Poemas de

Carlos Enrique Rivera Chacón: ‘Barro de Dios’ y otros poemas. II Encuentro de Poetas Iberoamericanos, sede Ciudad de México

Tiberíades se complace en publicar una muestra de poemas de este autor invitado al Segundo Encuentro de Poetas Iberoamericanos, Sede Ciudad de México, dirigido por la poeta Carmen Nozal siguiendo el modelo del Encuentro de Poetas Iberoamericanos que este año celebrará en Salamanca su XXVII edición.

BARRO DE DIOS

Somos genética
de dioses sin crepúsculo
moviendo el instinto del silencio,
como si fuera la miel
de un cuerpo desnudo sin nacer.

Seres vulnerables
dibujados en el manto
del hálito trashumante,
que se acumula en el hueso
mientras nos pellizca el sol.

Somos eso que se llama piel con alma,
homo sapiens en la palabra,
casi dioses…
en el barro de Dios.

Cuerpos que respiran
acoplados a las lluvias
que los inunda,
bostezos de sal en el polvo
y en la sombra.

Somos pájaros luminosos
en la infinitud de las cosas raras,
pecados vacíos…
Rectas sumisas del anatema…

MI CASA

Mi casa es un rincón de piedra
argamasa y pintura,
donde las hormigas sueñan
entre boronas de pan.
Un bohío entrelazado
con la tierra y el viento
y lleno de mariposas informes
y silencios enanos.

Un jardín la separa
de las muchas ilusiones
sembradas en el barrio.

En su puerta
hay un instante cautivo
que besa el rostro de quien la visita,
y por esa cerámica rara
sentada en los brazos del piso,
las horas del reloj de pared,
esperan que los pasos del amor
llenen el pensamiento.

Mi casa, es eso,
un jardín lleno de sol,
de naranjas y melones
y muchos otoños de plomo
sentados en la escalera.

Mi casa, es una idea de latón,
hierro y cemento
donde los sueños refrescan su ternura
en cada pedazo de piedra.

LLUVIA

A Julieta

Amor
está lloviendo.
Estoy salpicado de tus besos
y lamiendo tu caricia.
Deja que la lluvia nos traspase
hasta el último tuétano del cuerpo.

Amor,
cada instante
de esta vorágine invernal
calienta el ansia de mi arteria,
quiero sucumbir
entre tu beso húmedo,
o en la brizna total
de tu empapado abrazo.

Amor,
está lloviendo,
las gotas nacidas esta noche
están pariendo los océanos.
Nuestras bocas tienen sed.
Volvamos a las cosas nuestras,
aneguemos nuestro cuerpo de esa furia,
de esta pasión que nos arropa…
Estamos solos…
Seamos cataratas desbordadas…

DESPUÉS DEL ABRAZO

Cerca de mí hay un bosque
que grita los ensayos del amor.
Llama al encuentro.

Las miradas son líneas de luz,
voces intransigentes
que arrugan el mensaje.

La cercanía permite
en la silente búsqueda de los milagros,
encontrar el calor del hermano
y repartir la abundancia entre todos.

Después del abrazo
el frío abriga el sueño
que hurga en la palabra
y cambian los colores del mar
por la verdad del arco iris.

En la mesa el pan se multiplica
y las manos se entrelazan.
Si yo no entendiera
a la brisa y sus consejos,
no disfrutaría del amor
que habita en mis ojos.

TU PRESENCIA

En el niño que nace cada día
retando al sol y a los crepúsculos.
En el color del plumaje de las aves
que besan el momento
al eternizar al aire.

En el pez que respira en lo profundo
y sus burbujas se convierten en marea,
en la oruga hambrienta de belleza
que decide convertirse en mariposa.

En el hermano y su mirada,
en la luz que viste la mañana,
en la palabra que nos lleva hacia el camino
donde están sembradas Tus Metáforas.

En la raíz que sosteniendo al árbol
lo abraza y lo conduce entre la niebla.
En el llanto de la madre,
en la armonía total del universo oscuro
y en la luz que apurada se levanta.
En el salvaje mundo de las fieras
y en la belleza pertinaz de toda flor,
en la dinámica de cada ecosistema.
te amo oh, Dios
en todo lo que existe.

SINFONÍA

Hay música en todos los silencios,
ecos alegres, ligeros,
ruegos de notas
ligada una a una entre compases.

 Musas sonoras.
Sinfonía del infinito
curvado, abstracto, armonioso.

Sinfonía candente.
Momento de acordes liberados
que se guardan en el sosiego de la espera.
Música de lo abisal.

Un allegro moderato
rápido, vibrante, sostenido
en función de la consonancia
que invade con fuerza,
e invita a soñar.
Negras blancas y corcheas
que danzan en el viento.

Un adagio que arremete lento,
andante con moto
que calma la furia del allegro
mientras llega el scherzo sublime que trasciende
De su calma despierta el allegro fortísimo,
rápido, dinámico, estimulante
que pone fin al embeleso.

Sinfonía por siempre…

El poeta Carlos Enrique Rivera Chacón



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