Poemas de

‘El día de las letras’ y otros poemas del costarricense Carlos Villalobos

Tiberíades se complace en publicar una muestra de poemas de este autor invitado al Segundo Encuentro de Poetas Iberoamericanos Sede Ciudad de México, dirigido por la poeta Carmen Nozal siguiendo el modelo del Encuentro de Poetas Iberoamericanos que este año celebrará en Salamanca su XXVII edición.


El día de las letras

Bajo el brazo lleva una caja de grillos con punta
y un papalote que va dormido.
Es el primer día en la cueva
donde Platón atisba las muecas del otro lado.

Es cierto que los ríos no van a clase.
Quizá por eso se sienta en la última fila
para que todos sepan que no ha venido.

La maestra suplica atención como si pidiera
por amor a Dios
que la dejen ser feliz.
Ella enseña a imitar la lluvia con un lápiz de paciencia
y asegura que dos más dos es la suma de la buena suerte.

Yo tampoco sé leer en este punto del camino.
También me siento atrás para que todos sepan que no he venido.

El río
que no es tonto
aprende rápido las tablas del porvenir
y recita de memoria el alma de las letras
incluso de aquellas que nacieron sin garganta.

En el río trazo un mapa que me sirve como espejo
luego sigo el desvarío de los héroes que me llevan por sus aguas.

Poco a poco aprendo que la palabra fuego quema cuando sale de la boca
y que el mundo allá afuera es redondo
redondo como el hambre.


La congoja

A mediados de noviembre algún dios borracho vomitaba el cielo.
Lo recuerdo bien porque los perros se convertían en pozas de agua
y el río
atragantado de lluvia
corría a guarecerse en la cocina de mi abuela.

Se nos mojaba el hambre
y el agua de lavar el miedo.

Un ratón a punto de morir era el sol de aquellos días.
Entraba por las rendijas
y pedía
casi a oscuras
un poco de alcanfor para sus huesos.

Las ánimas benditas del Santo Purgatorio
oían por las noches nuestros ruegos
y a pesar de los barriales
venían a calentar el humo y la ceniza
pero la santa voluntad de Dios es así
dice abuela
y nadie seca
sin su mano
la humedad de la pobreza.

Los machetes ebrios

Mi madre le arrancó los ojos a la ventana
y me escondió en el cuarto.

Afuera una voz discutía con el trueno
y en el nombre de mi padre predicaba maldiciones.

Yo hubiera querido no entender las piernas
que temblaban en el cuerpo de mi madre
pero afuera una mano
y un cuchillo
exhalaban el hedor de los infiernos.

Es un machete loco que está borracho
susurró mi madre.
Es un borracho que está machete de locura
atinó a decir abuela.

El cuchillo hablaba de matar al río
y la mano fiel al filo lo seguía.

El río supo a tiempo que lo buscaban las heridas.
Sabía bien que sus enemigos en este pueblo
cuando están borrachos no respetan los alambres.

Entonces ensilló el miedo
y huyó a la cueva donde duermen los que huyen.

El machete juró que le cortaría las rodillas hasta verlo hincado
juró que le cortaría la lengua hasta verlo sin palabras.

Mi madre abrió la puerta y se arrancó el silencio.
Le pidió que vaciara los demonios.
Le dijo que por Dios se fuera
que mi padre no estaba
que ahora mismo era un río
río abajo
donde no es posible que lleguen vivos los machetes ebrios.

 

Asma

Yo nací con un gato adentro que maullaba noche a noche.
Dormido en mi pecho hablaba de los truenos
en una lengua de fantasmas.
Mi madre lo alimentaba con aceite de tomillo
pero el gato quería conocer el aire
quería conocer el aire
y me aruñaba los pulmones
como si ahí estuviera la puerta de una cárcel.

A veces tapaba mi faringe con orugas
y no había otro remedio que matarlas
con el ruido de un caballo.

No servía el humo de los grillos
ni el agua de la piedra virgen.
El gato quería conocer el aire
quería conocer el aire
y yo escuchaba sus rosarios
y las uñas del insomnio
y un pequeño colibrí encerrado
en el fondo de su pobre pecho.

Tal vez lo asustó la yerba de mascar recuerdos
que tenía mi padre
o quizá la aguja de tejer hechizos
con que hilaba abuela
las palabras de cada día.
El caso es que una tarde
no sé cómo
el gato abrió mi boca
y saltó por la ventana.


Los recaudadores

No les basta la mitad del aire.
Los recaudadores quieren más.
No les basta el diez por ciento de los ríos.

Quieren más:

las cosechas
los degüellos
el viacrucis.

No bastan los orines que se vuelven vino
ni las manos que corren a entregar el miedo.

Quieren más:

mil rodillas sobre el barro
toda brasa que salte de las minas

un himen en silencio
que alumbre
el desconsuelo.


Lo que sangran estas minas

Es la angustia lo que sangran estas minas.

Son los ojos del odio lo que brilla
en cada piedra.

No hay lámpara que alumbre
un dios
en el fondo de los cerros.

Aquí jadean las manos del miedo.
Aquí se pudre el día como otro niño
que no aprendió a decir el nombre de sus padres.

Las naves que salen de Perú
no llevan pedazos de sol para los reyes.

No.

Lo que empuja el viento hacia Castilla
es un barco de tristeza.

Lo que lleva el mar en sus bodegas
es una fosa común

toneladas de oro
para hacerle un altar
a la miseria.


Tortura

Lo juro.
Son perros que huelen
en el aire
las letrinas del infierno.

Son fieras de Falaris con puñales
hasta el fondo.

Si alguien se emborracha con sus propios sueños
ellos llegan
y amasan el dolor
y amasan el dolor
y amasan el dolor
hasta que duela.

Lo juro.

Le arrancan la verdad a cada rayo.

Cavan túneles en los huesos de la noche.
Tienen pozos donde solamente
se puede beber la sed
y nada más.

Tienen celdas donde espera su sentencia
la poesía.

Carlos Manuel Villalobos, Costa Rica, 1968.  Ha obtenido, entre otros, los siguientes reconocimientos: Premio Internacional de Novela Corta “Diario Jaén” (España, 2023); Premio Internacional de Poesía “Vicente Rodríguez Nietzsche” (Puerto Rico, 2023); Premio Internacional de Poesía “Dolors Alberola” (España, 2022); Finalista del Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador (España, 2022); Finalista del Premio XXVI de novela Ciudad de Salamanca (2022); Premio UNA-Palabra en el género cuento (Costa Rica, 2019); Premio Brunca de la Universidad Nacional de Costa Rica (2014) y Premio Editorial de la Universidad de Costa Rica (1999).
Publicaciones literarias Poesía: Un río sonámbulo (2023), Cambio de Dios (2023), Fosario (2022), Altares de ceniza (2019), El cantar de los oficios (2015), Trances de la herida (2015), Insectidumbres (2009), El primer tren que pase (2001), Ceremonias desde la lluvia (1995) y Los trayectos y la sangre (1992). Cuento: Curación de la locura (2020) y Tribulaciones (2003). Novela: El libro de los gozos (2001) y Donde Nadie (2023). Ensayo: Los extremos de la imaginación (2022) y El ritual de los Atriles (2014).
Es doctor en Literatura Centroamericana, máster en Literatura Latinoamericana y licenciado en Periodismo. Se desempeña como docente en la Universidad de Costa Rica, donde imparte Semiótica y Teoría Literaria. En esta institución ha fungido como vicerrector de Vida Estudiantil y director de la Escuela de Filología, Lingüística y Literatura.




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