Colaboraciones

Mía Gallegos: ‘Escribo porque el mundo como es hoy día me produce temor’. Entrevista de Petruvska Simne

“Toco la carta suavemente. El mago murmura algunas palabras que no entiendo. Dice que la mujer del coche soy yo. No puedo lanzarme desde aquí, aunque quisiera tener el valor de hacerlo. Soy yo la mujer, esta criatura mágica que tira de las riendas de este coche, sin haber descubierto nunca quién las puso en mis manos…”

Mía Gallegos, poema XIV del poemario Makyo.

Desde que comenzó a publicar sus primeros libros, la poesía de Mía Gallegos Domínguez ha roto esquemas convirtiéndose inmediatamente en un referente fundamental de la poesía costarricense. Intimista, arriesgada, atrevida, onírica, en cada poemario, su poesía ha marcado un camino personal y una búsqueda más elevada de su lenguaje poético. Filosofía, intertextualidad, autorretrato, prosa poética, diálogo interior, reflexión, mitología, música, rebeldía, machismo obsoleto, de todo se sirve esta poeta para crear y revelar lo que está oculto, eso que no se dice pero que forma parte de la idiosincrasia colectiva.  Por esa pasión absoluta para revelar lo que no se debe decir y para rebelarse de hábitos heredados le han sido otorgados los más importantes premios literarios, entre los que destacan: tres veces Premio Nacional Aquileo Echeverría: 1985, por el poemario Los reductos del sol, Editorial Costa Rica; en el año 2006 por El umbral de las horas. Editorial Costa Rica y en el año 2020 por su libro Para alcanzar la espuma: poesía escogida (1976-2018). EUNED.

Era el año de 1976 cuando Mía Gallego, a los 23 años, obtuvo el Premio Joven Creación, concurso convocado por la Editorial Costa Rica y la Asociación de Autores, por su libro Golpe de Albas. Un año después, 1977, obtiene el premio Alfonsina Storni, en Buenos Aires, Argentina por el poema Asterión, concurso auspiciado por la Fundación Givré. Ese poema fue publicado posteriormente en el libro Los reductos del sol, donde la poeta escribe a partir de los cuentos de Jorge Luis Borges, en una especie de juego de intertextualidad que utilizó en algunos otros poemas.

Ocho años después, en 1983, obtiene el premio de los exbecarios de la Fundación Fullbright por el poemario Makyo, palabra que deriva de un término Zen que significa «cueva fantasma» o «cueva del diablo» como se indica en Wikipedia. En ese mismo año fue galardonada con el Premio Rubén Darío del Verso Ilustrado por el poema en prosa La mujer que conduce el coche. poema XIV de Makyo. En 1984 se le otorgó el premio de periodismo cultural Joaquín García Monge por su trabajo en el Programa de Televisión Galería. En 1985 publicó el libro Los Reductos del Sol. Este mismo año fue invitada a participar en el Programa de Escritores en la ciudad de Iowa, Estados Unidos. En 1989 publicó El Claustro Elegido bajo el sello de la Editorial de la Universidad Estatal a Distancia. En 1995 sale a la luz el libro de prosa poética Los Días y los Sueños, Editorial Costa Rica. En el año 2006 publicó El Umbral de las Horas en la Editorial Costa Rica. En el mes de junio del año 2014 fue elegida para ocupar la silla N de la Academia Costarricense de la Lengua, en sustitución de la escritora Julieta Pinto González, miembro en retiro y honoraria.

Sus poemas han aparecido en revistas y libros antológicos de Costa Rica, España y América Latina. También han sido traducidos al inglés, italiano y francés. Mía Gallegos Domínguez nació en San José, Costa Rica el 17 de abril de 1953. Es poeta y periodista.

¿Cómo fue su niñez?

Los primeros años de mi niñez fueron muy bellos.  Mi vida se desarrollaba en dos escenarios muy distintos. Vivía en San Pedro de Montes de Oca junto con mi padre, mi madre, una hermana y dos hermanos.  En esa época y durante toda mi juventud y época de madurez viví cerca de mis tías abuelas. Ellas tenían un negocio de repostería que llegó a ser muy famoso.  Estas tías eran originarias de El Salvador y de Colombia. En mi niñez compartí mucho con mi bisabuela: era una viejecita muy blanca, con la piel muy fina, casi no se le veían arrugas y siempre estaba sonriendo con una gran dulzura. Ella hacía palomitas de azúcar para adornar las tortas para las novias. Siempre estaba tejiendo.  Pero la otra parte de mi vida era totalmente distinta: mi padre era ganadero. Tenía una gran hacienda de nombre Santa Rosa. Esta hacienda es histórica pues en 1856 hubo allí una batalla entre los patriotas costarricenses contra el filibustero estadounidense William Walker.  Este señor quería conquistar toda Centro América y convertir a los pueblos en esclavos.  En fechas posteriores en esta haciendo hubo otras luchas.  Mi padre fue el último dueño de la Hacienda Santa Rosa y ahora, en la actualidad es un Parque Nacional.  Era una vida muy hermosa, había caballos, teníamos cercanía con el mar pacífico.
En la casa de las tías abuelas me apoderé de la biblioteca de mi abuelo, que había muerto, ahí descubrí a Rubén Darío y a Sor Juana Inés de la Cruz.  Ahí empecé a decir a gritos: “Hombres necios que acusáis a la mujer sin razón…!

¿Qué es lo más recuerda de su adolescencia?

Mi adolescencia no fue muy placentera.  Yo era muy tímida. Vivía dedicada a leer. Soy de tener pocas amigas porque me gustan más las relaciones interpersonales que las reuniones en grupo.  En esos años de adolescencia yo leía todos los libros que mi mamá compraba: La caída de Albert Camus; El extranjero del mismo autor, El muro de Jean Paul Sartre.

Después, en los últimos años de colegio me enamoré del Fausto de Goethe y de la Divina Comedia. Pero tuve una excelente profesora de origen cubano, quien me dio a leer a Herman Hesse que me influyó para toda la vida. Con el pasar del tiempo fui descubriendo cuán hondo había calado este autor alemán en mi vida. Posteriormente, esta misma profesora me dio a leer todas las Tragedias Griegas. Las sigo leyendo aun ahora. Me gusta trabajar algunos mitos en la poesía.  No me he separado de toda esta experiencia adolescente, esta ha ido creciendo conforme pasan los años hasta desembocar en el pensamiento de la filósofa española María Zambrano.  Su libro El hombre y lo Divino me mostró el camino que debía seguir.  Soy lectora de Jung. Me gustan mucho los filósofos presocráticos. Me encanta leer a Platón y esas son mis inclinaciones. Amo la poesía de Borges y sus cuentos.  He escrito poemas que parten de cuentos de Borges, aquí te los incluiré.

¿Qué libros leía en esa época?

Como te dije antes, leía a Camus, a Sartre, a Herman Hesse, también a Rabindranath Tagore y a Antonio Machado.

¿Cómo fue ese proceso que la llevo a escribir poesía?

En el colegio escribí mis primeros poemas. Los tenía en una libreta que se perdió en alguna pasada de casa pero eran muy malos.  En cambio, recuerdo dos prosas.  Una se publicó en un periódico estudiantil del Colegio Saint Francis, un colegio que en esa época era solo de varones. Esa prosa era al estilo de Herman Hesse. No la tengo, tendría que ir al Colegio y averiguar si existe algún registro. Debe haber sido en 1968 o 69.

¿Quién leyó su primer poema?

Los primeros poemas los leían algunas amigas del colegio donde estudiaba. Era un colegio de monjas clarisas, franciscanas, muy bellas.  Yo quise mucho a las monjas.  Eran personas muy abiertas, con las que se podía hablar con toda franqueza.


¿Cuál de sus libros le parece el mejor logrado?

Me han dicho que mi mejor libro es El Claustro Elegido.  Ese poemario lo escribí en Iowa en 1985.  Estuve en el Taller de escritores de esa ciudad. También escribí un libro pequeño que se llama Los Días y Los Sueños.  Aquí empezaba yo a interesarme en las obras de Carl Gustav Jung.
Sin embargo, mi libro favorito se llama La Deslumbrada, es un libro que contiene prosa poética, algunos cuentos y es muy reflexivo. En el medio costarricense no fue muy bienvenido, pero es el libro que más se acerca a mi verdadero sentir.

¿Toma apuntes para escribir un poema?

A veces tomo apuntes. Pero trabajo más con la memoria. Voy creando mentalmente, le voy dando forma al poema y después simplemente lo escribo. Pero lo dejo dormir un tiempo y después corrijo y hago cambios.

¿Cómo sabe cuándo debe terminar un poema?

Me ocurre que cuando un poema va a surgir, aparecen las primeras palabras y el fin.  Así que empiezo a escribir y es como una madeja que se va desenrollando. Pero siempre sé cuál va a ser el final, el cierre. Muy rara vez cambio el final de un poema.

¿Qué le aporta la pintura a su poesía?

Fijate que es muy contrastante. Cuando pinto brota la alegría y la fuerza de los colores. Pero mi poesía es muy reflexiva, en ocasiones triste, pero en el libro La Deslumbrada si aparecen mucho los colores. No soy una gran pintora, no tengo estudios, pinto a mi manera, de una manera muy intuitiva. Pintar me produce mucha felicidad.  Escribir es un acto emotivo y en ocasiones apesadumbrado.

¿Qué le aporta la poesía a su pintura?

Creo que tanto en la poesía como en la pintura hay mucha sutileza.

¿Qué le da miedo?

El mundo de las drogas. Les tengo horror a los narcotraficantes porque también trafican con seres humanos, especialmente mujeres. Les temo porque es un mundo en el que lo ensucian todo y lo degradan.

¿Se ha he vuelto más reflexiva con los años, más crítica con la vida?

Sí, a veces puedo ser ingenua. Para ser franca, han sido mis hijas las que me obligan a mirar cosas que parece que yo no quiero ver.  Sí, soy reflexiva y también crítica. Escribo porque el mundo como es hoy día me produce temor, por ejemplo, las plantas nucleares, la bomba atómica, las guerras, los femicidios. Todo eso me produce horror y vértigo.

¿Por qué escribe?

Escribo para no morirme. No son gritos altisonantes, a veces son tan solo una oración.

 8 poemas de Mía Gallegos

YO DUDO

En verdad
yo dudo de lo eterno.
Me pregunto si en cada geografía
los árboles cenizos
se renuevan.

Podría pensar,
y preguntarle a la bahía,
si tras los muros
puede volcarse abierta
la ternura.

Pero no puedo
con este ánimo de duda
afirmar nada.
Pero al preguntar
yo me transformo.
Y soy exactamente
un movimiento,
que nadie dirige ni controla.
solo el tiempo.

ASTERIÓN

Hay algo que más allá
De tu fuerza
Me fascina.

Camino por sobre tus pechos de piedra.
Eres color de pulpo y lagartija.
Me envuelvo en tu lengua de misterio.
Tal es tu forma de estar
cercano al sol.
Acuden hacia ti, extrañas mareas matinales
donde todo se oscurece y se bifurca,
Asterión mío, único.
¿Quién eres?
¿Un toro o un hombre?
El ausente y derramado
entre infinitas cerraduras.

Eras el aire, el aire mismo
de la primera mañana
en que los hombres labraron
tu cuerpo de ausencias.
Estoy tan lejos de tu piel.
Más ¿qué recodo hay en ti
donde pueda dormitar
y ser párpado
y la forma más honda del silencio?

¿Eres hombre o bestia?
Eres hombre,
un ruiseñor,
o talvez un niño dormido
entre sábanas de azúcar.

Asterión mío, único, de mil ojos de agujas.
Tus manos son múltiplos del sol.
Ayer cacé una mariposa
y era catorce veces arpa y movimiento.
Uno y uno no son dos,
son el universo y la nada,
las puertas de todo fin
y del infinito.

Me adentro en ti,
a través de tu cuerpo
aún permanecen los reductos del sol.
Eres oscuro y caliente.
Me enredo en el pasadizo
de tu lengua de vidrio.

Asciendo hasta tus manos.
Eres un espejo
de otro que antes fuiste.
Y yo tengo miedo de perderme en ti,
en el hilo
que son todas las puertas
y la oscuridad.

Asterión mío, tan alto y pagano.
Me adentro en tu cuerpo empedrado, altivo.
No tengo escapatoria.
Apenas soporto tu clima de asfixia.
Pero eres una almohada dulcísima,
Asterión mío, Asterión.

EL CLAUSTRO ELEGIDO

No busco nada.
A nadie aguardo en este día.

Esperar es una de las raras
estratagemas de Dios
para detenernos en un punto.

Mi país:
montaña verde y lluvia.
Un caballo se pierde en la llanura
imaginada,
que ahora está vedada a mis ojos.

Busco la intensa reflexión:
la de los libros amigos,
la luz interna que preciso para vivir,
el candil de oro,
el Eclesiastés y la paciencia de Job.

A mi edad y en un país de lluvia,
el claustro es una elección.
Ahí se pierden los contornos.
La vida se diluye en un ir y venir
del trabajo al café,
del café a la taberna.
Busco la infancia que soy:
la llanura, la sombra del árbol gigantesco,
el único mar sin fondo,
el caballo desbocado en su furia,
el verdor de la montaña junto al cielo.
Me gusta quedarme a solas
sintiendo como la sangre me nutre de nuevas vestiduras.

A solas me pertenezco.
No hay dicotomía entre el espejo y yo,
una vive y la otra sueña.
Juntas recordamos a un hombre.
Juntas hemos escrito estos versos.

PIENSO EN MARÍA ZAMBRANO

Ahí la rosa
y el centro inmóvil.
Después los pétalos y el círculo.

La unidad que se desprende,
La unidad que gira y vuelve a girar
hasta morir.

Como si fuera una bailarina
que gira
en su propio centro,
sin deslizarse,
sin caer
como si bailara hasta morir,
como la sierpe,
como la luz que apenas aparece.
Solo el movimiento.
Solo la danza.

Quizás la suma del amor.
Quizás solo la oración al dolor.

Sin muerte y sin resurrección.
Nada más el movimiento de la rosa
que se extiende,
La rosa que es círculo,
la rosa que es una.

Después solo el movimiento.
Estallido
Fugacidad
Relámpago.

MIS HERMANAS

Mi vida es un brutal accidente
sin sangre.
Tan solo la frente suda
y la cabeza se deshace.

No debí nacer pero aquí estoy,
escondida en una esquina de la casa.

Otras mujeres, que como yo,
tampoco debieron nacer, me acompañan.
Escucha sus nombres vanos,
tal vez a ti no te digan nada
pero ellas son de la misma estirpe maldita,
maldecida, negada,
oscurecida.
Eunice, la apátrida,
Camille, la mujer hacedora de los oscuros recintos, la bella
que acaso evoca la tristeza de su hermano,
Alejandra, la hermosa muerta que reivindicó París.
Violete, la bastarda,
Teresa, la maga de Valparaíso,
Yolanda, la que realizó su ruta,
Alfonsina, la que encontró a su madre en el mar,
Mariana, la portuguesa, cuyo amor brilla en la eternidad,
Juana Inés la de conciencia cósmica
en cuya soledad me hallo,
me encuentro,
y soy como un Ícaro de espuma
y camino y cavilo
en esta casa interminable y sola,
envuelta en un silencio sórdido,
de prisión,
de miedo,
de negación.

Estas son mis hermanas,
mi familia.
Otra no tengo.
Somos de la misma maldita sangre
que me recorre,
que nos recorre.

Somos  las parias, las mujeres hechiceras
que en cada siglo aparecen para ser castigadas,
quemadas,
incineradas,
olvidadas.

Solo yo no las olvido.
Están aquí conmigo en este árido cuarto,
el de las palabras,
el del conjuro.

Soy familia de estas mujeres
que pecaron,
que miraron emerger la vida en lo profundo.
La vida es cíclica.
La rueda que gira
nos vuelve a colocar frente a los mismos verdugos.
Siempre habrá un poder masculino
y cruel que nos acabe.
Yo soy de la misma estirpe.
Miradme.
Estoy sola,
Muy sola.
Mis verdugos están aguardando
que acabe,
que me acabe,
Pero no puedo,
Estoy atada a mis hermanas
a través de hilos infinitos.

Y ellas me piden escribir,
para disentir,
para increpar.

Y yo no me rindo.

Otra imagen de Mía Gallegos

EL CERCO DEL AMOR

Y ahí el cerco del amor lisonjero.
Y ahí el cerco del amor fugitivo.
Nada queda ya, tan solo el brío en la mirada,
una pisada firme como de quien marcha a la guerra.
Así vivo, como si no pasara el tiempo.
Como si fuera una joven que marcha hacia el frente.
Aunque no haya guerra.
Aunque no haya combatientes,
en mí vive una guerrera.

Suelo sonreír a escondidas,
donde nadie me vea.
Canto muy quedo el himno al amor
para no sucumbir ya más,
ya nunca más.

Lejos quedaron ya las redes del huidizo amor…
los hombres que no fueron,
los hombres que se marcharon.
Solo queda mi rebeldía y mi pie firme clavado en tierra.
Ya quebranté todos los cercos.

MISÍLES

Me veo ahí, sentada en la alfombra.
En la sala toda la familia está reunida.
Es octubre. Es 1962.
Descubro que el planeta puede estallar en mil pedazos.
Los mayores hablan de misiles.
Mencionan a Cuba,
Discuten sobre Rusia y Kennedy.
Un nombre me sorprende: Nikita Krushov.
Pregunto si es malo…
Se miran unos a otros y me mandan a jugar.
Yo quiero saber y me quedo detrás de un amplio sillón
para poder escuchar.
Observo sus caras largas,
y sé que hay mucho temor.
Bajan la voz.
No sé si rezan,
si tan solo susurran y me quedo dormida…

Crecí en el mundo bipolar…
Fui rebelde, ahora también lo soy de otra manera.
Ya no creo demasiado en nada.
Una sutil anarquía, muy íntima y dubitativa,
me transformó en una descreída.

Quisiera creer
pero la democracia está de luto,
hay dictaduras, sobornos, mano dura y enfrentamientos.

Escojo la soledad.
El silencio es uno de los más altos símbolos de la resistencia.

Mudez y sosiego.
La vida, no obstante, no pasa en vano.

EL CLAMOR ASCIENDE

Las naciones poderosas y altivas
poseen sofisticadas armas de destrucción masiva.
También hablan de desarme.
Cierto es que su clamor no llega al cielo,
no se eleva como un fuego vivo,
como una llama impetuosa.

Los pueblos, ¿acaso salen en las noticias
alzando una súplica?
No; solo los poderosos hablan.
Se acusan unos a otros
mientras que quienes no somos nadie
podemos morir con la colisión atómica.

¿Y si el impacto tenebroso llega?
¿Dónde quedarán las preclaras visiones de los mayas?
¿Dónde quedarán los que se amaron?
¿Qué pasará con la secreta luna y su rostro oculto?
¿Las pisadas del bisonte serán borradas?

Y el amor se habrá ido para siempre.
Y no se escuchará hablar de Empédocles de Agrigento.
Y no habrá pastores.
Ni cabreros contarán historias amorosas al calor de la hoguera.
Y alguien lamentará la muerte de Grisóstomo.
Y alguien dirá que Marcela, la zagala, era osada y certera.
Y alguien pensará con desconsuelo en don Quijote.
¿Y la Novena Sinfonía?
No se escuchará más nunca.
La honda música será tan solo un estertor de ángeles.
¡Y no habrá llama de amor vivo
que dulcemente hiera!

Petruvska Simne. Narradora y crítica literaria venezolana (Valencia, Carabobo, 1952). Ha trabajado como editora de la revista BCV Cultural y de las revistas Circunvalación del Sur, XI Festival de Teatro de Caracas y La Palabra Pintada, así como del suplemento cultural El Otro Cuerpo, del Ateneo de Caracas; la edición especial por el 61r aniversario del diario Últimas Noticias, y la mesa de redacción de El Diario de Caracas. Autora de la recopilación de crónicas Periodistas en su tinta (Alfadil, 2004), el libro de entrevistas Periodistas en la mira (Alfadil, 2004) y el libro de entrevistas a escritores ¿Por qué escriben los escritores? (Fundación para la Cultura Urbana, 2005).

Petruvska Simne y Jose Pulido

Imagen de cabecera: Mía Gallegos en la Biblioteca Histórica de la Universidad de Salamanca (foto de Alex Lorrys)




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