“Uno vuelve siempre a los viejos sitios donde amó la vida”, dice una canción entrañable que siempre toca mi corazón, cuando evoco ratos de complicidad y de alegría. A Salamanca he ido de diversas maneras y regreso a su luz dorada de una y otra forma. Lo he hecho desde la memoria y con la travesía. En el ir y venir que marcó mi adolescencia y juventud que aún perviven, Salamanca se me presentó en poemas y libros que se volvieron vivencias. En el colegio me enseñaron que Miguel de Unamuno escribió unos versos que hablaban de una ciudad universitaria de “piedras de oro”, que los estudiantes amaban y hacían propia. Muy adolescente, a Salamanca le seguí los pasos con un poema de Miguel Ramón Carrión, “El seminarista de los ojos negros”, en el que una salmantina enamorada de un seminarista me enseñó el significado de la nostalgia y de la espera. Especialmente, el de la espera.
Como universitaria, profesora o estudiante, supe que era la capital de la cultura y el saber, que en su emblemática universidad se tejían tiempo y conocimiento, que su hermosa Biblioteca Histórica albergaba los libros más maravillosos y quise, sin lograrlo, ser alumna en Salamanca y, aunque no lo fui, indirectamente he sido discípula al leer a muchos de sus autores, y hasta he sido profesora externa al dirigir alguna tesis doctoral.
De varias maneras he conocido y recorrido a Salamanca. He estado en ese inmenso abrazo que es la Plaza Mayor, he entrado a ese sagrado lugar donde conviven dos catedrales, la del siglo XVI y la del XVIII con su mezcla de estilos, he escuchado el resonar de las campanas, me he detenido frente a la casa de las Conchas, he entrado a la casa de Miguel de Unamuno, he caminado por el puente romano y he visto la luz del día iluminar sus piedras doradas. Como estudiante también supe de su rio Tormes y del Lazarillo, y que había un jardín en el que se encontraban Calixto y Melibea y donde era posible el amor. También allí he ido una y otra vez. En la memoria he regresado infinidad de veces a todos esos lugares, tantas que creo que no he logrado salir de escenarios emblemáticos ni de toda Salamanca. Ni adolescente ni joven imaginé que este sería un lugar mío, eso que llamamos mi lugar.
Al atravesar el espacio geográfico, después de volar más de diez horas para estar en algún octubre del alma, he estado cuatro veces, gracias a los encuentros organizados por Alfredo Pérez Alencart, y desde mi primera visita he sido capaz de disfrutar y vivir el asombro. Cada visita ha sido memorable, pero la más reciente, la de este octubre del 2024, no sé qué magia hubo, qué duendes llenaron de calor nuestros sentidos, cómo fue que todos los corazones resonaron en cada lugar. He vuelto a revivir la ciudad de la lengua y de tantos autores amados. Y, lo que es más bello, más vital, es saber que me he reencontrado con amigos de siempre y que gracias a la poesía he conocido nuevos amigos, y he sentido el sortilegio de sus palabras y el encanto de sus miradas, con la emoción más viva que puede iluminar la noche más oscura del alma. He vuelto a Salamanca sin haberme ido y estuve de nuevo en el Colegio Arzobispo Fonseca, la de los poetas y por primera vez tuve miedo del fantasma que se le apareció a Miguel Iriarte. Recorro el corredor de los relojes, me detengo en cada uno, e imagino el suceder del tiempo, cada hora, cada minuto, cada instante fugaz. Subo y bajo escaleras, miro el centro del patio, voy al comedor que nos reúne y oigo voces y sonrisas, veo rostros entrañables, converso con las jóvenes que nos atienden (con alguna no fui amable porque estuvo agria, y yo también, y lo siento). Camino por las calles salmantinas, voy al Liceo y esta vez llego a punto de empezar la inauguración, después de un viaje de nueve horas en tren desde Barcelona. Oigo a cada uno de los poetas, veo la alegría y emoción de Nidia Marina González con su premio Pilar Fernández Labrador y el entusiasmo del joven poeta Valentín Navarro con su accésit. Estoy en los solemnes salones del Ayuntamiento frente a esa magnífica Plaza Mayor y percibo la respiración honda y contenida de mis amigos Giovanna Benedetti y Omar Ortiz, al recibir el diploma que los acredita como Huéspedes distinguidos, y recuerdo mi emoción similar dos años atrás. Veo la alegría de Hugo Francisco Rivella y su contundencia al recibir la medalla de Fray Luis de León, y también me detengo en la alegría de los poetas homenajeados Pio E Serrano y José María Muñoz. Y alegran las palabras afectuosas y espontáneas del alcalde Carlos García Carbayo y la música de Martha Elena, su voz, su maravillosa voz. La vida en todas partes y la poesía también: en los colegios y los niños, en las pinturas de Miguel Elías, en las fotos de Luis Aguiar y José Amador. La vida es una fiesta, pienso, y en esos días no veo sus fracturas, solo la de Omar Ortiz, al día siguiente, camino a la Biblioteca Histórica. Lloviznaba.

Hermanamiento, hemos dicho todos, es lo que ha significado este encuentro XVII de poetas Iberoamericanos. Este encuentro de encuentros, porque allí estuvimos de nuevo los de Lima, los de Paralelo, los de años atrás… Tantos países reunidos en tan diversas voces, tanta fraternidad y tantos abrazos. Así lo acreditan las distintas crónicas surgidas y la amistad que se desborda. No quiero cerrar el año sin decir a Alfredo, a José Alfredo, al Comité asesor, a Pilar Fernández Labrador, a los poetas de todas partes que quiero verlos y verlas otra vez. Que habrá otra vez. Que lo que la poesía une no lo separa nadie.
Y quiero cerrar con la misma canción: “Uno se despide insensiblemente de pequeñas cosas (…) esas cosas simples que quedan siempre en el corazón”. Cada encuentro nos da hondas vivencias que persisten en el asombro. Y recuerden: uno siempre vuelve a los viejos sitios donde amó la vida. Uno no se va. Feliz año. Amistad. Poesía y paz.
***
LUZ MARY GIRALDO: Ibagué, Colombia. Profesora en la Maestría de Escrituras Creativas de la Universidad Nacional de Colombia. Tiene publicados libros de poesía, de ensayo sobre literatura colombiana y antologías de cuentos de narradores y narradoras colombianas, y de poetas iberoamericanas e hispánicas.
Entre sus libros de poesía: Caligrafía de la sombra (Medellín, 2024), Caza de sombras (Montevideo, 2019), De artes y oficios (Bogotá, 2015), Llévame como un verso –Poemas del exilio- (Bogotá, 2011), Sonidos en la luz (Medellín, 2010), Postal de viaje (Bogotá, 2004), Hoja por hoja (Bogotá, 2002), Con la vida (Bogotá, 1997); Camino de los sueños (Ibagué, 1981), El tiempo se volvió poema (Ibagué, 1973). Antologías: Como un centinela (Bogotá, 2022), Alfabeto de otros días (Bogotá, 2020), Il volto nascosto dell’amore (Roma, 2017, italiano-español), Canto de pájaros (Rumania, 2015, español, inglés, rumano, versión amplia http://www.bibliotecadigitalbogota.gov.co/ 2015), Diario vivir (Ibagué, 2012). Además de sus libros de poemas traducidos al rumano, inglés e italiano, es parcialmente traducida al francés, chino, portugués, turco, croata y aimara, y ha sido incluida en antologías de Colombia y del exterior.
Distinciones: Huésped Distinguido Ciudad de Salamanca (España 2022), Gran Premio Internacional de Poesía Academia Oriente-Occidente (Rumania, 2015), Premio Casa Silva de Poesía (Bogotá, 2013), Premio Internacional LASA-Monserrat Ordóñez (Colombia-USA 2012) por sus antologías de cuentos de autoras colombianas, Mención de Honor en Beca Nacional de investigación literaria (Bogotá, Idartes, 2003) por el libro En otro lugar. Migraciones y desplazamientos en la literatura, Mención Honorífica del Premio Internacional Ensayo Pensamiento Latinoamericano-Convenio Andrés Bello (2000) por el libro Ciudades escritas. Literatura y ciudad en la literatura colombiana, y Beca Nacional de Investigación, Ministerio de Cultura (1999) por La ciudad se escribe.
Homenajeada en VII Encuentro de Escritores y Lectores ‘Fuerza de la Palabra-Postal de Viaje 2022’ Chía- Bogotá-Gimnasio Moderno-XIV, Festival de la Imagen y la Palabra, UCEVA, Tuluá, 2022; XXVIII Festival Internacional de Poesía Ciudad de Bogotá (2020); II Encuentro Internacional de Poesía “Germán Cardona Cruz”, Tuluá (Valle, 2019) y III Encuentro Internacional de Poetas La Casa del Viento, (Socorro, Santander, 2019).


One thought on “Luz Mary Giraldo: ‘Vuelvo a Salamanca’, XXVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos”
Karen Ayala 03/01/2025 at 11:31 pm
Que hermoso relato de esos días sublimes, tenía que ser Luz Mary, señora de la palabra, que gran encuentro este «XXVII Encuentro De Poetas Iberoamericanos» en Salamanca