Una planta para el amor
Una planta,
para el momento en que el agua se derrama.
No para la vida perpetua de los dioses,
no para el amor que alimentaron los duendes…
Una planta,
para el amor sin moral,
no para el tirano creador del bien y del mal,
opresor de impulsos y de instintos.
Una planta,
sin rendir el cuello a los libros civilizados por la espada,
sin el credo de los diccionarios que mancharon las palabras,
sin escalar las torres de los fieles que subieron con los ojos vendados…
Para el momento del agua,
una planta para el amor sin patria,
libre de muros y castillos y fortalezas y armaduras.
Libre del diablo del engaño,
y del caballo infiel de los amores,
y del guerrero erguido de la traición,
sin instituciones o imposiciones,
sin príncipes o princesas,
sin caballeros o doncellas.
Lejos del cuaderno de los falsos sabios…
Una planta,
para el amor de ventanas,
sin puertas, sin cerrojos, sin llaves, sin candados,
de pasos y experiencias,
de caminos y riegos,
de laberintos y montañas,
de saltos al abismo…
Una planta,
Para el dios de la carne y el espíritu,
para la raíz y el instinto,
para el vértigo y el ímpetu,
para la embriaguez y el arrebato,
para el instante y el delirio y la zozobra…
Una planta,
para la verdad más a allá de los siglos y de los duendes,
de hombres y mujeres de carne y hueso,
la del momento en el que el agua se derrama,
para gigantes,
una planta…
De repente
Apareces en el aposento,
en el salón de cálculos,
en una ecuación de física,
en unos códigos de computadora,
en una hebra de cabellos pintados.
Como algo incierto,
a oscuras debajo de las estaciones del tren,
o debajo de mis zapatos negros,
en las clases de filosofía,
en los ensayos de actuación,
en un libro.
O detrás de los espejos,
apareces, de repente,
en las paradas del autobús,
en un restaurante,
en la voz de mi prima,
en los archivos de la oficina.
Apareces, deprisa,
en las esquinas,
en las calles,
en el silencio de los mostradores…
Y de pronto, apareces también a solas en un callejón…
En vano oírte caminar hacia la estación,
buscarte en la farmacia,
sentir la voz del crepúsculo en el silencio de tus pies.
Ya no hay ojos brotando desde las cortinas,
ni ventanas penetradas,
ni casas respirando en el acecho,
ni panaderías ahogadas,
ni esquinas quebrándose en la espera.
Inútil hallarte,
tocarte mientras esperas en los parques,
en los bancos,
frente al mar,
o levantarme en la desesperación buscando en silencio el camino hacia tus pies,
traspasar puertas venenosas,
llegar, y detrás de las rejas esconderme,
apretar tus manos,
besar tus mechones,
tus mejillas,
tus labios,
tu piel,
el silencio de tus ojos.
El tiempo ancló las horas.
Se ha muerto tu amiga.
Lloran sus hijos.
Pasan hombres y mujeres como sombras.
La vida es una acumulación de fantasmas.
Y como entonces,
esperando aún a orillas del mar,
escuchando en zozobra el susurro de unas voces aún latentes,
balbuceando en la soledad del malecón,
mirando a escondidas desde las puertas de un barrio que muere,
sin poder regresar,
destinado al olvido,
condenado a la muerte.
Si pudiera…
Si pudiera levantar montañas,
alzar monstruos para abatirlos.
Si pudiera con dientes morder fieras,
arrancar raíces podridas del suelo.
Si pudiera atravesar con espadas gigantes inmovibles,
romper el cuello de bestias venenosas.
Si pudiera cortar trenzas de imperios y tiranos,
aplastar el tobillo del goloso,
zampón y tragantón.
Si pudiera inundar su estómago de moscas muertas,
embutir en sus venas lagartos envenenados.
Voraces bestias del trono,
hambrientos trogloditas,
Si pudiera, con el alma,
¡Si supiera tener más que fe!
Mintieron…
Mintieron los poetas: no eres rosa.
Ni perfume, ni aliento,
ni amapola, ni paloma.
Ni eres colinas, ni ríos ni olas soñolientas.
Nunca tuviste perlas en tus mejillas, ni arco iris en tu frente.
Mentirosos quienes te vieron en los montes y en las selvas.
Quienes hablaron contigo en el lirio y el jazmín.
Quienes te vieron en la pureza y la blancura.
Que eres dulce y eres frágil.
Que eres tierna y amorosa.
Jamás tuviste aromas extraños en tu carne de mujer.
Jamás pudieron destruir tu olor a sangre.
Mintieron, mintieron los poetas.
Solo los hombres te llamaron Eva.
Solo ellos te anclaron la serpiente.
Solo ellos te inyectaron la pureza y el pecado.
Malditos mentirosos: el nacimiento de la musa mató la magia.
En los siglos y en los siglos: hombres que sepultaron la magia.
Magia muerta, sangre muerta, carne muerta.
¡Mentirosos!
Matad la rosa.
Matad el ángel.
Matad la Eva.
La princesa y la reina.
La serpiente y el diablo.
¡Mentirosos, malditos mentirosos!
Desenterradla con su carne viva.
Desenterradla con su sangre ardiendo.
En tus puños la muerta te reclama:
¡Desentiérrame! ¡Desentiérrame!
¡Mentirosos!
Mi dolor
Mi dolor
Hoy sufro y sé que mi dolor no es de libros.
ni de enciclopedias o diccionarios,
ni de lápiz o papeles.
Mi dolor no es de cartón o de oficinas.
Hoy no tengo patria ni bandera,
no tengo hogar ni tengo raza.
Huérfano del bien y del mal,
hoy me duele algo entre el pulso y el miedo,
entre el horror y el espanto.
Rostros,
huesos,
carnes destrozadas
y sangre ardiendo.
Mi dolor no tiene patria ni bandera,
no tiene hogar ni tiene raza.
Hoy sufro y sé que mi dolor no es de libros.
Malestar
Hay un muro en el alma.
Es una cortada en la lengua,
un orzuelo,
un hueso partido,
un dolor de muelas y de dientes.
Hay una siembra de odio.
Es una tensión de pus madurando en el dedo,
una infección,
un pulmón podrido.
Hay un árbol quebrado.
Es el malestar propagado de una migraña incesante,
un colico,
una quemadura abierta,
una tortura de nervios y discos rotos.
Hay un muro y una siembra y un árbol partido.
Es algo lesionado entre músculo y hueso,
una nausea,
un olor a peste y a invierno.
No más poesía…
… Y que callen las palabras.
Quiero quedar tranquilo.
No quiero metáforas.
Quiero partir de lo que soy.
Más no hablaré de música o de olas.
Sino de carne y de sangre.
de hueso y de polvo.
de tierra y de silencio.
Acabó el tiempo de las invenciones
y de las contemplaciones.
Las palabras intoxicaron la esencia de las cosas.
No quiero más poesía.
Mi cuerpo sobre la tierra:
la palabra, la poesía y la metáfora.
Yo sé quién soy y de dónde vengo
Para Jean Danny Joachim y Rhina P. Espaillat
“Yo sé quién soy.”
Don Quijote
Yo sé quién soy
y sé de dónde vengo:
algo de arena y moléculas
que rechaza al tiempo y al mar,
una pequeña cosa del azar y la aventura.
Vengo catapultado por el accidente de ser.
Lo demás me lo ha enseñado la experiencia:
a balazos voy aprendiendo a descifrar mi camino.
Willy F. Ramírez (República Dominicana), poeta, educador y gestor cultural residente en la ciudad de Boston (EE.UU.). Fundador y director del colectivo Grupo de Lectura La Guagua, así como también del festival anual de poesía La Guagua Poetry Festival (Festival de Poesía La Guagua), auspiciado por Middlesex Community College, en donde ejerce como profesor de inglés, humanidades y escritura creativa. Ha publicado el poemario “Fiebre de los días” (Editorial Efímera), y ha editado las antologías “Voices and Translations” (Loom Press) y “The Path Belongs to Us” (Casasola Editores). Tradujo, junto a Rhina P. Espaillat, la colección “Poemas para dormir en tres cuartos” (Santuario) de Taty Hernandez. También co-tradujo las colecciones de poesía “Que toda lengua se despliegue” de Tyehimba Jess, “Un poeta desde un balcón” de Philip Nikolayev, y “Proverbios del limbo” de Robert Pinsky, publicadas por Editorial Efímera. Ha impartido talleres y participado en festivales internacionales, y su poesía ha sido publicada en antologías y revistas literarias, incluyendo “The Summerville Times” y “Revista Trasdemar”.