Publicamos ocho textos de esta escritora nacida en Málaga, María Auxiliadora Pacheco, quien cuenta con una licenciatura en Teología por la Universidad Logos. Creyente desde los 17 años y colaboradora de la revista digital Sentir Cristiano, comparte sus escritos en las redes sociales, donde tiene su propia página personal.
QUE NO ME OLVIDE
Señor, que no me olvide
del precio de la paz
que me acompaña,
del gozo que me embarga
en la alabanza,
del Espíritu que me estremece,
de la vida verdadera que disfruto.
Porque no se pagó con plata,
con gemas, ni con oro.
Sólo valen lo que un guijarro
ante bien tan preciado
que nada lo iguala:
La sangre preciosa de Cristo
como ofrenda santa derramada
para el perdón de todo mi pecado
y para poder gozar
de la divina gracia inacabable.
ALMAS DE BRONCE
Hay almas labradas a golpe de martillo,
que luchando con la vida cara a cara
van forjando tenazmente su camino.
No hay para ellas existencia regalada,
ni blandos cojines de una vida muelle,
y si gemido escapa de su boca
por la dureza de su cruel lucha
no por ello bajan espada ni escudo.
Peldaño a peldaño van ganando triunfos
mientras su interior se está transmutando
de blanda substancia en sólido bronce,
y velos de carne no podrán esconder
la voluntad firme de un recio carácter.
SÓLO QUEDAN TUS BRAZOS
Cuando la vida amenaza como un arma
Salvador Espriu
Sólo quedan tus brazos
cuando el dolor destroza
todas las fibras del alma.
Sólo quedan tus brazos
mientras nuestro ser querido
está sin estar con nosotros,
perdido en un mundo invisible.
Sólo quedan tus brazos
si en el hogar resuena
un silencio atronador
que llega a penetrar
dentro del corazón.
Sólo quedan tus brazos
cuando todo parece ir mal
y no hay escape posible.
Déjame sentir tu suave bálsamo,
mientras con amor me estrechan
esos brazos que a todos acogen
mi dulce y amoroso Señor.
LA PRIMAVERA MÁS BELLA
Hay una primavera tan fuerte,
que es capaz de rebasar
a la más bella y gloriosa
de cuantas alumbró la Tierra.
Es la primavera del alma,
con esperanza por aire,
bendiciones como lluvia
y Dios como Sol de justicia
que viene para salvar.
Sólo ésa destierra el invierno
del corazón apagado y triste,
del cansado del camino,
del sediento del Señor.
Y las almas reverdecen,
explotan los corazones
en mil capullos de gozo
con perfume a paz y vida.
CIRUELOS PURPÚREOS
Cuando el mundo recuerda
la muerte del Redentor,
mudan los vestidos los ciruelos purpúreos,
cambian las flores blancas y delicadas
por su tupido follaje granate.
Parece que quisieran recordar
al glorioso Salvador,
que tuvo una vida limpia y hermosa,
entregada por amor para redimirnos
derramando por entero su sangre preciosa.
Pero cuanta gente lo ignora,
o solamente lo cree un mártir
de una causa perdida,
teniendo por nada su sacrificio.
Igual que los tintos ciruelos,
que mucha gente tiene
por unos árboles feos y oscuros,
porque nunca vieron sus hojas
bajo una luz hermosa
estallar en bermellones
como símbolos vivos de la sangre divina,
visible para el alma perdida
cuando la luz celestial la ilumina.
EL DÍA QUE ME LLAMES
Señor, el día que me llames
para estar junto a ti,
que tu mano bendita
tiernamente sostenga la mía,
y tu misericordia extiendas
sobre esta alma imperfecta,
que peca tantas veces,
y como el rey Belsasar
es hallada falta de peso
en tu balanza justa.
Que la sangre del Santo Cordero
cubra todas mis faltas,
volviendo a rasgar
el velo de tu gloria,
para que me haga entrar
hasta tus atrios eternos,
como un alma liberada
de todo peso terrenal,
pudiendo al fin unirme
a los eternos coros celestiales
cantando con gozo inagotable
de tu amor y redención.
DIJO QUE ERA LA VIDA
Dijo que era la vida,
Pero ha llegado la oscuridad
y el dolor me traspasa.
¿Dónde estás, Señor?
¿Te has quedado encerrado
con la piedra del sepulcro
y no te veré más
bajo este cielo,
ni mi alma oirá
otra vez tus palabras?
¿Sólo me quedarán
Dolor, miedo y abandono?
Me acuesto, me levanto,
hago lo imprescindible
sin pensar, triste y vacía.
Sólo me queda llorar
con los pocos que han quedado.
Después del día de reposo
vamos a dar el último
homenaje de amor
a quien tanto lo dio a todos.
Pero, ¿qué ha ocurrido?
La piedra está movida,
la tumba vacía,
y ángeles anuncian
que ya no está en esa cueva,
que ha resucitado.
Más tarde, empiezan a verle
unos y otros,
hasta que yo le veo finalmente.
Caigo a sus pies,
quiero pedirle perdón por dudar
cuando la oscuridad arreciaba.
Pero una mirada suya
llena de amor me traspasa,
me hace señal de que calle.
Y él, estoy segura,
me recuerda cuando gritó
al Padre en angustia
sintiéndose solo y abandonado.
Ahora sé que cuando
vengan las tinieblas
deberé aguardar como el centinela
porque más tarde o más temprano
tu luz vencerá las sombras.
VANOS REFLEJOS
Vanos reflejos ofrece este mundo.
Son como las ondas del estanque
levantadas por inquieta brisa
bajo un Sol resplandeciente.
Mil estrellas verá la mirada,
esmeraldas, plata, y oro,
que cegarán un momento
mientras dure la corriente.
Pero al llegar la calma
volviendo en sólido vidrio
la mudable superficie
ya no hay estrella ni gema,
sólo verdad deformada
por las aguas engañosas.
Este es cuadro verdadero
del mundo y sus atracciones
que mientras dura un instante
ofrece ilusiones falsas.
Llega la luz verdadera,
y se deshace el engaño.
Pues aparte del Señor,
no hay oro, sino oropel,
y sin Él tampoco hay vida,
sólo reflejos de muerte
disfrazados de colores.