SIETE VIDAS
A Héctor, mi padre
Siete vidas para ganarle al silencio
una extensión temporal inexplicable
-don del tiempo o bonus track-
canción de regalo sonando en consultorios médicos.
Siete vidas para sembrar versos en campos minados
una sarta de segundos más para tomar decisiones
para cruzar el puente de frágiles columnas
o quedarse como un gorrión quieto en el cable de luz.
Siete veces más alegrías, siete veces más dolor.
Siete vidas para recostarme entre tu brazo y tu pecho
para amar tus facciones redondeadas y paternales
para amar tu corazón que se acerca incesantemente
para amar tu ser y en el amar ese extraño ser que es el mío.
Siete vidas para sujetarme de tu mano en sillas de hospitales
vidas para guardarte en mi morada del amor perpetuamente.
RENGLONES QUEBRADOS
Al decir que tu ausencia
es el síndrome
de extraña enfermedad
que afecta mis terrenos
simplemente digo
que a veces mi cuello
se queda estático
como suspendido por agujas
y cordeles anudados por tus manos.
Simplemente digo
que en este maretazo se perdieron
las redes,
el refrigerio de los pescadores,
los anzuelos,
la pequeña brújula,
(hasta la banca
de la iglesia que nunca visitaste)
Y yo me pregunto
en qué refugio escondes tanto.
(De “Soledad Nuestra”)
EN ESTE CORAZÓN
A mi madre,
Gloria.
A veces soy yo quien te sostiene cuando te asalta la nostalgia.
A veces eres tú quien atrapa el dolor de mi alma con un beso
y no lo deja caer.
Me abrazas como un pastor a su oveja más amada
y en ese abrazo celeste abrazas a la otra parte de tu vida
que vive en una isla lejana de templos y Budas.
Ya no subo a la banca para recitarte versos
pero desde la piedra donde me siento
estiro mis brazos como armas cargadas de poesía.
Siempre hay poemas para ti
aunque nazcan de páginas quemadas
de dolores antiguos
o de grietas sobre la pared de mi vientre.
En tu interior conocí la morada del amor
la morada de tu amor que extiendes por décadas.
Eres el primer amor que mis ojos vieron.
Eres el amor que mis ojos ven cada día.
Tienes tu lugar en este corazón que hierve
que se pierde
que se encuentra
que canta y que a veces no.
Isabel Matta Bazán (Lima, 1971). Licenciada en Educación por la Universidad Nacional Mayor de San Marcos y bachiller en Comunicación Social. Se formó como profesora en la enseñanza del español como segunda lengua en el Instituto Cervantes y la Universidad Ricardo Palma. Trabajó como redactora y reportera gráfica en el Suplemento Dominical del diario El Comercio y en diversos medios de comunicación. Actualmente se dedica a enseñar español como segunda lengua a personas sordas y a extranjeros. Empezó su trayectoria poética en el año 1989 y a comienzos de los 90 participó en el Grupo poético Neón. Posteriormente fue miembro del grupo “Rara Avis”. En el 2016 presentó su exposición fotográfica “La Belleza del Perú” en Gifu, Japón. Tiene publicados los poemarios: “Soledad Nuestra” (1999), “Reina Moribunda” (2005) y “Últimas Moradas” (2021).