos de azúcar.
No, la juventud ya no es mía.
Dejé de masturbarme ante la nada
(porque los poemas se escriben contra la nada),
y ahora hago semen de la ruina.

Debí de haber desconfiado de alguien
que no se despeina; y de la medialuna
de sudor en sus axilas.
Atrás las noches con sus velas deformes
cuando el “no” fue su gran derrota.
Los deseos pasaron sin cumplirse,
sin alcanzar la plenitud,
sin haber tenido un amanecer.

Avanzan mis lecturas
sobre el alma y el sueño
con este atardecer que suda bostezos.
Cavafis mediante, gastaré mis zapatos,
mientras me enfervorizo
de encontrarnos
debajo de las sábanas.

Para que las horas sigan erguidas,
lo que importa no es hacer las cosas bien,
sino hacerlas despacio y con buena letra.
En sábanas que huelen a carne joven,
en labios que seducen y se adentran,
en eso creía.


CON LA PALABRA NOCHE

Canto la noche de patas delgadas.
Guardo en sus gavetas silencio de humedades.
Noche que en algún sitio sienta a la belleza
en sus rodillas y amarga todo
con su partícula de odio.
La noche es un asidero,
una esquina de truncadas imágenes.
Detrás de sus ojos está el abismo
que contemplamos indiferentes.
Cuando no hay nadie en el espejo,
mi lucha estalla:
un verso que no refleja mi noche.
A través del ojo de nuestros ojos
corre el vino del alma.
La noche es una roca que escalas
o desciendes. Pido tu oído
para continuar escalando.

Di sepultura a un hombre que en el cristal
de su noche escribió: soy la otra muerte.
En este instante inmenso, la flor
del durazno deja de oler
igual que su sombra.
Hablé de ti
y es de mí de quien escribo,
poco antes del amanecer,
aún en el fragor oscuro.
Las varas de la noche en tu piel
rotas en un tamborileo de recuerdos
mueren de cansancio.
Hablé de mí y vuelan
tus palomas despedazadas.
Acuchilló el fracaso la carne ardiente.

Confundí el verdeoscuro de las noches
a medida que el vocablo escapaba.
La ausencia es una oscuridad que muerde.
Las manos se sueñan de noche.
La fruta se pudre comiéndose el fruto.
La lengua seductora recorta el vuelo.
Entras por mi oreja izquierda.
Nadie entrega un ramo de esperanza
cuando robas el fuego nuevo en busca
de adjetivos que hieren.
La noche del futuro, la noche del ayer,
la misma sombra, sobrecrecido y doloroso
abrazo con las sílabas vueltas a contar.
Una flor al centro de mi escritorio.
La noche vela al apagarse.
El hombre es una respuesta que cae,
como un denso aroma de flores.

Noche de mendigos. Noche
de peces brillando entre las piernas.
Noche de saurios bajo las sábanas.
Noche de sauces llorones que caminan
en el recodo tuyo. Noches
que recorren tu torso, ardiendo
que arden a mitad del salto.
Lagartija noche que busca mástiles fantasmas.
Noche elefante con voz de elefanta.
Noche que parte de la intimidad
de un estacionamiento hacia blancas caricias.
Noche de uno ochenta con ojos verdes.
Noche de pezuñas enamoradas
en el andamio de las pesadillas.
Noche que cultiva rosas
para verlas marchitarse.
Noche que conmueve al corazón,
no a los sentidos.

Noche a favor, martillo en contra.
Noche tú las palabras.
Cerca, lejos de nuestras zonas íntimas.
Anda. Desnúdate. Villon
se masturbó frente a todos para gloria,
esperanza, aplauso de Europa.
Principio, final del poema.
Era mejor abrazarte aquí.
No después.
Palabra inútil.
No casualidad escribir sin escribir.
Es apetencia, dolencia, ausencia
de un tigre herido cuando el deseo,
no puede transformar
orquídeas en lenguas.
Dos las palabras que de noche
nos abren a mordiscos
las puertas del mundo.
Si las cierran
entramos por la rendija.

Samuel Ronzón, (Ciudad de México, 1957), estudió Administración Pública en la Facultad de Ciencias Políticas y Sociales de la UNAM. Participó en los talleres de creación poética de los poetas Juan Bañuelos y Mario Bohórquez. Coordinó el Taller de Poesía en el Aire transmitido por el Instituto Mexicano de la Radio. Su libro Concierto para un Hombre Solo se editó en la UNAM en su Colección El Ala del Tigre. Poemas suyos han aparecido en diversas publicaciones, entre ellas el volumen Poesía México-Quebec. Así mismo, en El Lejano Oriente en la poesía mexicana, aparece su poema Ganeshpuri revisited.  En 2010 fue invitado al XII Encuentro de Poesía Latina celebrado en Morelia, Mich. y al IV Encuentro Internacional de Poetas en Huari, Perú. Ganó el Premio de Poesía organizado por el Ayuntamiento de Puerto Vallarta, Jal. en 1986, en 2012 los Juegos Florales de San Juan del Río en su categoría “Elogio” y en 2013 el Premio Nacional de Poesía Nezahualcóyotl. Pertenece a la Unión Latinoamericana de Escritores y a la Casa del Poeta Peruano. Colabora en la Revista Anestesia (edición digital). En 2021 el Fondo Editorial de la Universidad Autónoma de Querétaro publicó su libro de poesía Todo sucede al mismo tiempo. En 2023 participó en el I Encuentro de Poetas Iberoamericanos celebrado en la Ciudad de México.

Los poetas Alfredo Pérez Alencart y Samuel Ronzón, en Ciudad de México




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