Poemas de

Melissa Sauma: El peso de las credenciales

El peso de las credenciales


“un mismo espejo es todos los espejos,
y el pasaporte dice que naciste y que eres
y cutis color blanco, nariz de dorso recto,
Buenos Aires, septiembre.”
Julio Cortázar


Eso que nos hizo anunciar lo que fuimos
el discurso que nos precedía
la necesidad de definirnos
de encajar en un cuerpo mayor que el propio cuerpo
de buscar en el otro lo que nos certifique.

El título que antecedió al nombre
el slogan
la breve biografía en la solapa del libro
el epitafio
nuestra frase favorita
la imagen que más nos gustaba de nosotros mismos
y solíamos colocar en todas las cartas
de presentación que nos pedían
la hoja de vida
la calcomanía en el vidrio del automóvil

haber sido durante tanto tiempo
el hermano del medio, el mayor o el último
el hijo único

las insignias del explorador
el cuadro de honor
el pin del ejecutivo
el anillo de compromiso
un premio de nombre largo, algo que suene bonito
la polera de Pink Floyd
las películas que vimos
los planetas que regían nuestros miedos
tres defectos y tres cualidades que nos describían y
por qué deberían habernos contratado

estado civil y número de hijos
eso que nos preguntaban
en el formulario de solicitud de un crédito,
en la primera cita en la primera entrevista
equipo de fútbol y partido político
religión y deporte que practicamos
lo que hacíamos con nuestro tiempo libre
el saldo a favor o en contra
la procedencia de nuestros apellidos
las personas que conocimos
los libros que leímos
las décadas que acontecieron
los países en que vivimos
las fechas de nuestros ciclos
los años de matrimonio
o de ruptura
qué tipo de música y qué comidas
qué restaurantes favoritos
los idiomas que anduvimos
el olor de nuestra camisa
el estampado de los calcetines
la lista de reproducción y de videos sugeridos
el tamaño de nuestra letra la mano con que escribimos
cuánto pesamos al nacer cuánto medimos
cuál nuestra manera de desplegarnos ante el mundo

eso que decíamos a un extraño en un ascensor
entre el piso tres y el once:

Hola, me llamo Yolanda y me gustan los girasoles.
Una vez soñé que era un pulpo.

Pero también las Yolandas parecen ser de cierta forma
los girasoles connotan algo preestablecido
y el psicoanalista hablará de tareas múltiples.

Hemos caminado tantos yoes
siendo ese acertijo que alguien buscaba completar
la palabra que le faltaba al refrán
y de memoria dijimos sin comprender su sentido
la etiqueta de la pasta dientes que nadie lee: arcilla y flúor
un álbum de figuritas repetidas

o el prospecto de un ansiolítico.

Pero una noche nos atravesaron los espejos
y el vapor desdibujó el nombre que escribimos en la ventana.

Ansiábamos
el aroma de los cedros
el canto de los grillos
el silencio de la lluvia.

Nos pesaban
el cuerpo
los cargos
y los títulos

Si nada de eso existiera
–nos preguntamos–
¿qué seríamos?


Todo en todo


Pensar que todo está hecho de lo mismo:
de nosotros

que en el suelo que piso estarán disueltos
los huesos de mis hijos
cuando yo no sea más que una frase escrita
en lo que un día fuera parte de un bosque.

Que todo cuanto existe está formado
de una misma materia en distintas proporciones
y un pequeño ejercicio del azar es el que determina
que la rosa sea rosa y el lince sea lince.

Que en cada átomo de mi ser está contenido
el vacío contenido en los átomos de cualquier otra criatura
que es esa la sustancia que compartimos
lo que nos separa y unifica.

Que en la tierra y el agua y el aire y el fuego
está la bitácora del pasado y del futuro
y todo lo que construimos es parte de algo que ya existe
y seguirá existiendo cuando nos hayamos ido.

Que no nos vamos nunca
que seguimos transitando el fluir de la vida
como fósil, nevado, nube o río.

Nacer

Nacer es un acto de fe
muda semilla viajando hacia el alba
destello verde que eleva los brazos
pálidos pies horadando la tierra
húmedo brote presagio de árbol

nacer es un acto
silencioso
de fe.

Cíclica

He sido tantas veces la misma
que hoy quiero ser otra
desvestirme de mí,
despojarme
de todos los adjetivos
que en mi nombre se alzaron,
vaciarme de todos los nombres
que sobre mí han caído,
los que me dijeron
y los que me dije.

Quiero olvidar
las palabras que escribí
las ciudades que amé
los rostros de las despedidas.
Alejarme despacio de esa casa
y caminar tanto, tanto
que ya no recuerde
la calle, el número, los árboles del patio.

Y es que he sido la misma tantas veces
que hoy quiero ser otra
o tantas otras como pueda ser.
Tantas veces que pueda
finalmente
ser la misma.


El vuelo de los fresnos

Los fresnos cuando vuelan eligen ser semilla
despliegan a sus costados finas plumas
alas traslúcidas, naves efímeras
que se lanzan en espirales al vacío.

Los fresnos cuando vuelan elevan blancas velas
planean entre las trémulas ramas de otros fresnos
buscando en el paisaje una señal de permanencia
el espacio luminoso en que su sueño germine.

Cuando deciden volar, los fresnos, visitan sus raíces
beben de la humedad de la tierra el impulso
para el gran salto final, para el inicio
de su nueva travesía más allá del infinito.

Algunos viajan apenas a unos metros
y en cuanto caen se clavan presurosos en el suelo
satisfechos por la proximidad del linaje
estallan de alegría en blancos pétalos.

Otros viajan de forma indefinida
perdidos en la batalla de los vientos
tan lejos que no renuncian nunca
al deleite de ser siempre semilla.

Lo cierto es que ya casi
nadie cultiva fresnos
se sabe que los fresnos
se cultivan a sí mismos.

Un poco de luz y lluvia bastan
un suelo firme
para desplegar entre sus flancos
su promesa de futuro.

Quizás los fresnos no lo sepan
pero poseen una fuerza
latente, contenida
en un espacio diminuto.

Todo el poder de un bosque
condensado en la semilla
la intensidad del sol
en cada brote.

Años después quizás los fresnos
verán volar veleros desde sus latitudes
recordarán el primer salto
evocarán su semejanza con las nubes.

Son indistintos los frutos de los fresnos
intacta fresnitud ser bosque o ser semilla
lo único vital es que los fresnos
recuerdan, ejecutan y replican
la técnica de vuelo de los fresnos.

Personas bajo la lluvia

Los que corren por el mito aceptado en la infancia
los que se cubren la cabeza con la lista del mercado
o con un sobre de papel madera tamaño oficio
los que intuyen que cubrirse es inútil
los que leen poemas bajo orondas gotas
que resbalan deformando el libro
y dirán que las figuras que la tinta escurre
son también poesía
los que huyen de la lluvia como de cualquier cosa
que acaso pudiera alterar el orden
los que buscan el sol en el reverso de las nubes
y miran a contraluz esperando el arcoíris
los que siempre llevan un paraguas bajo el brazo
los que venden paraguas
los que usan impermeable aunque no llueva
los que tienen la piel impermeable
los que son lluvia
los que se quejan del clima y ponen mala cara
los que hacen como si no hubiera llovido
los que bailan
antes, durante y después de la lluvia
los que cantan
para que llueva, para que deje de llover, porque ha llovido
los que ven llover desde la galería y escriben sobre la lluvia
los que clasifican las gotas en tamaño, velocidad y frecuencia de caída
los que catalogan a las personas en situaciones de lluvia
los que escriben tratados de supervivencia a diluvios
los que ponen música y suben el volumen a la melancolía
los que escuchan en la lluvia una música
los que esperan que dure poco porque tienen que hacer mucho
los que no perciben que ha llovido
hasta que el río desborda
y hay que mudarse de país
y ya no hay tiempo
para hacer maletas
o despedirse
de los vecinos.

Bodas de hiedra

Un día como hoy
me casé conmigo

no es un decir
no

yo me casé
con todo el rigor de los rituales
y el ceremonial de las bodas

me vestí de blanco
porque blanco
es el claro de luna
la niebla
la cal

organza bordada
de amplia campana
hombros descubiertos
descalza

corona de flores
sobre la cabeza
crisantemos, lirios
rosas y lavanda

caminé despacio
entre velas votivas
y voces cantando
la marcha de Wagner

fija la mirada
en mi propia mirada
al espejo dije:

juro serme fiel
ahora y siempre
honrarme y amarme

en mi luz
y oscuridad
en la quietud
y el caos
en lo incierto
y lo inequívoco
en lo evidente
y lo que no
en el misterio
y claridad
en lo efímero
e inmutable
que he sido
que seré
que soy

si alguien aquí se opone
puede desandar sus pasos

un anillo de cuarzo
selló en mi mano
esta promesa

la noche fue fiesta
brindé con vino espumante
bailé en el jardín
hasta que el sol otorgara
nueva vida a las sombras
y abriera los botones
del jazmín estrellado

De miel y de nácar
son todas mis lunas.
de ámbar y azahares
todas mis mañanas.


Melissa Sauma Vaca (Santa Cruz – Bolivia, 1987).  Poeta y fotógrafa.  Premio Nacional Noveles Escritores de la Cámara del Libro de Santa Cruz, 2017. Ha publicado Luminiscencia (2017, Editorial 3600 y 2017, Editorial Llamarada Verde) y Maneras de parar el mundo (2021, El Ángel Editor y 2022, Editorial Llamarada Verde).  Cursó el Diplomado de Escritura Creativa de la UPSA y forma parte del taller de poesía Llamarada Verde.




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