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Nidia Marina González Vásquez: ‘La poesía es un oficio que me tomo muy en serio’, entrevista de Petruvska Simne

Tiberíades se congratula en publicar esta entrevista hecha por Petruvska Simne, periodista venezolana residente en Génova. La costarricense Nidia Marina González Vásquez acaba de recibir el XI Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador, en el marco del XXVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos de Salamanca.

La poesía es un oficio que me tomo muy en serio

Mi madre decía que lloré en su vientre,
lo imagino como una película en blanco y negro
y me cuesta sentir el llanto del feto que fui
en el vientre de mi madre,
el llanto que se tragó la memoria.

Nidia Marina González Vásquez

Nidia Marina González Vásquez pertenece a esa estirpe de seres humanos que apuestan por la inmortalidad de la palabra. Como cazadores de tesoros hurgan en rincones recónditos dentro de ellos mismos para mostrar y revelar todo lo que el alma encierra. Cazadores que atrapan el sol con la palabra para darle calor a la fragilidad de la vida. Son esos incansables cazadores que tratan de definir la volátil sustancia del tiempo para hacer más duraderos nuestros pasos por el camino insondable de la vida. Cazadores que multiplican con metáforas el fascinante y oscuro destino final que nos depara la existencia y la maravillosa y definitoria aventura del amor que nos permite trascender más allá de todas las vidas posibles.

La poeta Nidia González Vásquez, nació en San Ramón de Alajuela, tierra de poetas, ya que los más representativos poetas costarricenses han nacido o se han establecido en ese lugar. Poetas como Lisímaco Chavarría, adscrito al Modernismo; José Joaquín Salas Pérez, Carlomagno Araya, Emma Gamboa Alvarado, y Félix Ángel Salas Cabezas forman parte importante de la historia literaria del país.

Desde que publicó sus primeros libros Nidia González se ha destacado por mostrar la violencia que rodea y aplasta al ser humano. Además, la poeta escribe, describe, combate y cuestiona prejuicios con un lenguaje poderosamente sutil y cautivador.

Ha publicado los libros: «Cuando nace el Grito» 1985, “Brújula extendida”, 2013, “Seres apócrifos” 2015, “Objetos perdidos” 2015 “Bitácora de escritorio y otros viajes” 2016, “La estática del fuego” 2019. “Zurda” (Nueva York Poetry Press 2022) ganador de medalla de plata en Latin American Book Award, “Anamnesis”, 2022, libro ganador del Primer premio Latinoamericano de poesía Marta Eugenia Marín, “Astilla de agua” con la editorial Perro Azul, 2024, y “Atrapanieblas”, Diputación de Salamanca 2020, XI Premio Internacional de poesía Pilar Fernández Labrador.

Los libros con sello EUNED elegidos por concurso de selección anual para su publicación en los años respectivos. Además, publica en narrativa “Árbol de papel” Editorial Poiesis 2020. En el año 2021 es la dedicada de la primera edición del premio “Corina Rodríguez” de la Universidad de Costa Rica. Mención de honor en el concurso Lisímaco Chavarría 2003, en “La porte des poetes”, Francia 2003. Ganadora del II Premio internacional Corina Rodríguez 2024, con el libro inédito “Autofagia”. Algunos poemas suyos han sido traducidos al italiano, portugués e inglés

¿Cómo es su día a día en Costa Rica? ¿Podría contarnos un poco de su cotidianidad?

Soy profesora Catedrática de la Universidad de Costa Rica en una Sede Regional, la cercanía de mi casa a mi trabajo me da una holgura privilegiada que me permite levantarme a saludar al sol y a mi jardín antes de iniciar el día apenas el sol entra por la ventana, este país tropical enciende la luz del día muy temprano, entre las cinco de la mañana y las seis, y los atardeceres ocurren en ese mismo horario por la tarde, las lluvias son torrenciales, los soles muy fuertes y verticales durante todo el año, solo tenemos época lluviosa y época seca, así que aquí todo es abundancia de plantas y animales, de musgos y pequeños florecimientos. En un día regular leer y escribir me suceden a cualquier hora en distintos niveles de brevedades o espacios más profundos, pero es en la soledad de la noche o en alguna mañana libre cuando fluye este oficio, y todos los días encuentro algún pequeño espacio. Me dispongo a impartir el primer curso a las ocho de la mañana, dos veces por semana, los otros dos cursos inician a la una de la tarde hasta las cinco, por lo que paso días completos de la semana entre mi oficina, compartida con todos los demás colegas, y en el aula con mis estudiantes. Algunas mañanas y tardes las puedo transitar en mi estudio entre libros y pinturas, aunque mi espacio para la escritura me inunda y se desborda sin remedio, antes de empezar algún boceto.

Mi esposo, originario de Asturias, se ocupa de prepararme el desayuno para que en medio de mi distraída atención me alcance el tiempo al inicio del día, de lo contrario es posible que saliera de la casa sin desayunar. Me reparto alguna tarde al final de la semana con amigas que conservo de la adolescencia, en alguna reunión de poetas dos jueves al mes, por la noche. Los sábados logro ir a casa de mi hermana, o con mi hija a la que veo menos de lo que quisiera porque vive en otra ciudad, en este país pequeñísimo donde las distancias son enormes a causa de las presas vehiculares, y de un terreno montañoso e irregular. Generalmente almuerzo con mis colegas y ceno frugalmente en casa, hago senderismo alguna vez al mes y yoga una o dos noches entre semana. Le robo tiempo a la noche cuando estoy con la escritura ardiendo por salir de entre mis dedos, o la lectura de algún buen libro me atrapa.

¿Conserva algún libro que le haya especialmente gustado en su infancia?

Me gustaría conservarlos, pero los perdí en una mudanza a Japón, donde llevé objetos queridos se suponía que para siempre (que me fue un año en realidad), como un libro de cuentos de Andersen que gané en primer grado por haber terminado el libro de texto antes que todos mis compañeros, firmado por mi maestra de escuela, o una edición de 1946 de los cuentos de María Noguera, que me regaló una tía, entre otras joyas de mi infancia.

¿Comenzó primero a pintar o a escribir? ¿Cómo fue ese proceso?

Mi encuentro con el mundo de la pintura y la escritura llegaron juntos, era una niña tímida, todavía lo soy un poco, y me perdía en la biblioteca de la escuela entre libros ilustrados, apenas tenía una oportunidad, recuerdo especialmente un libro de poemas de Rubén Darío con ilustraciones a la acuarela, yo tendría seis o casi siete años. Escribí pequeños versos desde la escuela, hasta un concurso gané a los diez años y todavía conservo un lapicero grabado que me entregaron en esa ocasión.  El dibujo lo practiqué un poco más adelante porque uno de mis hermanos mayores me aventajaba en ello, y competir con él no se me ocurría. Así que fue hasta que elegí la carrera de Artes Plásticas con énfasis en pintura que realmente entré a esa disciplina, mi formación académica es esa. Sin embargo, a los 20 años publiqué mi primer libro de poesía con una Beca del Ministerio de Cultura. Así que primero fue la escritura en mi camino. Me involucré en grupos de literatura y talleres de estudio desde mis 14 años, de hecho, mi padre fue quien me llevó a un grupo por primera vez, y luego seguí yendo por mi cuenta. Participé primero con personas tan mayores como lo soy yo ahora, el grupo se llamaba Rescate Cultural Ramonense, y luego, los jóvenes fuimos haciendo nuestro camino, fundando talleres y revistas en mi ciudad.

¿Pinta pensando en algún poema que está escribiendo?

Tal vez lo haga de manera inconsciente, pero la pintura y la escritura son lenguajes diferentes, que llegan a lugares distintos, aunque me dicen con mucha frecuencia que mi poesía está llena de la pintura, y eso es porque mi entrenamiento es visual, así veo el mundo, es mi área de formación y eso se debe notar porque me es natural. En el 2004, en la Galería José Figueres Ferrer en San José, hice una exposición en técnicas mixtas que contenían textos poéticos dentro de las obras, a veces haciendo de línea para dibujar con la escritura, tal vez lo retome más adelante. También algunas portadas de mis libros contienen mi pintura, y a otros poetas les he cedido imágenes para sus libros.

¿Con cuál poema o poemario está realmente satisfecha?

Puedo decir que cada uno de mis libros responde a un trabajo a conciencia, nada es por ocurrencia, y cada uno responde a distintas etapas de madurez en el oficio, así que de todos siento satisfacción, sin embargo me atrevo a nombrar algunos: el libro Objetos perdidos de la editorial EUNED, contiene mis dibujos y poemas en comunión, y eso lo convierte en el que me refleja de forma más completa, sin embargo todos los libros son significativos y tienen sus logros, Zurda es un libro de madurez, así como Anamnesis, el último libro publicado en mi país, Astilla de agua, es un trabajo muy sólido que está lleno de significado, Atrapanieblas ganó el Pilar Fernández y tiene su propio brillo, tengo inéditos varios libros queridos en busca de editorial,  en proceso de traducción al Italiano está  La curvatura de la piel, un libro de trabajo profundo y de muchos años transformándose, que espero con ilusión en los próximos meses con la editorial Formarti. Los podría mencionar todos porque cada uno es obra de mi más profunda sinceridad y compromiso con la poesía como un oficio que me tomo muy en serio, ya son once publicaciones y tres premios internacionales, se cumplirán 40 años desde la publicación de mi primer libro el próximo año, es una vida completa, y posiblemete me falte trabajar en una antología temática o una poesía reunida con la complicidad de Yordan Arroyo quien es un gran estudioso de la producción poética escrita por mujeres, la vida me llevará a ello si es lo que corresponde.

¿Escribe en cualquier momento en papeles o libretas, o se sienta frente a su computadora a trabajar un poema determinado?

Escribo en cualquier momento, tengo varias libretas y a veces en cualquier papel que tenga a mano, en su mayoría cosas breves, apuntes apenas que luego crecerán en un poema o serán borrados. También escribo directamente en la computadora cuando el libro ha superado la etapa de ser un boceto. A veces hay poemas que se cambian de libro por afinidad al tema, y los temas nacen de procesos reflexivos, lecturas, análisis y sus conexiones con lo que resuena dentro de mí.

¿Ha reescrito algún poema que haya guardado en su adolescencia?

No lo creo, he quemado y borrado muchos textos, lo sigo haciendo, especialmente de la adolescencia, lo que sobrevive está en mi primer libro y en alguna revista que me publicó poemas en ese periodo de vida. Yo creo que el poema se puede podar y hasta cortar de raíz, que si se trata de un buen texto, volverá y florecerá de nuevo de alguna forma, porque sus semillas son parte de quien las hace germinar.

¿Cuál fue la última vez que se perdió en su propia casa?

Me pierdo a diario, entre pensamientos reflexivos, o en el murmullo del viento, me pierdo en las flores más pequeñas, para encontrarme asombrada de seguir en la vida, para volver a mi escritorio, a las velas, a las ventanas, al sol en la terraza y los espacio que habito.

¿Su madre leyó el poema ‘Nota al margen’ que usted le dedicó? ¿Le hizo algún comentario?

Mi madre murió hace casi diez años, tal vez me escuche desde su luz, tal vez me responda de formas que yo no escuche, pero estoy segura de su abrazo eterno.  Mi padre disfrutaba mucho de los libros míos que llegó a conocer hasta inicios del 2019, él si llegó a decírmelo antes de reunirse con la mujer que amó tanto, mi madre.

¿Qué libro le regalaría a alguien que quiera conocer Costa Rica?

Le regalaría un libro sobre los Parques nacionales de Costa Rica, el libro Árboles mágicos, y Costa Rica poema a poema, de la poeta Julieta Dobles.

¿Cuál es la ciudad o el lugar que le gusta más de su país?

Tengo 60 años de edad; este país tiene apenas 51.100 kilómetros cuadrados y no he dejado de descubrir lugares mágicos, especialmente en la montaña y los ríos. Me siento a gusto fuera de las ciudades, eso sí lo puedo afirmar. Es un país muy ancho en su pequeño territorio.

¿Las redes sociales la abruman?

A veces lo hacen, siento que no logro seguir el ritmo de todo lo que sucede, y desconfío de las informaciones que circulan, solo me conecto a las redes para encontrarme con mis afectos lejanos y con otros poetas, pero nada más, a veces pasan días sin que abra ninguna página. Son abrumadoras, el mundo se ha vuelto aplastante y las redes tienen una buena cuota en ello.

¿Piensa que deberíamos tenerle miedo a la inteligencia artificial?

No, porque el futuro no nos pertenece, ya antes hubo miedo a cosas como la televisión o la radio, el mundo cambia, unas cosas empeoran, otras mejoran de formas que no podemos imaginar.

¿Por qué escribe?

Escribo porque me es inevitable, lo llevo en las venas, es mi defecto y mi virtud.

¿Qué significa para usted el Premio Pilar Fernández Labrador que acaba de obtener en Salamanca? 

No puedo describir con palabras precisas la emoción que sentí cuando me llamó por teléfono Pilar Fernández Labrador, en una tarde de lluvia torrencial, el abrazo de su voz y sus palabras me hicieron derramar lágrimas de felicidad. Creo que es una señal de que mi compromiso con el oficio de la poesía tiene mayoría de edad al fin, de que mis libros no son un derroche de papel en época de crisis, o si lo son, tienen una buena razón.

Que el jurado se haya fijado en mi libro entre tantos textos de alta calidad, entre los que pudieron elegir otro, es un privilegio que se agradece profundamente. Soy mujer, y los premios suelen estar mayoritariamente del lado de la escritura elaborada por el género masculino, escribo desde mi género, es un color que me es inherente, aunque la escritura es universal, no es lo mismo tener una piel que otra, una cultura que otra, así que ser escuchada desde donde escribo es otro privilegio. Tengo varios textos inéditos, y no es fácil editar en mi país poesía con editoriales importantes y exigentes, es una de las razones que me hacieron enviar este libro a concurso, buscando su posibilidad de ver la luz editorial, y aquí estoy, con esta hermosa edición en las manos, que contiene un poema traducido a 25 idiomas, tan maravillosos para mí como el Maya, el Catalán, el Italiano, y tan desconocidos para mí como el Gregoriano, o el Persa-Dari, que me provoca escucharlos en esos nuevos sonidos pronunciados por sus traductores tal vez. Un libro además, prologado por Carlos Aganzo e ilustrado por Miguel Elías, no se puede pedir más para un libro amado.

En mi país la prensa se ocupa poco o nada de estas cosas, pero lo que viví y estoy viviendo aún, el abrazo de los poetas del XXII Encuentro de Poetas Iberoamericanos al que estaba convocada en primera instancia solamente como participante, y terminé en ganadora de este premio, bajo la exquisita dirección de esta orquesta maravillosa que dirije Alfredo Pérez Alencart, es un sueño del que no quiero despertar.


Poemas del libro ATRAPANIEBLAS,
Premio Internacional de Poesía Pilar Fernández Labrador

Rezo al dios del aire

I

A veces siento que me ahogo y pienso en el mar y sus criaturas.
Las manos en el aliento para que escuche el dios del aire.
Los pulmones en la garganta empujan sonidos y aguardan sigilos.
Los caracoles vacíos rezan al dios del aire.
Yo le toco la tesitura de su cabello,
las danzas arremolinadas de sus pies.
Cuando siento ahogarme, pienso en el mar que necesita respirar.
Le pido al aire que no pare,
que nos dé tiempo de llenar los caracoles con sus moluscos vivos,
que nos enseñe a rezar sin lastimar a nadie.

II

En un sueño, el aire escribe en el vacío una palabra: alivianar.
Me dice que es imposible evadir al dolor mientras respiramos aquí.
Escribe lentamente otras palabras: honrar, abrazar, perdonar.
Dejarse escuchar en el latido de los peces, en la sangre de las piedras.
Aprender del aire a respirar.

Historia antigua

I

Llevo el mar de mi abuela en el nombre.
Un miércoles a mediodía germiné
del agua mineral en el vientre de mi madre
a la salinidad de las lágrimas.
Ya casi no queda nada de aquella cáscara de huevo,
se ha cubierto de hierba el pestillo de la puerta.

II

Más de medio siglo después de escudriñar dentro del cuerpo
en la superficie del agua-piel me sangra el mar de cada día,
a veces en el influjo que marca el lunario,
a veces en el eco de la sangre.
Desde el nudo del instinto: maternizar.
Es intensa la ternura que me hurga
y que resbala interminable, aguas adentro.
Zarpo en barcos de papel,
los colores me habitan y desatan.
Llevo en el nudo simple de lo que fue cordón umbilical
historias abiertas como acantilados.
Escarbo en las palabras con uñas y abismos.
Cuando se mueve mi mano
gira conmigo un vendaval de abrazos
una estela de anagramas con heridas
una caja secreta al descubierto,
una galaxia de diosas que no olvidan
el color de su piel de agua.

Malintzin

I

Busco su nombre
en las inscripciones
y encuentro rasgaduras.
Malinche no hablaba castellano
Náhuatl y Maya su lengua.
Lejano su mundo al del otro lado del mar.
Garganta niña sin canción de flores.
Marina, Malinche, Malintzin
siglos de llanto, Llorona, Cihuacóatl,
vientre y piel de agua.

II

Malinche, Malintzin
me acuerdo de vos
cuando una mujer enmudece
borrada por el tono grave de una voz infame.
Cuando una intenta la libertad
en el mapa del desgarro
pero desaparece en fosas incendiadas.
Marina,
vos y yo
sin voz para hablar lo suficientemente alto
aunque gritemos en media ciudad a coro.
Torre de Babel en las huellas digitales.
Sabor amargo que no sabe desaparecer
y vuelve a articularse
en las lenguas que traen el signo del cromosoma X.
Luna tras luna
desde que Eva probó la manzana y se tornó amarga.
Instaurada la mordaza, la condena y el dolor
ahogado el canto de las ocarinas.

III

Aunque renuncie al horizonte del mar
(Marina, quien también soy yo).
Aunque me convierta en ventana y derribe la torre,
otros andamios crecen en el paladar y florecen,
otros ríos fluyen.

IV

Se escribe sobre las páginas del olvido
y en los restos confusos de la desmemoria
que planta flores o desborda odios en falsos lugares.
La voz de Malinche
su timbre poderoso.
Mesoamérica de bosques y soles.
Malinche no entendía castellano.
Malintzin, la lengua,
si ella tomara la palabra
hablarían los borrones y las roturas
de las páginas negadas a la verdad.
Con voces agudas y canciones
nos escucharíamos en la tesitura de Marina,
y una línea de sus huellas digitales
al fin sería visible en nuestros dedos.

Lenguicidio  

Los romanos le cortaron la lengua a una diosa
para que sus mujeres guardaran silencio.
Tácita Muda, la llamaron.
Náyade mutilada por Júpiter,
enterrado el habla de su nombre.
Nos querían omisas, intangibles, negligentes
tácitas todas
en el lodo oscuro de los astros
en el olvido.
Menguadas, salobres, ahogadas, sin verbos.
De barro sin cocer
para que nos deshiciera la lluvia.

La casa 

Cuando una mujer se pierde en su propia casa
es por causas mayores
como cambios de tiempo espacio
sonambulismo
desasosiego en el cuerpo
hambre de gata y techo para saltar.
Cuando una mujer se fragmenta, los libros salen disparados
porque no han podido leerse en su voz delgada
y amenaza todo el entorno con volar
en el vendaval de febrero.
Si se pierde en el ajedrez de las losas desiguales
es porque presiente la muerte por el fuego en Chile y Canadá,
y los cielos desmembrados del destierro en la frontera.
Es porque ella y su casa lloran
e intenta ser su propia casa mientras camina en ella
porque otros están a la intemperie
y ese llanto le quema.
Cuando una mujer se pierde en su propia casa
solo le queda el lecho de su órgano cardíaco
que no es poco
sino toda su casa.

El cuerpo de mi padre

I Will keep broken things. Alice Walker
La imagen de tu cuerpo, padre, convertido en capullo,
en una cáscara de huevo amada y vacía.
La imagen de tu cuerpo sale por esa puerta,
cada vez que paso frente a la morgue del hospital,
no importa si voy distraída,
traigo un examen de sangre en la mano,
pienso en otra persona a la que no conozco
y que espera la muerte en la misma cama
donde ella vino a vaciarte aquella madrugada.
Tu cuerpo, envuelto en una sábana áspera,
rígido sobre la mesa metálica,
esperándome.
Sobre el espejo adormecido de esa mesa muda
que no distingue un cuerpo de otro, ni su peso.
Busqué tus ojos, y encontré una caverna de estalactitas
ya sin eco ni mirada.
Sé perfectamente que tu cuerpo dejó de ser tu cuerpo, padre,
que la inclinación hacia el cielo de tu cabeza aquel día
no fue un gesto tuyo,
sino de la muerte que debió tirar muy fuerte de tu garganta viva
para arrancarle toda la música que tenías.
Un río de sal, padre, se precipita por la puerta de la morgue
cada vez que paso frente al hospital.
No te apures, no es tu culpa.
Se trata de mi mente en cinemascope
que nunca había entrado a una morgue
a recoger el cuerpo de un padre.
Se trata de la crisálida que dejó de ser tu cuerpo,
aquel día de mayo.

Llorar desde el vientre de mi madre

I

Mi madre decía que lloré en su vientre,
lo imagino como una película en blanco y negro
y me cuesta sentir el llanto del feto que fui
en el vientre de mi madre,
el llanto que se tragó la memoria.

II

El sonido es una burbuja bajo el agua
pero las madres tienen oídos extra corporales
y son capaces de emitir sonidos que solo escuchan sus crías.
Las madres tejen hilos
que las hijas bordamos en nuestros oídos.
A veces se convierten en manteles delicados
otras en secreta prenda que nos abriga
o nos oprime.

III

El hecho es que lloré
antes de tocar el aire y abandonar el agua.
Dije algo tal vez,
gemí un poco
hice posible el sonido de mi garganta no nata
en los oídos de mi madre.
Pero olvidé si se trató de un dolor premonitorio,
no recuerdo si lloré por frío o por calor.
Me hundo en el simulacro de mi memoria:
Alguna chamana herida practicó su queja
en mi boca sin palabras.
Un pequeño animalito se me acurrucó en el regazo
y yo le hablé,
como hablan los niños a otros seres amorosos.
Shiva me miró y yo le respondí
con un mantra dolorido.
Presagié antes de nacer
que el aire me dolería en la garganta.
Pronuncié una palabra imposible
inauguré mi oficio bajo el agua.
Medea me contó sus penas
y yo le respondí con llanto.
Tal vez Malintzin me regaló en ese momento
las sílabas dolientes de su nombre
en el nombre que llevo.
Escuché a Juana de Arco arder
y lloraba con ella.
Escuché tal vez a mis abuelas
contando sus historias
y se me escapó una primigenia palabra llorosa.
El presagio me estrujó los pequeñísimos pulmones
el diminuto corazón.
Me di cuenta, en el vientre de mi madre,
de mis pies y mi sexo
y todo lo dije en una bocanada de llanto,
el llanto de una niña en el vientre de su madre.

Petruvska Simne. Narradora y crítica literaria venezolana (Valencia, Carabobo, 1952). Ha trabajado como editora de la revista BCV Cultural y de las revistas Circunvalación del Sur, XI Festival de Teatro de Caracas y La Palabra Pintada, así como del suplemento cultural El Otro Cuerpo, del Ateneo de Caracas; la edición especial por el 61r aniversario del diario Últimas Noticias, y la mesa de redacción de El Diario de Caracas. Autora de la recopilación de crónicas Periodistas en su tinta (Alfadil, 2004), el libro de entrevistas Periodistas en la mira (Alfadil, 2004) y el libro de entrevistas a escritores ¿Por qué escriben los escritores? (Fundación para la Cultura Urbana, 2005).

Petruvska Simne
Nidia (costa Rica), Carmen Alicia Perez (Colombia) y Karin Chirinos (Peru), en el Ayuntamiento de Salamanca



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