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Cervantes y la Biblia

Ensayo de Juan Antonio Monroy

CERVANTES Y LA BIBLIA

Marcelino Menéndez y Pelayo dice: “Pudo Cervantes no cursar escuelas universitarias, y todo induce a creer que así fue…Pudo descuidar en los azares de su vida, tan tormentosa y atormentada, la letra de sus primeros estudios clásicos y equivocarse tal vez cuando citaba de memoria; pero el espíritu de la antigüedad había penetrado en lo más hondo de su alma”.

¿Qué se ha de entender por este “espíritu de antigüedad”? Indudablemente el conocimiento de esa rica sabiduría contenida en la literatura clásica. Cervantes supo asimilar perfectamente este tesoro y las verdades antiguas penetraron en el alma de nuestro autor en el curso de sus continuas y variadas lecturas. “Que Cervantes fue hombre de mucha lectura apunta de nuevo don Marcelino-, no podrá negarlo quien haya tenido trato familiar con sus obras”. Entre la lectura de tantos y tantos libros sobre los más variados temas Cervantes no descuidó la meditación atenta del Libro de los libros: la Biblia.

Retrato de Cervantes, de Miguel Elías

Esto  se advierte en cuanto nos ponemos en contacto con los escritos cervantinos. Rodríguez Marín, entre otros destacados cervantistas, ha puesto de resalto el considerable número de citas, alusiones y huellas de la Biblia que figuran en la producción cervantina. Unas veces se trata de citas explícitas, otras de alusiones veladas; en ocasiones cita a este o aquel personaje bíblico o se refiere a él sin nombrarlo. Todo esto demuestra que Cervantes era lector asiduo del Viejo y Nuevo Testamento. Y no lector descuidado ni superficial, sino saboteador de las sagradas letras. Las lecciones divinas se hallaban bien encarnadas en su humanidad. Los textos de San Mateo, San Marcos, San Lucas, San Juan y de San Pablo acudían a su pluma con relativa facilidad, unas veces de propio intento, otras sin pretenderlo. Los Salmos de David y los Proverbios de Salomón se hallaban tan impresos en su mente, que a cada paso se encuentra uno con huellas y reminiscencias de los mismos en los escritos cervantinos.

EN OTRAS OBRAS

  •  En “Los trabajos de Persiles y Segismunda” alude a uno de los libros menos leído del Antiguo Testamento, al Levítico, lo que prueba que le era conocido: “En verdad, señora –responde Mauricio a Constanza-, que no estuviera enseñado en la verdad católica y me acordara de lo que dice Dios en el Levítico: “No seáis agoreros ni deis crédito a los sueños, porque no a todos es dado el entenderlos”.
  • En “El Licenciado vidriera” critica Cervantes a los titiriteros, precisamente por el poco respeto con que tratan de las cosas divinas: “De los titiriteros decía mil males; decía que era gente vagabunda y que trataba con indecencia de las cosas divinas porque con las figuras que mostraban en sus retablos volvían la devoción en risa, y que les acontecía envasar en un costal todas o las más figuras del Testamento Viejo y Nuevo y sentarse sobre él a comer y beber en los bodegones y tabernas”.
  •  En “El trato de Argel”, hay una cita casi literal a los Evangelios: ¿No sabes tú que el mismo Cristo dice:

“Aquel que me negare ante los hombres,
de mí será negado ante mi Padre;
y el que ante ellos a mí me confesare,
será de mí ayudado ante el Eterno Padre mío”?

  • Desde la doctrina de la misericordia de Dios en la conversión de los pecadores (“El rufián dichoso”, jorn. 2ª), con la frecuente alusión a la parábola de la oveja descarriada en varios otros lugares, hasta ciertas escenas bíblicas descritas en “El retablo de las maravillas” o en “El Licenciado vidriera”, Cervantes recorre una variadísima gama de colores y tonalidades que en su conjunto forman un cuadro de ambiente sereno y claro, con el que se funden bien el profundo respeto y el alto concepto que nuestro autor tenía de la Sagrada Biblia”.
D. Quijote, de Miguel Elías

EN EL QUIJOTE

Pero donde Cervantes hace verdadera gala de sus conocimientos bíblicos es en “El Ingenioso hidalgo Don Quijote de la Mancha”. En el escrutinio de la biblioteca del caballero manchego, que para la señora condesa de Pardo Bazán es, entre otras cosas, “una clasificación perfecta de la literatura de ese período, que va de la lírica a la épica, desde el Amadís a la Araucana”, no figura la Biblia. Sin embargo, Don Quijote piensa con la Biblia, la Biblia forma parte de su propia sustancia, y tanto él como los demás personajes de la novela, entremezclan en sus discursos, sin llegárselo a proponer, frases enteras o simples ideas que proceden de las Escrituras.

DAVID Y GOLIAT

En el prólogo a la primera parte del Quijote, estando nuestro hombre “con el papel delante, la pluma en la oreja, el codo en el bufete y la mano en la mejilla, pensando lo que diría”, entró un amigo suyo a quien comunicó su preocupación por la escasez de citas y sentencias famosas con que adornar su obra. El amigo, “gracioso y bien entendido”, entre otros aprovechables consejos, le dio éste: “En lo que toca al poner acotaciones al fin del libro, seguramente lo podéis hacer desta manera: si nombráis algún gigante en vuestro libro, hacedle que sea el gigante Golías, y con solo esto, que os costará casi nada, tenéis una grande anotación, pues podéis poner: el gigante Golías o Goliat, fue un filisteo a quien el pastor David mató de una gran pedrada en el valle Terebinto, según se cuenta en el libro de los Reyes, en el capítulo que vos halláredes que se escribe”.

2. DIVINA ESCRITURA

En este mismo prólogo Cervantes llama a la Biblia Divina Escritura.

“Si de la amistad y amor que Dios manda que se tenga al enemigo, entraros luego al punto por la Escritura divina, que lo podéis hacer con tantico de curiosidad, y decir las palabras, por lo menos, del mismo Dios”.

3. SAGRADA ESCRITURA

En el capítulo 49 de la primera parte, el cura dice a Don Quijote: “Y si todavía llevado de su natural inclinación, quisiere leer libros de hazañas y de caballerías, lea en la Sacra Escritura el Libro de los Jueces, que allí hallará verdades grandiosas y hechos tan verdaderos como valientes” (Quijote, I; XLIX).

Monroy y Pablo Martínez en Compostela (foto de M. Gala)

4. UN ÁTOMO EN LA VERDAD

En el primer capítulo de la segunda parte Don Quijote vuelve a la historia del gigante Goliat. En este texto incluye una opinión definitiva sobre la Biblia. Dice: -En esto de gigantes –respondió don Quijote-, hay diferentes opiniones, si los ha habido o no en el mundo; pero la Santa Escritura, que no puede faltar un átomo en la verdad, nos muestra que los hubo, contándonos la historia de aquel filisteazo de Golías.

5. LA MISIÓN DE LA BIBLIA

En el mil veces citado discurso de las armas y las letras, Don Quijote dice que las letras divinas “tienen por blanco llevar y encaminar las almas al cielo, que a un fin tal sin fin, como éste ninguno otro se le puede igualar” (Quijote, I, XXXVII).

6. JESUCRISTO

Cuando Don Quijote pasa de los libros a los personajes bíblicos y magnifica las figuras de Jesucristo y San Pablo.

Dice de Jesucristo: En la santa ley que profesamos se nos “manda que hagamos bien a nuestros enemigos y que amemos a los que nos aborrecen, mandamiento que, aunque parece algo dificultoso de cumplir, no lo es sino para aquellos que tienen menos de Dios que del mundo, y más de carne que de espíritu; porque Jesucristo, Dios y hombre verdadero, que nunca mintió, ni pudo ni puede mentir, siendo legislador nuestro, dijo que su yugo era suave y su carga liviana; y así no nos había de mandar cosa que fuese imposible el cumplirla. Así que, mis señores, vuesas mercedes están obligados por leyes divinas y humanas a sosegarse”.

Tanto impresionó este lenguaje al bueno de Sancho, que exclama entre sorprendido y admirado: “El diablo me lleve si este mi amo no es teólogo; y si no lo es, que lo parece como un güevo a otro” (Segunda parte, capítulo 37.

  • SAN PABLO

Ante el lienzo “que encubría la caída de San Pablo del caballo abajo con todas las circunstancias que en el retablo de su conversión suelen pintarse”, cuando Don Quijote “lo vio tan al vivo, que dijeran que Cristo le hablaba y Pablo respondía”, el hidalgo manchego explica a los labradores. “Este fue el mayor enemigo que tuvo la Iglesia de Dios Nuestro Señor en su tiempo y el mayor defensor suyo que tendrá jamás; caballero andante por la vida y santo a pie quedó por la muerte, trabajador incansable por la vida del Señor, doctor de las gentes, a quien sirvieron de  escuelas los cielos y de catedrático  y maestro que le enseñase el mismo Jesucristo” (Quijote, II, LVIII). 57.

Donde más seguido y más ampliamente se advierte el conocimiento que Cervantes tenía de la Biblia es en el último capítulo de Don Quijote, cuando el caballero, derrotado en playas de Barcelona regresa a su aldea para morir. Tourgueneff dice que “la muerte de Don Quijote inunda el alma de indecible emoción”. Otro autor ruso, bien conocido, Dostoyevski, añade: “Don Quijote se fue de la tierra plácidamente, amando al mundo con aquella ternura que en su santo corazón encerrara”.

Da la impresión de que Cervantes escribió este capítulo final con la Biblia al alcance de la vista, porque casi todo él está inspirado en la Sagrada Escritura. Cervantes se ocupa aquí en temas eminentemente bíblicos: la batalla perdida contra la muerte; la brevedad y vanidad de la vida en la tierra; las misericordias de Dios; los pecados de los hombres; el poder de Dios; la salvación del alma, la inmortalidad, la resurrección y otros.

Un capítulo de Don Quijote que nadie, absolutamente nadie debería dejar de leer.

Juan Antonio Monroy (Rabat, 1929), escritor, periodista y conferenciante internacional de reconocido prestigio. Ha publicado cerca de cincuenta libros y ha ofrecido conferencias en los cinco continentes. Habla inglés, francés y árabe, además del español. Este texto fue leído por él en el Encuentro de la Alianza de Escritores y Comunicadores Evangélicos de España (Adece), celebrado en septiembre de 2017, en el Colegio Fonseca de la Universidad de Santiago de Compostela. Un estudio más pormenorizado del conocimiento que Cervantes tenía de la Biblia puede hallarlo el lector en su libro “La Biblia en el Quijote” (Editorial Clie, 2017).

Medallón de Cervantes en la Plaza Mayor de Salamanca, de Miguel Elías



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