Tras el visionado en estos últimos tiempos de varias películas insulsas para la mente, decidí tornar de nuevo al siglo pasado, alentado por la deuda que tengo con varios directores de renombre como Akira Kurosawa, Igmar Bergman o Luis Buñuel. En primera instancia, pretendía comentar La parada de los monstruos (1932) de Tod Browning al resultarme inevitable establecer, de alguna manera, un paralelismo con El hombre elefante (1980), mi intención se mantuvo incólume hasta que terminé Viridiana (1961) y quise conocer más trabajos de mi compatriota. Así fue, porque iba a copar estás líneas de manera unitaria, para acabar decantándome por una trilogía. Bien aplicado el término, al tener todas una mujer en el personaje central y, aunque los argumentos puedan verse en algo alterados al trazar una comparativa, el devenir de las tres protagonistas es el hilo invisible que da paso a una conjunción perfecta.
Que importante es la creación artística y cuan admirable es la destreza de quien, en tiempos de paupérrima permisibilidad, logra a través de la metáfora o lo subliminal, plasmar ideas candentes. Como decíamos ayer (aquellas famosas palabras de Fray Luis de León): España padeció en su fuero interno un conflicto que cristalizó en el poder al máximo estadio de la represión: un totalitarismo. Una demagogia cuyos estragos parecen formar parte de los anales históricos perdido en la memoria de quienes ya no nos acompañan. Aquí se adscribe la figura de Luis Buñuel, cineasta díscolo y apátrida, características que, a mi parecer, son consecuencia una de la otra: el impedir el desarrollo del arte propicia el éxodo hacia otras latitudes y fomenta la crítica en el ser.
Las tres cintas (Viridiana, Belle de Jour y Tristana) que he conocido hasta ahora, están muy logradas y considero un mérito, el convertirme en pródigo a la hora de elogiar cine español, pues difícilmente alguien podrá acusarme de ser chauvinista. Aun así, en varias ocasiones he demostrado simpatía y predilección por directores o actores del panorama ibérico. A lo expresado he de añadir el cuasi total desconocimiento hasta ahora tenido con respecto al cine español anterior a la era millenial y, para excusarme de algún modo frente a lo último, diré que soy tendente a centrarme en determinadas temáticas, sin trasladar esa práctica a conjuntos de películas de un mismo país.
Comenzando con Viridiana (basada en la novela Halma de Benito Pérez Galdós), fue una serendipia pues quería continuar con el cine monocromo y, además, poseía el aliciente de ser una obra catalogada como controvertida. He averiguado que también posee otras cintas “conflictivas” (quedan para otro momento, con la intención de averiguar el germen de esa antipatía): La Edad de Oro (1930) y Los Olvidados (1950), con las que se ganó la animadversión de republicanos (entiéndase españoles) y mexicanos, respectivamente. Su paso por Hollywood, la meca, fáctica, del cine (acotando para los actuales tiempos, cine comercial), estuvo exento de triunfos lo que no implica un fracaso si somos conocedores de la calidad que ostenta el cine europeo.
Viridiana (Silvia Pinal), personaje clave del enredo: una novicia a punto de convertirse en monja de clausura visita a su tío, interpretado por Fernando Rey, benefactor (puesto que ha sufragado todos los gastos de su formación).
Con Viridiana seguramente (por dejar un margen de error en mi observación) la iglesia católica quedó descontenta. Puntualizo la confesión, debido a la hegemónica sombra en la España de siglos pasados, condición la cual debería ser hoy por hoy inviable dada la aconfesionalidad predicada en nuestra Constitución. Comentarios jurídicos aparte, consideremos a modo de primer “indicio” crítico la posición dada por Buñuel a la protagonista, una novicia deseosa de convertirse en monja de clausura, exponiéndola a situaciones de abuso tanto por parte de su tío como de sus apadrinados a medida que avanza la película. Pese a ello, el personaje aglutina el rechazo lógico ante hechos acerbos junto con la bondad que irradia en su entorno; durante toda la trama mantiene esa “pureza”, por ello es clave el desenlace abierto (a interpretaciones) propuesto por el cineasta.

En esta línea, también es destacable el papel de Fernando Rey en Viridiana y Tristana, suicidándose por su incestuoso amor en la primera y, en la segunda, aunando múltiples comentarios críticos hacia la religión.
Hay componentes religiosos y políticos o, ¿acaso no implica hablar de lo mismo en este contexto? Englobar el franquismo y la iglesia católica en la misma “estrofa” es indispensable pues durante más de tres décadas caminaron abrazados. A los escasos minutos de comenzar el siguiente documental sobre ese período, https://www.youtube.com/watch?v=_uNjdkPL0qU&ab_channel=HansvonLast, se nombra a la iglesia católica como uno de los tres pilares que apoyaron los inicios de la dictadura de Francisco Franco. Puede entenderse, mas no justificarse, esta alianza si nos fijamos en lo acontecido en la Segunda República española, donde ministros e infraestructura pertenecientes a la confesión católica fueron víctimas de actos reprobables. Esta disertación encuentra sentido en la postura de Franco, el cual pergeña e instaura su personal valoración de la moral cristiana que debía reinar en la sociedad y, por consiguiente, este tipo de manifestaciones suponían una afrenta para dichos principios.
El cine actual es máxima expresión de la ausencia de tabúes, lo cual implica que el contacto hoy tenido con el argumento está libre de posible admiración peyorativa o escándalo. Ahora bien, enmarcando la cinta en plena dictadura franquista y sumándole las referencias simbólicas a la religión cristiana en varios momentos (por no decir en la esencia misma), su consideración adquiere otro cariz. El empleo de lo subliminal denota el magín de Buñuel hasta el punto de que, incluso estando prevenido de la polémica que rodea al filme, solo en la reiteración de las mentadas referencias se percibe la intención de Buñuel.
Quisiera hacer dos excursos a tenor del encuadre temporal y la documentación cuando se trata de redactar impresiones sobre una película.
Hay componentes religiosos y políticos o, ¿acaso no implica hablar de lo mismo en este contexto? Englobar el franquismo y la iglesia católica en la misma “estrofa” es indispensable pues durante más de tres décadas caminaron abrazados. A los escasos minutos de comenzar el siguiente documental sobre ese período, https://www.youtube.com/watch?v=_uNjdkPL0qU&ab_channel=HansvonLast, se nombra a la iglesia católica como uno de los tres pilares que apoyaron los inicios de la dictadura de Francisco Franco. Puede entenderse, mas no justificarse, esta alianza si nos fijamos en lo acontecido en la Segunda República española, donde ministros e infraestructura pertenecientes a la confesión católica fueron víctimas de actos reprobables. Esta disertación encuentra sentido en la postura de Franco, el cual pergeña e instaura su personal valoración de la moral cristiana que debía reinar en la sociedad y, por consiguiente, este tipo de manifestaciones suponían una afrenta para dichos principios.
El ilegítimo régimen franquista que acabó con la Segunda República Española, de igual manera que en cualquier totalitarismo, enarboló la censura (a los dictadores no les gustan los intelectuales, con la salvedad de que sus creaciones sirvan a los objetivos de los primeros). El conocimiento trae consigo el poder de la divergencia, del albedrío, de un pensamiento propio que se contrapone a la querencia de una “sociedad” de autómatas (Hitler y la difusión/imposición de su libro Mein Kampf durante el tercer reich, son un buen ejemplo). Hoy, en nuestro texto constitucional se preceptúa la imposibilidad de someter los Derechos contenidos en su artículo 20.1 (libertad de expresión) a cualquier tipo de censura previa (presente también en la normativa europea de Derechos Fundamentales y Derechos Humanos).

De nuevo, hoy no existe ese instrumento para cercenar el albedrío de manifestar pensamientos e ideas, pero sí está presente la protección del ordenamiento a los Derechos de los terceros que nos rodean. Comparto uno de los contenidos del Fuero de los Españoles que, desde luego, no engaña en su redacción, ya que proclama la libertad convenida por el régimen: artículo doce. — “Todo español podrá expresar libremente sus ideas mientras no atenten a los principios fundamentales del Estado.” Éste, luego serviría de base para el art. 1.1 de la Ley 14/1966 de Libertad de Prensa e Imprenta, la cual aborda la censura apenas dos líneas más adelante: “La Administración no podrá aplicar la censura previa ni exigir la consulta obligatoria, salvo en los estados de excepción y de guerra expresamente previstos en las leyes”. Ambos textos son parafernalia. Puede que se produjeran maniobras de apertura de cara al exterior o intentos de crear una ilusión de libertad en el pueblo español. Recién tengo contacto con ellos, mas ya tengo, desde hace años, una guía para las libertades en el franquismo fruto del estudio histórico de las relaciones entre Estado e Iglesia: como se produjo el verdadero ejercicio de la libertad religiosa. Mi anterior referencia a la Segunda República Española conlleva al artículo 34 de la Constitución de 1931: “Toda persona tiene derecho a emitir libremente sus ideas u opiniones, valiéndose de cualquier medio de difusión, sin sujetarse a la previa censura […]”, mimético con el art. 20 de la vigente. La del 31 sin duda era progresista y avanzada, pero luctuosamente, hay que señalar sus fallas más notables que para este comentario en concreto, se reúnen en su artículo 26. Si hubiera que dotar de un titular a este precepto sería el de persecución abierta contra el clero, una tropelía destructora de las consideraciones a la igualdad, descreditando el texto conllevando el enervar de su fuerza jurídica.
La ausencia de prejuicios o directrices es, a mi entender, la bella “ingenuidad” que realza una crítica, provoca en cierta medida algo de vanagloria, con ese término me refiero al estudio o la incisión exhaustiva en las circunstancias, ensayos, comentarios, explicaciones del director que tienen ligazón con la obra. Esto puede acarrear lo que las doctrinas tildan de déficit de erudición, pero en mi opinión, cuando se realiza una “paráfrasis” o “exégesis” de un filme, se han de reflejar las emociones suscitadas por el Arte con el acervo del empirismo propio. Tanto es así, que en la búsqueda de un texto o documental que me permitiera conocer algo más de su biografía (los que he encontrado eran mexicanos), apenas dediqué diez minutos. Tal diversidad de intervenciones para etiquetar al director, para alabarlo, hablar de su personalidad, dejar críticas entre moderadas e implícitas, podrían conseguir ejercer influencia, aunque sea de un modo inconsciente. Puntualizo con un ejemplo: no deseo que el testimonio (peor si es póstumo) de un amigo o conocido del director fomente su encasillamiento como ateo o religioso. Hay que buscar el equilibrio entre el conocimiento necesario para refrendar lo que uno percibe, y la excesiva objetividad que mutila la percepción.
Continuando con Belle de jour (1967), no puedo evitar establecerla como sinónimo de Repulsión (1965), obra del virtuoso director Roman Polanski. La apoteósica protagonista, Catherine Deneuve (ducha en retratar momentos en que la mente se queda en blanco, denotando impavidez), padece en las dos producciones el mismo trauma ocasionado por vivencias vituperables de la infancia, la diferencia radica en el cómo se manifiestan o el cómo desembocan en las actitudes de sendos personajes. Aprovecho para hacer hincapié en la importancia de la calidad interpretativa: es impensable comparar la actuación de la gran estrella europea con la presencia en el Fotógrafo de Mauthausen (2018), que recientemente he visto, de Mario Casas (un notable intérprete de películas románticas ambientadas en el instituto, aunque siendo justo, en Contratiempo sale airoso dada la buena calidad en general del filme).
Me hubiera gustado ver esta película antes de elaborar el comentario sobre Pier Paolo Pasolini (120 de Saló) y el marqués de Sade (una demostración más de que a un servidor, le falta mucho por conocer), ya que entra en la esfera dadas las fantasías y el despertar sexual de Séverine (Catherine Deneuve). Es un claro paradigma de las personas que experimentan una doble vida, de la lucha entre el pudor y el caer en el irrefrenable deseo, de parafilias aún hoy concebidas de mala manera, etc.
Precisamente por lo anterior, debo mentar a Henri Husson (Michel Piccoli) y Marcel (Pierre Clémenti), personajes “encargados” de inducir a Séverine (Deneuve) para que transgreda sus lazos conyugales y de rienda suelta a sus peculiares gustos. Ello, sumado a la primera y última escena del filme, puede que constituya el punto de inflexión con las otras dos obras porque no muta la personalidad de la protagonista. En cuanto a las circunstancias que rodean a la película, observamos que está ambientada en París y, fuera de focos, es una producción francesa. Hay un símil con Tristana por la misma razón que origina mi cotejo con Repulsión de Polanski: hechos traumáticos o contra natura experimentados a una corta edad.
Precisamente, a raíz del personaje “Henri Husson”, elaboraron la secuela Belle Toujours (2006), que posiblemente manifieste un declive con respecto a la producción original. Haciendo un balance entre los diferentes géneros, las secuelas o las secuencias de varias entregas dejan malas impresiones, máxime cuando hay relevos en la dirección o en los papeles protagónicos.
Recolecté una de las tantas frases que son indicativo de la postura hacia la religión, un tema relevante en este comentario (postura de los ficticios o de Buñuel, como se quiera): “Un bar nunca es aburrido, al contrario que una iglesia donde estás a solas con tu alma”. Y me parece interesante traer a colación esta frase, que en otro supuesto resultaría irrelevante por ser parte de una conversación banal entre Séverine y su esposo Pierre (Jean Sorel), pero teniendo presente el proceder en Viridiana, cualquier mención a la iglesia ha de ser objeto de reflexión.
Por otro lado, se basa en una novela de Joseph Kessel, nunca está demás el aval de una novela, aunque sea un dato meramente figurativo al no poder establecer una comparativa entre la gran pantalla y la novela. Tampoco he leído las novelas rubricadas por Galdós, con lo que únicamente puedo aportar la calificación de las películas como cine de autor al estar presente la influencia de Buñuel en los guiones
En último lugar, vi Tristana (1970), en la que se unen Catherine Deneuve y Fernando Rey. El actor cuenta con una resaltable trayectoria, entrando en el radar de Buñuel en varias ocasiones y tenemos prueba de ello en Ese oscuro objeto de deseo (1977) inspirada en la novela La mujer y el pelele de Pierre Louÿs, donde Conchita (Carole Bouquet), la ninfa cortejada, apenas tiene dieciocho años. Ésta me lleva a compartir una cierta semejanza entre Buñuel y Woody Allen, del cual solo conozco Match Point (2005) e Irrational man (2015), con su estilo recalcitrante del romanticismo entre chicas que, en el mejor de los casos, alcanzan la mayoría de edad y hombres que podrían ser sus padres. Lo escrito está sacado de un documental que considero bastante objetivo (salvando la parcialidad que cualquier persona demuestra cuando median sentimientos de rencor u otros intereses): Allen v. Farrow (2021). Reitero la circunstancialidad de esta analogía puesto que Galdós y Buñuel no son monotemáticos.
De hecho, la fórmula de Tristana participa igualmente en la transgresión de las relaciones familiares, acercándose al espíritu latente en la afamada novela de Nabokov, pues se trata de una ligazón entre padrastro e hijastra. La actriz, que tenía veintisiete años en el momento del estreno, registra varias franjas de edad dada la longitud temporal que tiene el argumento. Al estar desgastado el recurso de Lolita, otra ejemplificación se halla en Tú me hiciste mujer (1981) a la que recurro por su nacionalidad francesa y su peculiar ejecución de estas relaciones.
Quisiera cerrar la trilogía con otra frase de este filme: “Con el tiempo ya iré sacándote de la cabeza ciertas supersticiones” puesto que, con menor o mayor acierto, mi intención ha sido la de plasmar el mensaje intrínseco del director. Poco o nada se ha heredado en el cine español actual de la sutileza de Buñuel en escenas comprometidas.
A modo de adendas, expresar el efecto traslativo acontecido en España: de la libertad de expresión menoscabada con exacerbados límites a la consideración de esta misma de manera ilimitada. Concebida de esta forma, cualquier restricción derivada del mínimo respeto exigido por la sociedad o el Derecho, es utilizada para calificar al Estado, al sistema jurídico o al que opina de otra forma como represores. Solo, o sólo (aún no me aclaré con la decisión de la RAE), cabe decir que los derechos existen cuando nos afectan de manera directa, y esto, no constituye una crítica, el entorno vital nos proporciona este parecer.
Y, por supuesto, manifestar las aún “recatadas” censuras del Cine (me eximo en lo que respecta a países no democráticos), sin aventurarme demasiado en pasado, me ocurrió un hecho diría insólito: no conseguí encontrar una película en internet por el simple hecho de que no halló salida (es del director Tom Six, con eso aporto las razones). Sin embargo, me gustaría concluir halagando la actualidad del siglo XX; Unos días atrás, quizás, no hubiera podido refrendar dicha afirmación. Con gran orgullo vi un documental sobre una de las primeras cintas que comenté, La Naranja Mecánica, orgullo y rubor, ya que considero a esta obra como un manantial de temas a tratar Hoy. Maquillaje, fotografía o efectos especiales a parte, está claro que el Séptimo Arte discurre en nosotros.
Comparto los enlaces de las películas:
https://www.pelispedia2.me/ver-pelicula/viridiana-1961/ (Viridiana)
https://www.youtube.com/watch?v=VmV4mYZclcE (Belle de Jour)
https://www.youtube.com/watch?v=8_XvCrxVdtI (Tristana)
José Alfredo Pérez Alencar (Salamanca, 1994). Poeta, egresado en Derecho por la Universidad de Salamanca y crítico de cine. En poesía ha publicado el libro ‘Tambores en el Abismo / Tambores no Abismo’ (Labirinto, Fafe, Portugal, 2022, en edición bilingüe y traducción de Leocádia Regalo). Cuando niño la imprenta Kadmos le publicó una carpeta de poemas titulada ‘El barco de las ilusiones’ (2002, con 17 acuarelas del pintor Miguel Elías). Posteriormente publicó el cuaderno ‘Madre’ (Trilce, Salamanca, 2021. Dos poemas traducidos a 12 idiomas). Poemas suyos han aparecido en diversas antologías y revistas de España e Iberoamérica. También ha publicado los libros ‘Pasiones cinéfilas’ (Trilce, Salamanca, 2020) y Iuris Tantum (Betania, Madrid, 2020). Sus críticas de cine se publican en las revistas literarias Crear en Salamanca y Tiberíades, mientras que sus artículos de contenido jurídico y social se dan a conocer el su blog Iuris tantum, que mantiene en el periódico digital Salamanca al Día.

Imagen de cabecera: Luis Buñuel retratado por Dalí
One thought on “Luis Buñuel, Censura y Séptimo Arte”
Eddy Reyes Torres 15/03/2023 at 4:37 pm
Un texto exquisito; te felicito.
Responder