TAL VEZ LO QUE ENTENDEMOS
por destino no sea otra cosa
que la lógica de Dios.
La vida que tenemos que vivir.
La muerte que tenemos que morir.
Nuestros actos y palabras
oraciones fallidas
– en ocasiones ni eso –
que se estrellan contra el eco
– contra todo pronóstico –
de la lógica del propósito.
Jesús de Castro
Cada poeta consigue un impacto definitivo sobre sus lectores, cada poeta tiene una capacidad singular para cambiar la manera de ver y abordar la vida, pero ¿de dónde viene la fuerza poética de los poetas? ¿dónde se crea, nace o se genera esa capacidad ilimitada de percibir y transformar la realidad? Cada poeta fortalece una conciencia y posee su propia capacidad para traducir sentimientos y estados emocionales en metáforas, en versos que buscan trascender la existencia hacia un todo, hacia la perfecta conjunción del alma con el cuerpo.
Esa visión de los poetas siempre atenta y despierta está íntimamente ligada a la palabra, y es a través de la palabra que los poetas van creando esos universos donde el lenguaje adquiere una fuerza descomunal, que además de otorgar belleza a lo inaccesible formula esa incansable búsqueda de entender lo que somos, de darle sentido a la existencia.
Para el poeta Jesús de Castro la palabra también es la columna vertebral que señala su día a día, le permite además entender y entenderse a sí mismo como ser humano. Las lecturas y las experiencias propias conforman su legado poético que lo asume con total sinceridad. Ya el poeta Carlos Aganzo, en el prólogo de la antología La canción de los niños muertos lo definió de esta manera: “Poeta. Poeta maldito. Poeta antipoético. Poeta del lado oscuro de la poesía. Poeta dimitido. Ex poeta. No se puede tener una relación de amor-odio tan grande con la poesía (¿con la vida?) como la que muestra Jesús de Castro en sus poemas. O en sus contrapoemas. Diez años de poesía “pensada”, y extraída a continuación con fórceps de su interior volcánico, iracundo, abducido por la propia fuerza de la palabra y sus cuchillos”.
“La poesía de Jesús de Castro es, desde el primero hasta el último de sus versos, incluidos aquellos que arden en la llama incombustible del amor, una poesía que quiere vivir, que vive en los márgenes. Una poesía inconformista, alérgica “a los himnos y fanfarrias sociales”. Que transita por callejuelas alternativas, escenarios devastados o playas de piedras afiladas, castigadas por la galerna. Imágenes dantescas que ilustran los infiernos personales del escritor. Lugares, o más bien no lugares, donde “nada es lo que parece ser / y lo que parece ser no es nada”.
Sobre el poeta Jesús de Castro, el escritor Francisco J. Castañón señala que “su estilo literario se considera reaccionista, profundizando en el existencialismo y la profundidad de pensamiento desde una experiencia de vida vital, potente, que no puede evitar dejar su huella en su obra poética”.
Jesús de Castro es un poeta, editor y divulgador cultural español nacido en Arenas de San Pedro (Ávila) en 1966. Actualmente reside en Coquimbo, Chile, donde ha establecido su vida y obra literaria. Su estilo se caracteriza por una poesía existencialista y profunda, influenciada por autores como Ezra Pound, Arthur Rimbaud y Paul Verlaine. En 2022, publicó la antología poética Canción de los niños muertos (2012–2022) bajo el sello editorial Aquarellen, con prólogo del poeta Carlos Aganzo. Esta obra recopila casi 80 poemas escritos a lo largo de una década, presentados como un “continuum” sin segmentación, lo que le otorga una sensación de fluidez y coherencia estilística. El título hace referencia a la obra musical Kindertotenlieder de Gustav Mahler, inspirada en los poemas de Friedrich Rückert sobre la muerte de sus hijos. De Castro utiliza este título como homenaje a los niños que han sido heridos por sus padres, ya sea consciente o inconscientemente.
Además de su labor como poeta, Jesús de Castro es editor de la revista y editorial Aquarellen ofrece talleres de escritura creativa. Su obra ha sido traducida al inglés, italiano y rumano, y ha sido presentada en países como España, Argentina, Portugal, Italia y Austria
– ¿Qué es lo que recuerda de la casa de su infancia?
– Una parte importante de mi infancia transcurrió en la casa de mis abuelos maternos, hasta el punto de considerar esa casa como la principal casa de mi infancia. Mis recuerdos más queridos giran en torno a la imagen de mi abuela leyendo bajo el emparrado del jardín y el niño que fui recostado a sus pies leyendo tebeos, o jugando con un jeep de plastico color verde con un cohete incorporado que podía dispararse mediante un mecanismo de muelle. Mi posterior interés por la lectura nació en aquella etapa. Mi abuela materna me contaba historias, leyendas, cuentos etc.
Mi abuela materna, Emiliana es una figura importante y constante en mi infancia, sirva esta entrevista para agradecer todo lo que recibí de ella, fue madre y abuela para mí.
– ¿Los perfumes, los sabores, los colores de la niñez asaltan en algún momento su presente?
– Creo que de alguna manera a todos nos asaltan recuerdos, colores, aromas, sabores relacionados con la infancia, pero con el transcurrir de los años se van difuminando.
– ¿Quiénes son sus padres? ¿Qué aprendió de cada uno?
– Soy el hijo mayor de una familia narcisista, mis padres y hermanos eran y siguen siendo personas complejas, enfermas y bastante tóxicas, la literatura fué para mí una vía de escape de aquella realidad sangrante y agotadora psicológica y emocional.
Mi madre tiene una patología narcisista muy fuerte, mi padre es un pobre infeliz débil, que fue incapaz de protegernos de nuestra madre y permitió que destruyera a nuestra familia. De hecho, mi próximo poemario, Trauma Complejo; es el relato de una infancia complicada como víctima de esa familia narcisista.
– ¿Recuerda algún libro que leyó cuando era niño?
– Más que libros, comencé leyendo tebeos, comics infantiles etc. Recuerdo haber leído Platero y Yo pasados los diez años, poemas de Gustavo Adolfo Becker, Historia en dos ciudades en versión gráfica.
– ¿Cómo fue su etapa de adolescente? ¿Se refugiaba en la escritura, en la lectura?
– Pasé gran parte de mi adolescencia en la biblioteca municipal de mi localidad natal, los sábados en la mañana eran mi día de ir a buscar un libro nuevo para leer durante la semana y vuelta a empezar. En esa etapa se despertó mi interés por la poesía.

– ¿Quién leyó sus poemas iniciales? ¿Lo alentaron a seguir?
– Mis poemas iniciales no fueron gran cosa, un ensayo, un aprendizaje. Una evasión tal vez, que me permitía crear una realidad totalmente alejada de la mía. Realmente tuve poco aliento y apoyo en aquella etapa primeriza, y el poco que recibí fue fuera de mi entorno familiar, de un viejo amigo Eduardo Blazquez Mateos, o Nino, un periodista local del diario de Ávila.
– ¿Cómo fue el proceso de escritura de su primer libro? ¿Reunió los poemas que tenía escrito o escribió especialmente para ese libro en particular? ¿Fue difícil encontrar la editorial?
– Mi primer libro fue la auto publicación de varios poemas escritos durante años, sin correlación alguna, fue también un libro muy inexperto que me permitió comprender que necesitaba mejorar en todo.
– ¿Cómo vive el proceso de su escritura, toma apuntes, reescribe, anota lo que siente y piensa día a día?
– Mi mejor recurso es la escritura automática, se puede decir que escribo dejándome llevar por un recuerdo, una emoción. Después lo dejo reposar y hago las correcciones necesarias
– Para un poeta, un escritor, un artista, es de gran importancia la experiencia de vivir en otros países para comprender otros puntos de vista y mirar la realidad desde otra perspectiva. ¿Cómo vive usted la poesía a partir de su condición de español residente en Chile?
– Chile ha influido poderosamente en mi forma de vivir la poesía, de escribir poesía incluso. La distancia con mi viejo, enfermo y agotado entorno familiar; el contacto real y diario con la nueva realidad, el esfuerzo y trabajo que supone comenzar de cero en lugar distinto, casi al otro lado del mundo. Las experiencias, entre las que cabe destacar enfrentarme a l terremoto y tsunami que sufrimos en el año 2015 en Chile, pero especialmente en Coquimbo, la ciudad en la que resido. Un acontecimiento, una doble catástrofe natural separada por apenas 20 minutos de tiempo y justo en el día de mi cumpleaños, la paternidad a los 53 años, todo ellos son experiencias de vida muy poderosas. Creo sinceramente que es necesaria una gran experiencia de vida como condición previa a esa poesía que no deja indiferente al lector.
– ¿Ha reescrito algún poema que haya guardado en su adolescencia?
– No, aquellos primeros poemas fueron un ensayo, demasiado precoces, insalvables. Realmente no hay nada rescatable de aquellos años, considero que mi primer libro con cierta madurez literaria fue justo mi tercer poemario, En el camino; un presagio de todo lo que vendría después para mí.
– ¿Qué libro le regalaría a alguien que quiera conocer Coquimbo o Arenas de San Pedro?
– En ambos casos, pero por distintos motivos, un manual de supervivencia.
– ¿Qué libro suyo recomendaría a un lector de poesía?
– Le recomendaría sin dudarlo Los Cantos Malditos
– ¿Tiene algún libro que relee invariablemente a lo largo de su vida?
– Dos o tres, comenzando por La rebelión de Atlas, Los cantos de Maldoror y la Divina comedia.
– ¿Qué piensa de la inteligencia artificial?
– La inteligencia artificial, tiene más de artificial que de inteligencia.
– ¿Las redes sociales lo abruman? ¿Le quitan tiempo? ¿Piensa que anulan la lectura de libros?
– Apenas utilizo redes sociales, y considero que dejar esos mundos virtuales fue una de las mejores decisiones de mi vida. Efectivamente, creo que el uso excesivo nos quita tiempo de vida real, de experiencias reales y ejercen una influencia negativa en nuestra capacidad lectora
¿Qué le da miedo?
– La estupidez organizada y el atontamiento global.
– ¿Por qué escribe?
– Escribo por los mismos motivos que respiro, para seguir viviendo con la total certeza de que aquello que me da vida instantánea me mata lentamente en cada inhalación. Necesito escribir, de igual manera que necesito oxígeno para vivir, pero el proceso me oxida, me agota emocionalmente.

POEMAS
I
Oh ángel caído!
Busca si quieres, un poeta que deshoje margaritas
sobre tu figura seráfica, mientras tañe latidos de gloria con su lira.
Yo esparciré sobre tus labios pétalos podridos y tallos muertos.
Arrancaré tus alas lamiendo la herida obscena de la espalda
para consumirte.
Colocaré sobre tu pecho una flor carnívora que devore
tus latidos.
Te desposaré en aquel mausoleo lóbrego
con la marcha nupcial del aullido del lobo
y los ojos vigilantes de toda criatura de la noche.
Desgarraré tu túnica con la violencia del deseo,
y profanaré tu cuerpo entre lápidas y panteones,
humillaré la humedad de tus muslos con mis garras.
y consumiré tus entrañas con el fuego del averno.
Soy aquel diablo concupiscente que te asalta cada noche
desgarrándote los sueños.
Soy aquel poeta oscuro
que invocaste en tus noches malditas.
Surgido de las tinieblas del verso escondido
entraré en ti con la dualidad del oxigeno
que mata lentamente mientras proporciona vida.
Te penetraré, oxidando tus recuerdos y el alma
ahora impura.
No me pidas arcoíris.
Yo te ofrezco la metamorfosis del licántropo
en noches de luna llena;
masticando tu carne con mis incisivos.
Yo te ofrezco la ceremonia de sangre
en el beso del vampiro.
No me pidas un cielo claro
y un sol radiante sobre el vuelo de las aves.
Te ofrezco el ulular del búho y la sombra gris del murciélago.
Escribiré poemas a los ojos grises de las ratas
y la figura escultural de la serpiente.
Te ofrendaré en sacrificio a todos los Dioses malditos,
y danzaremos juntos en el aquelarre lascivo
de la desnudez entrelazada.
Acariciaré tu piel con la fría certeza de la muerte
que acecha en cada sombra.
Apuñalaré tu destino con el destello metálico de los ojos
mientras mancillo tu sonrisa con el gesto infernal.
Te arrojaré a un Pandemónium de silencios escabrosos
y vomitaremos juntos sobre la miseria humana.
Te robaré el alma a cambio de la inmortalidad del bardo oscuro.
Vagaremos por el páramo, errabundos, fugitivos y malditos;
con los siete sellos sobre mi frente y tus pechos.
Comeré de tu manzana
condenándote conmigo al destierro de la noche.
Germinara en tu vientre la semilla del canto maldito
y darás a luz oscuridad poética.
En aquel portal, donde muere la esperanza
acunaremos sus sueños, calentados al aliento
de dos hienas y un coyote.
Junto al nido de la sierpe que aova pesadillas
tres nigromantes te ofrendaran:
Temor, azufre y sangre.
II
No esperes de mí aquel latido cierto,
mis ojos ya no brillan más que en aquella
niebla incandescente que acompaña fuegos fatuos
en el cortejo de la podredumbre.
No esperes el tiempo claro.
Es la hora crepuscular, aquella en que los colmillos
salen de sus cunas, voraces de sangre inocente
y entrañas de fuego.
Y yo soy aquella llama consumida
que va dejando el rastro incierto
de unas huellas digitales de ceniza
por aquel camino que conduce al destierro
de una tumba, y al calor del edredón de los gusanos.
Ahora mismo,
Toca el reloj la hora del buitre carroñero,
y mil depredadores se inclinan ante
aquel altar ofrendando vísceras sanguinolentas,
musculo y cartílago.
En esta hora,
la luna parece un siniestro cuchillo, ensangrentado
tras asesinar por siempre la luz.
Un harén de sierpes baila la danza de los siete velos
bajo el cubil del murciélago vampiro.
.
Un cortejo de ratas abre paso a los cuatro jinetes
Y truena sobre nubes negras
el galopar de los caballos malditos, sus cascos acerados
con el frío metálico de la muerte y la caja de pandora,
ahora vacía de aquella esperanza precaria,
llora la imprudencia curiosa que desató todos los males.
III
La lira toca a muerto,
en esta noche ensangrentada como el himen
núbil desgarrado.
Un ejército de cucarachas embiste la hoja de roble
con arietes de mediocridad maldita y ofrendas al gran gusano.
El cadáver de Apolo yace despojado, profanada su belleza,
vacio el carcaj de saetas, humillada su cabellera de oro,
desnudo y profanado ante aquella ninfa de laurel.
Es la hora de Pitón con sus desmanes y saqueos.
Sabandijas tributarias al servicio del gran reptil
reptan por la inocencia robando almas.
Las garras impúdicas de hienas y coyotes
desgarran la humildad para llenar sus palacios de oro
y riquezas empañadas de sudor ajeno.
Pitón, duerme en la cueva del oráculo,
satisfecha su codicia, su barriga escamada descansa
sobre el tesoro que un cortejo de ratas acolcha para su descanso
Del poemario Cantos Malditos

Petruvska Simne. Narradora y crítica literaria venezolana (Valencia, Carabobo, 1952). Ha trabajado como editora de la revista BCV Cultural y de las revistas Circunvalación del Sur, XI Festival de Teatro de Caracas y La Palabra Pintada, así como del suplemento cultural El Otro Cuerpo, del Ateneo de Caracas; la edición especial por el 61r aniversario del diario Últimas Noticias, y la mesa de redacción de El Diario de Caracas. Autora de la recopilación de crónicas Periodistas en su tinta (Alfadil, 2004), el libro de entrevistas Periodistas en la mira (Alfadil, 2004) y el libro de entrevistas a escritores ¿Por qué escriben los escritores? (Fundación para la Cultura Urbana, 2005).
