Colaboraciones, Reseñas

Raquel Jaduszliwer: “Un mundo reencantado. Acerca de Evangelio de la noche de Marcos David Porrini”

¿Es irreversible el proceso histórico de desencantamiento del mundo? ¿Es posible mensurar sus efectos sobre las condiciones de la existencia humana y la construcción de subjetividad? ¿Vinieron para quedarse esos efectos que se han acumulado a través del tiempo, acompañando el avance de la Modernidad?

El destino de nuestro tiempo se caracteriza por el desencantamiento del mundo, plantea Max Weber a lo largo de su obra, especialmente en La ética protestante y el espíritu del capitalismo (1905). Weber describe la evolución de Occidente desde una sociedad regida por costumbres tribales u obligaciones religiosas hacia una organización cada vez más laica y con el beneficio económico como meta. Tiene en cuenta los cambios positivos fruto del mayor conocimiento científico y de la toma lógica de decisiones (en lugar de seguir el dictado de autoridades religiosas obsoletas), y subraya que la sociedad industrial se ha edificado sobre avances tecnológicos y económicos que hacen a lo que llamamos Progreso. Advierte a su vez que, en paralelo, los valores culturales y espirituales tradicionales han sido suplantados por la racionalización y por una organización burocrática de lo social que erosionó los lazos comunitarios, dando lugar a nuevas formas de control y disciplina.

Cuando Weber habla de desencantamiento del mundo se refiere a toda una constelación de fenómenos; entre ellos, señala cómo el cálculo y el racionalismo obturan la faceta mística de la vida cotidiana en muchas personas. Podemos seguir el trazo de dicha caracterización hasta nuestros días, ver cómo se potenció y complejizó, detenernos a pensar en sus consecuencias, muchas de ellas paradojales. Ante la corroboración de esa tendencia, el arte como poiesis, como creación, se postula a ser un reducto de resistencia, una reserva de esa dimensión existencial. La capacidad metaforizante y su puesta en obra mantiene abierta la posibilidad de descentrarnos de lo conocido, compartimentado, controlado, mensurado y vigilado, para así permitir que se manifiesten otros mundos posibles, acompañados del misterio que rodea toda revelación y toda apertura a un más allá de lo consabido e inmediato.

Con Evangelio de la noche (ed. La primera vértebra, 2023), Marcos Porrini va a redoblar la apuesta. Más aún, se va a dedicar a reinstalarnos en un mundo en el que los milagros ocurren; se rigen por los mecanismos de los sueños, pero suceden. Suceden, se suceden uno tras otro; el autor nos los ofrece como visiones en las que nos sumergimos sin recurrir a ninguna otra sustancia que no sea la letra y su lectura.

Hablo de redoblar la apuesta con relación al ejercicio de la creación poética, ya que se trata de una partida doble: en primer lugar, porque el autor configura el libro a la manera de los evangelios apócrifos; casi podríamos ver su Evangelio de la noche como uno de aquellos que lo precedieron, y que llega ahora hasta nuestras manos de manera inexplicable, no se sabe por qué ni para qué. Todo un misterio. En segundo lugar, porque aquello de lo que se habla en el texto es de naturaleza tal que no puede sino mostrarse, presentarse a través de símbolos, intensísimos condensadores de sentido que remiten al misterio, a lo desconocido, a lo inaprensible.

Dice Marcos Porrini en este libro: Imágenes para crear arte con enajenación absoluta. La razón lo reclama y la verdad. Una confianza profundísima al soltar el mundo. Poesía, música y sus resonancias como himnos azules. Vemos cara a cara la separación del cielo y el agua. Señalamos otro cosmos.

Y también nos hablará de un sol carnal de alto valor subversivo. Es que hay valor subversivo en la invitación a contemplar con nuestros propios ojos una creación de mundo: evoca en resonancia la posibilidad de cambiarlo todo. Ejercitar la imaginación y la sensibilidad sería una razón más que suficiente para sumergirnos en esta lectura, aunque probablemente encontraremos otras razones por el camino.

(Buenos Aires, julio de 2023)

Raquel Jaduszliwer y Marcos Porrini



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