Luz Mary Giraldo: ‘Escribo para estar conmigo misma y con los otros’.
Entrevista de Petruvska Simne.
XXVII Encuentro de Poetas Iberoamericanos
ESTADO DE ALARMA
Reconozco el aire de la infancia en la cornisa
donde se posaban los pájaros que alimentó la abuela.
Ahora son tierra de miseria
costra sombría
formas torturadas
oscuridad y silencio.
Las puertas se cierran una detrás de otra como bóvedas
y nadie puede abrirlas con sus manos.
Yo intento abrirlas con mis letras.
Luz Mary Giraldo
En cada uno de los libros escritos por la poeta colombiana Luz Mary Giraldo están presentes los temas que desde siempre han inquietado al ser humano: la memoria y el olvido, el amor y la muerte, la soledad y la brevedad de la vida, pero los aborda buscando la manera de encontrar siempre la palabra precisa, el punto de vista agudo y necesario, y también la musicalidad conmovedora y desafiante.
Esa manera de abordar la poesía recuerda lo dicho por el poeta Joseph Brodsky, en su discurso de aceptación del Premio Nobel de Literatura, en 1987, “Quien escribe un poema lo escribe sobre todo porque la escritura de versos es un extraordinario acelerador de la conciencia, del pensamiento, de la comprensión del universo. (…) Un poema, nos invita a una conversación íntima y entabla con cada uno de nosotros una relación directa, sin intermediarios”.
Leer un poema es una conversación directa con el poeta y con nosotros mismos como lectores, retroalimentando sensibilidades, sentimientos y puntos de vistas.
Poetas y críticos han comentado y estudiado la poética de la Giraldo, por la que ha obtenido premios y reconocimientos dentro y fuera de su tierra natal. Como, por ejemplo, lo escrito por la poeta, colombiana, Lucía Estrada: “en lo poético, Luz Mary Giraldo, sabe eludir las viejas trampas, las fórmulas que lo desdicen más que invocarlo”. (…) “Es decir, en su trabajo encontramos una arqueología personal que somatiza la poesía tocando todo aquello que es inescrutable: desde las trampas del amor y la ausencia, la reflexión sobre la palabra misma y su destino. Es una puerta que se abre para mostrarnos el lenguaje como un cielo recobrado”.
También la poeta, nacida en Colombia, Luz Helena Cordero Villamizar señala: “con su voz de «escalofrío y agonía», aunque potente, con su modo de poner en cuestión, lejos de lo lastimero, crea imágenes que traspasan el cascarón de la tibieza”. El poeta ecuatoriano Raúl Vallejo, expresó sobre su poesía: “Siempre presente en los textos de Luz Mary, la música atraviesa su poesía como un elemento que no es decorativo, sino parte sustancial de su mundo poético”. Y Rafael Grillo, poeta cubano, en su página web Isliada, escribe: “Su poesía, ensayos y críticas literarias reflejan una sensibilidad excepcional, una comprensión profunda de la literatura y un compromiso con la exploración crítica de la experiencia humana. Su legado literario es una contribución valiosa y duradera a la cultura colombiana y a la literatura en general”.
Luz Mary Giraldo (Ibagué, Colombia, 1950). Poeta, ensayista, antologista y profesora universitaria. Ha publicado antologías de literatura para niños, antologías de cuento de autores colombianos y de poetas hispanoamericanas y españolas, y diversas valoraciones sobre múltiples narradores colombianos y varios libros de ensayo sobre literatura colombiana. Ha recibido el Gran Premio Internacional de Poesía Academia Oriente-Occidente (Rumania, 2013); mención honorífica en el Festival Noche de Poesía en Curtea de Arges (Rumania, 2016); el Premio Internacional LASA-Monserrat Ordóñez (2012) por las antologías Ellas cuentan. De la Colonia a nuestros días (1998) y Cuentan. Narradoras contemporáneas (2010, 2013); el Premio Nacional de Poesía Casa Silva «La Poesía como una Casa» (2011); mención de honor en el Premio Internacional de Ensayo Convenio Andrés Bello (2000) por su libro Ciudades Escritas, que fue beca nacional de Literatura del Ministerio de Cultura (1999); y mención honorífica en investigación por el Instituto Distrital de Cultura (2004). Ha sido jurado del Premio Juan Rulfo de Literatura hispanoamericana y del Caribe (hoy Premio FIL de Literatura en Guadalajara), del Premio Víctor Valera Mora de poesía en Caracas entre otros.
Es autora de los poemarios El tiempo se volvió poema (Ibagué 1974), Camino de los sueños (Ibagué 1981), Con la vida (1997), Hoja por hoja (Bogotá 2003), Postal de viaje (Bogotá 2004), Sonidos en la luz (Medellín 2010), Llévame como un verso –poemas del exilio– (Bogotá 2011), De artes y oficios (Bogotá 2015) y Caza de sombras (Montevideo 2019); y de las antologías Diario vivir (2012), Canto de pájaros (Rumania, Academia Oriente-Occidente, 2015, edición trilingüe en español, inglés y rumano, e Il volto nascosto dell’amore (español e italiano, edición de Alessio Brandolini y Martha L. Canfield, Roma, 2017).

– ¿Qué es lo que recuerda de la casa de su infancia?
Mi memoria conserva varias casas que me llevan a la infancia. Por una parte, la enorme casa de los abuelos, en un pueblo cafetero llamado Fresno, donde pasábamos entrañables vacaciones con primos y primas de todas las edades. Recuerdo su arquitectura de la colonización española con amplias escaleras y corredores con barandales coloridos, macetas llenas de flores y balcones que daban a la calle principal, a los que en la infancia y la primera juventud nos asomábamos varias veces al día a ver pasar la vida. La abuela tenía jaulas con pájaros a los que les hablaba y silbaba, y a sus nietos nos contaba cuentos, como si fueran sus propias experiencias. Con el paso del tiempo vine a saber que salían de las Mil y una noches o los cuentos de Andersen y de los hermanos Grimm. Esa casa aún existe, habitada por una tía que conserva hasta los muebles de a época y, aunque ha cambiado un poco, la he vuelto ver, no sin nostalgia.
La casa de mi núcleo familiar, la de mis padres y hermanos, también era grande con alcobas que rodeaban el patio central y un jardín interior con algunos árboles, entre ellos aguacates, guayabos y mangos. De esa casa vienen unos versos de Caligrafía de la sombra, mi libro más reciente: “mi casa era la infancia/ y para sonreir me subo a un árbol de guayabas/ elevo cometas con mi hermano/ juego bolitas de cristal que brillan en mis ojos/ o recojo aguacates en el patio (…) “Era la infancia, digo/ y aprendo a deletrear/ a subir y bajar las escaleras/ a darle vueltas al insomni”. Era en Ibagué, una ciudad intermedia de clima templado, reconocida como la “Ciudad musical de Colombia”. Jugábamos en las calles y en los parques al llegar del colegio con los niños vecinos, pues la vida transcurría entre las horas escolares, los juegos en casa con los hermanos o la socialización callejera. Vivimos en otras casas, y de ellas recuerdo jardines florecidos que mi madre cuidaba, una biblioteca para todos y un piano. Mi padre era el organista de la Catedral y gracias a su gusto por la música clásica y al espíritu de la ciudad, inscribió a sus hijos en el Conservatorio de Música del Tolima a aprender algún instrumento. De los cuatro hermanos sólo dos estudiamos teoría, piano y canto, que lastimosamente dejamos a un lado al terminar bachillerato y viajar a estudiar en la universidad de Bogotá. Mi casa se extendió a algunas calles y parques que formaron parte de mi territorio personal, y a determinados lugares emblemáticos, como ese Conservatorio, donde pasé muchos años y llega de una u otra manera a mi poesía en imágenes de las golondrinas que salían y entraban a la sala de conciertos, y que sentía como notas musicales en el pentagrama: corcheas, fusas… A esto agrego unos árboles muy vistosos e inspiradores de pinturas y bambucos: los cámbulos, los gualandayes y los ocobos, que florecen en determinada época de año: los cámbulos con flores de color anaranjado, color lila las flores de los gualandayes y rosadas las de los ocobos. Cuando florecen en Ibagué, se habla de “una sinfonía de colores”.
Pero no todo fue alegría. Yo crecí y he vivido en un país en guerra. La violencia también marcó mi infancia con las beligerancias de los partidos politicos tradicionales, que desangraron al país desde mitad de siglo XX hasta comienzos de los sesenta. Después cambiaron los actores y la violencia se extendió a las ciudades con variantes ciegas que no se han terminado y confluyen en lo que hoy se conoce como conflicto armado, que incluye la de guerrilleros, paramilitares, narcotráfico, delincuencia común y agentes del estado. La de medio siglo se gestó en la ciudad y se desató en el campo, repercutiendo en pueblos y ciudades y afectando la vida cotidiana. Las noticias hablaban de muertos, de asaltos, de enfrentamientos, de situaciones peligrosas. Precisamente para ir de visita donde los abuelos había que viajar por carreteras donde podría ser asaltado por los bandoleros. Eso generó miedos y marcó mi infancia, así como las siguientes han ido marcando también la de mis hijos y la de mis nietos. Así que mi casa, mis casas en mis ciudades y mi patria, llegan siempre a mi memoria y se quedan en mi poesía con lo grato y lo luminoso, pero también con los miedos, las ausencias y las muertes.
– ¿Quiénes eran sus padres? ¿Qué aprendió de cada uno?
Mis padres eran de Fresno, se casaron jóvenes, él de 24 años y ella de 16. Tuvieron cuatro hijos, dos hombres, dos mujeres. Ella era una mujer alegre y festiva, papá era más serio, reflexivo y pragmático. Había sido seminarista y tenía una muy destacada formación humanística, conocía a los clásicos, le gustaba la poesía, sabía griego, latín, francés y algo de inglés, escribía pequeñas reflexiones poéticas, era además un músico de oído absoluto que tocaba piano y órgano y con unos amigos intérpretes de distintos instrumentos, formó un pequeño grupo musical para amenizar con música clásica diversas celebraciones. A pesar de su pasión musical, fue gracias a su profesión como contador público que sacó adelante a su familia. Era un religioso de pensamiento liberal, convencido de la función de la mujer en la sociedad, así que no sólo puso a mi mamá a terminar sus estudios, sino inculculcó a sus hijos la importancia de una formarción profesional para ser defendernos en la vida, y a las mujeres para ser independientes. Mi madre fue durante mucho tiempo ama de casa y luego comerciante con un gusto exquisto por lo bello, la moda y la decoración, lo que aprovechó en un almacén de ropa y objetos decorativos que animaron sus últimos años. A él le debo, además de mi disciplina, mi inclinación humanística y musical, y a ella, sin duda alguna, el placer por la belleza, que inicialmente aprendía no sólo con la moda y determinadas obras de arte, sino con las letras de algunas canciones de mi formación sentimental (y de la de ella, supongo), en las que me hacía notar de manera inocente giros y figuras literarias, que más tarde reconocí en los lenguajes e imaginarios de la poesía modernista. Curiosamente, ambos querían que yo fuera escritora o pianista.
– ¿Conserva alguno de los libros que leyó cuando era niña?
He conservado una cartilla cuyo título siempre me ha parecido hermoso: La alegría de leer, que he modificado para decir “la alegría de escribir”. También Las Mil y una noches. Ahí están los primeros cuentos que me empezó a regalatr mi papá desde que aprendía a leer y a garabatear.
– ¿Quién leyó sus primeros poemas? ¿La alentaron a seguir?
Yo escribía poemas en el colegio, como a los 12 o 13 años, con una compañera de colegio. Respectivamente nos elogiábamos. Recuerdo que eran rimas sobre el paso del tiempo. Más adelante, mi papá leyó nuevos textos, unas prosas poéticas, recuerdo que el tema era un ir caminando bajo la lluvia y logró que me las publicaran en un periódico local. Ese fue el colmo del estímulo y una enorme exigencia para mí. Mamá aplaudió entusiasmada. Todavía veo sus sonrisas de satisfacción. Sentí que no podía quedarles mal.
– ¿Cómo fue el proceso de publicar su primer libro? ¿Reunió los poemas que tenía escrito o escribió especialmente para ese libro? ¿Fue difícil encontrar la editorial?
Tuve la fortuna de ser discípula de un par de profesores en la Universidad Javeriana, cuando estudiaba Filosofía y Letras, cuyas enseñanzas y su estímulo a mi creación fueron definitivos: Giovanni Quessep y Martha Canfield. Giovanni es un gran poeta, muy discreto, publicado en grandes editoriales, entre ellas Fondo de Cultura Económica en México, Galaxia Gutemberg en España y Fili d’Aquilone en Italia, formador de una enorme cantidad de poetas y amantes de la poesía, que bien merece ganarse el Cervantes o el Reina Sofía. Martha, uruguaya nacionalizada en Italia, poeta, ensayista, traductora y profesora universitaria, ganadora de varios premios y también formadora de notables escritores e intelectuales.
Ya haciendo mi especialización en Literatura, Giovanni se enteró de mis escritos dispersos en cuadernos y papeles y me pidió verlos. Le entregué con mucha inseguridad mis escritos y empezó a seleccionar: este sí, este no, este necesita trabajo, en fin, hasta que quedó un pequeño corpus que me sugirió publicar con el título El tiempo se volvió poema. Es un libro que quiero mucho: fresco, reposado, existencial como puede ser uno a los veinte años. Mi papá buscó su publicación en una tipografía de Ibagué. Tuvo muy buena recepción varias reseñas estimulantes. Martha Canfield hizo muy buenos comentarios sobre la construcción poética, y los poetas colombianos Jaime García Maffla y Augusto Pinilla escribieron artículos muy elogiosos sobre la temática del tiempo y el sentido de la sugerencia.
– ¿Podría señalar un poema o un poemario con el que esté realmente satisfecha?
La verdad, tengo unos libros publicados que me hoy me convencen: Con la vida, Casa de sombras y mi más reciente Caligrafía de la sombra.
– ¿Escribe sobre algún tema recurrente o se basa en lo que siente día a día?
Ha sido recurrente el tema del tiempo desde lo existencial y el pasar de la vida, y la meditación sobre la memoria. Revisando mis libros para una antología que preparo, noto que las guerras propias y ajenas ocupan su lugar.
– ¿Reescribe sobre una idea primigenia o bota lo que no le gusta y vuelve a empezar de cero?
Generalme borro, tacho, destruyo, lo que no logro comunicar.
– ¿Ha reescrito algún poema que haya guardado en su adolescencia?
He intentado reescribirlos y no se ajustan ya a mi manera de sentir o de decir.
– ¿Qué libro le regalaría a alguien que quiera conocer Ibagué o Bogotá?
He preparado varias antologías de cuento y poesía de autores y autoras del país y del exterior. Si quiero que se conozca parte de mi territorio y sus experiencias, creo que las antologías son muy ilustrativas: no solo hay nombres de autores, sino temáticas, estilos, visiones de mundo y de época. Eso regalaría y he regalado. Creo que, a través de la experiencia creativa, en este caso narrativa o poética, puede darse a conocer un territorio y lo que ello implica.
– ¿Qué libro suyo recomendaría a un lector de poesía?
Como creo que las antologías pueden dar una idea general de un autor, de una época, una cultura o un páis, en mi caso hay algunas que si bien no alcanzan a incluir poemas de mis libros más recientes, recogen gran arte de mi obra. Alfabeto de otros días (2022) tiene comentarios de diversos autores sobre mis diferentes libros y fue publicada como homenaje por revista Ulrika y el Instituto Caro y Cuervo; Como un centinela (Seshad, 2022) puede leerse de manera virtual; en español e italiano, Martha Canfield y Alessio Brandolini prepararon y tradugeron poemas de cuatro libros y algunos inéditos: Il volto nascosto dell’amore (Roma 2017) y en español, rumano e inglés, publicada con motivo del Gran Premio Internacional de Poesía Noches de Cuertea de Arges: Vremea păsărilor La hora de los pájaros (Rumania, 2015). Si alguien quiere saber, recomiendo mi libro más reciente, ya mencionado.
– ¿Tiene algún libro al cual recurre invariablemente a lo largo de su vida?
Tengo autores a los que regreso y acompañan mi escritura: César Vallejo, Juan Gelman, Blanca Varela, Eugenio Montejo, Gonzalo Rojas, Idea Vilariño, Daisy Zamora, Diana Bellesi, entre latinoamericanos. De otros países: Giuseppe Ungaretti, Adam Zagajewski, Michel Ondaatje, Marina Szvietáieva, Chantal Maillard.
– ¿Las redes sociales la abruman? ¿Le quitan tiempo? ¿Piensa que son negativas para los más jóvenes?
Pueden ser útiles sin exceso y quitan tiempo porque atrapan. En muchos casos es la democracia narcisista y esa necesidad de exhibirse me parece triste.
– ¿Qué le da miedo?
La Inteligencia artificial que pueda reemplazar al ser humano y la violencia, las guerras, me dan terror.
¿Cuéntenos un poco cómo se sintió en la ceremonia donde la honraron como Huésped Distinguido de la Ciudad de Salamanca?
Fue para el Encuentro de Poetas Iberoamericanos del 2022. Me llegó una carta comunicándome que me querían declarar Huésped Distinguida de la Ciudad de Salamanca. Pensé en el significado de ese entrañable lugar que además es Patrimonio de la Humanidad. ¡¡¡No lo podía creer!!! Que esa ciudad de la cultura y los saberes me honrara de esa manera, era inesperado para mí. Tuve que respirar hondo para asimilar la noticia y la emoción. Cuando miro el diploma firmado por “Carlos García Carbayo, alcalde-presidente del Excelentísimo Ayuntamiento de la Muy Noble y Leal, Hospitalaria y Caritativa, Muy Culta Docta y Sabia Ciudad de Salamanca (…)” el 13 de octubre de 2022, no me cabe el corazón en el pecho. ¡¡¡Es una gran responsabilidad!!! La ceremonia fue hermosa, afectuosa, sería, llena de vitalidad y de la compañía de los poetas. Alfredo Pérez Alencart ahí junto al alcalde y otros poetas homenajeados y con Federico Diaz Granados, que también recibió la misma distinción. Inolvidable.
En este link se pueden leer las palabras de la poeta Luz Mary Giraldo al recibir la distinción:
https://tiberiades.org/?p=7318&fbclid=IwY2xjawH3MmlleHRuA2FlbQIxMAABHYZs-exDyY8iwRkStY9atxzWkan9oZ1QznM_H26kvW8BVIoib-bcLZoBag_aem_ybZoAEO1WQU8-SLqcqpBXw
– ¿Por qué escribe?
Escribo para estar conmigo misma y con los otros. Tengo dos formas de escritura: el ensayo y la poesía. Mis ensayos analizan y reflexionan sobre escrituras ajenas y la poesía medita sobre la vida. Creo que escribir, sobre todo poesía, es una forma de meditación, de estar en soledad con el universo y sus complejidades. Lo hago por necesidad de comunicación, porque así como la lectura ayudan a hacer memoria y a conocer el mundo y así mismo, la escritura también es una forma de conocimiento y exploración de la realidad y de los otros. Necesito ponerme en el lugar del otro, hablar de los otros y con los otros; creo que así me encuentro conmigo misma.

POEMAS
COMO UN CENTINELA
La vida por siempre dando vueltas
y como un centinela la muerte en los rincones
llama en silencio con todo y sus gerundios:
gato lamiéndose despacio
perro ladrando en la mitad del sueño
pájaro cantando al comenzar el día
mientras tejen su tela las arañas.
Golpea el viento
apaga la luz en la ventana
se escucha la zozobra
y el silencio recoge expectativas.
Parpadean los hilos del asombro
y entre la soledad de un pájaro
oigo distintas formas de alegría:
pequeñas cosas que pasan en la casa.
POEMA CON GATO
… como una divinidad desdeñosa.
Jorge Luis Borges
Como el gato
el poema se niega a la caricia.
Juega
camina caprichoso
busca el lugar más elevado
salta
rechaza el sitio inhóspito
desciende
husmea
escarba
aleja la carroña
las cenizas
deja en silencio la soledad
y encuentra la palabra.
LA HORA DE LOS PÁJAROS
Inasible y costurera
la palabra
cubre con tela engañosa
la herida de la noche:
juega a la libertad o sueña la ventura.
Como eterna Penélope
teje la túnica de todos
deshilvana el secreto de la espera
hasta inventar un nuevo rostro
o un espejo sin nombre.
Inasible y costurera
oye pasar el viento
fatigado por los pájaros.
VENDIMIA
Y de mi vivir me siga asombrando
Ana Blandiana
Llegará el día de recoger la cosecha y seleccionar frutos.
Nos miraremos de frente y sabremos cuán dulce
o cuán amargo
fue el sabor de la vida entre las páginas.
Llegará la hora de pedirnos cuentas
o saborear el vino de la tarde.
Veremos que llegó el otoño
y la historia subió paso a paso la escalera
o bajó uno por uno los peldaños.
Sabremos que el viento vino a sacudir las hojas
o a quebrar el tronco o nuestras ramas.
Entenderemos que medimos flaquezas
y estuvimos vivos.
Tal vez nos abracemos sin decirnos nada
y pensemos que valió la pena
que no nos sorprendió el invierno
que estuvimos juntos en primavera y en verano
que todo estuvo a la altura de los cuerpos
o en la debilidad de los corazones.
Los dioses dirán que no pasamos de largo
por ninguna estación.
Tal vez nos miremos a los ojos
y con las manos en el pecho
aceptemos que la vida tejió hondas cicatrices
el bucle de las nubes en algún cielo perdido
borrones y certezas
y la pasajera felicidad.
Tal vez cerremos el libro donde instalamos las palabras
y comprendamos que en el fin del mundo
siempre hay un abrazo nuevo.
Tal vez no existan peldaños o ascensores
pero levantaremos la mirada
y brindaremos
por lo vivido
y lo que no.
LA MESA SERVIDA
¿Quién tiende mesas para la gracia
de inútiles migajas?
Ida Vitale
Madre ponía las tardes de domingo
un corazón en el centro de la mesa
macetas con geranios en el patio
y la música subía las paredes:
aves de fiesta.
Los hermanos sentados en un lugar cualquiera
padre y sus Cantos Gregorianos
el Ave María ahoga los ojos de mi madre
se escucha en el piano Malvaloca
el sol se eleva en el viejo diccionario:
cae y se levanta en la vida
en la vida que se levanta y cae.
Las tardes de domingo eran de fiesta
madre ponía un corazón
los platos llenos.
OLVIDO
Vaya usted a saber si cuando el tiempo pase
alguien recordará las noches llenas de estrellas
sin pedir un deseo.
Tal vez despierte la vida arrumada en la memoria
con la foto que naufragó en el rio
y evoque la música de quien cantaba como si fuera dios.
Vaya uno a saber si el tiempo perdió su paraíso
cuando descolgó el vacío de la nada
y trajo el miedo enredado en cada una de las letras.
La memoria llama al silencio ahogado por la lluvia
y escucha el aullido de los lobos o el esqueleto de pájaros chillando.
Vaya usted a saber si después de tanto grito
y tanto peregrino con trajes raídos y zapatos rotos
aprendió a limpiar sus lágrimas y las de sus hijos
y desdibujó la mueca de sus labios para volver a sonreír.
Vaya usted a saber cómo se dice olvido
con la boca llena de tierra.
