José M. Muñoz Quirós

José María Muñoz Quirós: ‘Alfredo Pérez Alencart: Poesía y destino’

 

El quehacer de un poeta muchas veces sobrepasa el límite de sus versos, se enreda en los laberintos ocultos del tiempo, surge desde una fuente libre y transparente que mana una incesante agua que a todos descubre la voz, les enseña a saciar su deseo de conocer.

En ese destino viven sólo los poetas que pueden iluminar el camino, que son capaces de transformar la realidad, que dan la mano a cuantos precisan un impulso. Son poetas de la visión lúcida del mundo, asentados en los andenes donde pasan los trenes dulces de la amistad, dando la mano y el corazón a quienes lo precisan.

Este es el destino de algunos escritores que han desvelado en su interior la crisálida leve y profunda de la participación con la vida, escondiendo en su interior nuevos seres que al irrumpir nos enseñan el secreto don de la vida. Alfredo Pérez Alencart, más allá del mar y más cerca de la luz clara de Castilla, pertenece a ese grupo de poetas que han aprendido el castellano en las fuentes íntimas de América, y que han sobrevolado con sus palabras los lugares donde se escondía el tesoro del lenguaje, los paisajes anchos e inmensos donde las palabras adquieren la dimensión exacta del decir. Con su obra y con su presencia ha iluminado días y momentos que han precisado la claridad de lo humano. Se ha entregado a la difícil tarea de sucumbir en los brazos de la luz, en esas manos poderosas y años, empresas y objetivos cumplidos; han sido maneras de vivir, de regalar el tiempo a quien lo ha precisado, ese altísimo regalo que sólo los más generosos son capaces de entregar. Cuando se enfrenta con el poema, busca la eficacia en el decir, esa rara virtud que nos  entrega cada poema que escribe: el amor, la amistad, Dios y su infinito delirio de luz, lo cotidiano y lo trascendente, lo más alto y lo que roza el ras de lo humano. Todo es materia poética cuando se saben utilizar las palabras y los sentimientos, como Alfredo Pérez Alencart adivina entre el caos de las cosas y el orden absoluto de su mirada. Nada es ajeno al poeta y él lo sabe, lo adivina, lo descubre cuando se predispone a encender el camino, a abrir la mano a quienes se acercan a él.

¿Cuál es el destino de un poeta como Alfredo Pérez Alencart? ¿De quién le viene esa rotundidad que alberga en sus manos y que es capaz de crear? ¿Cómo será el origen de su voz al atravesar las regiones inhóspitas del lenguaje que busca encender la oscuridad?  Enigmas todos que cuando recibimos la palabra del poeta se nos aclaran, sufren la metamorfosis de un camino que presentíamos cerrado y que ahora vislumbramos lleno de vida. Esta es la magia de un poeta que se sabe poseedor de los dones ocultos de la tierra, que es capaz de dominar con su mirada el caos frenético del abismo. El destino es siempre una vereda que no sospechamos, un bifurcado sendero que nos lleva hasta lugares desconocidos. Y ahí radica la sabiduría de Alfredo Pérez Alencart: él conoce muy bien  el recodo del camino, la vuelta última de la mirada azul del día. Cuando la poesía y el destino se unen para ser un río transparente y claro donde se mira la voz del hombre herido, entonces se han culminado las pretensiones de todo escritor, se ha llegado a la cima del monte más difícil del vivir, de la meta más oculta en la  hojarasca insatisfecha de las horas.

En su voz poética (que es la misma que la voz del ser humano en su destino) hallaremos siempre el eco de un hombre preocupado por ser hombre. La poesía determina el carácter de quien la posee y le conduce hasta lo más alto y vital de un secreto iluminado por su voz. Sea para Alfredo Pérez Alencart el conocimiento verdadero de un estar presente y entregado entre las cosas.

Alfredo Pérez Alencar, con el Arca a él dedicada (Foto de José Amador Martín)
Presentación del libro en homenaje al poeta Alferdo Pérez Alencar, «Arca de los afectos», en la sala de la palabra de Salamanca. En la imagen una vista de los asistentes.
Foto: David Arranz.

Alfredo Pérez Alencart dedicando el libro (Foto de José Amador Martín)

 

Imagen de cabecera: Alfredo Pérez Alencart, en el Campus Unamuno de la Universidad (Foto de S. Casado, 2012)




Deja una respuesta

Tu dirección de correo electrónico no será publicada. Los campos obligatorios están marcados con *

*
*