Poemas de

Salaam Sadeq: ‘El poeta muere en los espejos y renace en los laberintos’ y otros poemas traducidos por Abdul Hadi Sadoun

El poeta muere en los espejos y renace en los laberintos

Mírenlo,
se detiene con pesadez,
lo sacude el viento,

y él lo amenaza con un dedo tembloroso.
Anhela vagar libremente
para desenterrar el legado de las aceras.
Desconfía de todo,
incluso de la tierra y de las polillas de los libros.

Apaga su última vela,
pues ha comenzado a temer a sus propias sombras,
como si estuviera fuera de este mundo,
aunque permanece en su habitación de 3×3.
El espacio reducido extiende la geografía de su desasosiego.
Cruza el terreno de la duda en sí mismo
hacia una distancia cercana a su tumba.

Sus pasos se desbordan en la oscuridad,
interrogando a las piedras sobre los tropiezos
que ha acumulado desde la plenitud de su primavera
y la primera temporada de su lozanía.

Vacía sus copas aburridas de vigilia,
una tras otra,
y tararea para sí mismo una canción
sobre una paloma que perdió la torre de la casa
y construyó su nido sobre las palmeras.
Estaba solo, así que compartió con su soledad el asiento.

Fue engañado por luchas y capas apiladas,
por amistades que se pegaron a su piel como llagas,
que rasgó con el filo de su aislamiento,
dejando cicatrices negras en su pasado
dignas de una tumba solitaria
a la que su dignidad rinde tributo.

Incluso su gata rubia lo abandonó
y huyó lejos,
mirando de lejos su destino incierto
y el suyo, arrojado entre cuatro ruedas.

Pero regresa a reconciliarse con su obscuridad cada noche,
respondiendo a las súplicas de su insomnio.
Enciende su media vela
y abre un libro que ya ha sido olvidado
hasta desgastarse.
Lee un capítulo sobre el lamento de los espejos,
escrito por un hombre ciego,
traicionado por sus propios ojos
hacia una oscuridad que esclaviza su alma.

Así, separó al mar de sus ninfas
y casó la luz
con la dureza de los caracoles.
Era Borges de la visión interna,
guiando el mar hacia su ceguera,
cuando los astros dejaron de exhibir su desnudez en las costas,
revelando su alianza secreta con la arena,
como un monarca atrapado con una corona robada
y un poema más caro que la dote de una princesa,
con tronos, palacios, ansias de tango,
y un misterio resguardado entre muslos.

Mete la mano en su bolsillo
para que nadie se la arrebate,
y con la otra empuña su bastón,
con el que ahuyenta sus cuatro direcciones.
Entonces lo golpean nubes ásperas,
abriendo una herida en la frente de su luna silenciosa.
Todas las heridas se convierten en lenguajes,
y su oscuridad sangra, con la cabeza inclinada,
sus pasos aplastados por la sangre.

Se asusta con los árboles, como si
quisieran huir lejos,
dejando sus sombras aterradas sobre sus ojos.
Pero no tarda en sonreírles, pidiendo disculpas
por su larga fascinación
con las palmeras que tocan las campanas del verano
y tiñen sus pestañas de polvo.

Les ofrece la munición de su alma,
tres metros de tierra y penumbra,
y un grito que la tumba repite,
como si fuera su última habitación.
¿Qué diferencia hay entre la tumba y la habitación
en el eco que devuelven
y en el abrazo de la soledad?

Poemas

1.En el parque caminan dos hombres ancianos

En el parque caminan dos ancianos
con espaldas encorvadas como signos de interrogación.
Conversan en lenguaje de señas.
Parece que durante años tradujeron el silencio del lugar,
y hoy han venido a apoyarse en él.

2. Forjé calma con restos de una montaña

Forjé calma con los restos de una montaña,
una locomotora con los años de fatiga,
y un niño con doce heridas en mi alma.
Luego, entré al túnel.

3. Si no eres el amor

Si no eres el amor,
eres algo que se le parece
y también causa dolor.

4. Como los pequeños viajeros nocturnos

Como los pequeños viajeros nocturnos
que rompen en llanto,
ya sea por el cansancio o en señal de protesta,
porque solo aman los pequeños barcos
y las cometas,
y los besos rápidos de la mañana antes de ir al jardín.
Te sientas junto a mí, con tu rostro hacia la ventana,
apartas tu mirada de la mía,
tratando de esconderte dentro de ti misma por un instante.
Pero, a pesar de ello,
te veo con claridad,
cómo te deslizas entre varios mundos fuera de mi galaxia.
Mientras tanto, la hierba del inicio del otoño
acuna  los insectos pequeños
para un sueño profundo
tras haberlos asustado el silbido del tren.

5. ¿Por qué no puedo ver la noche sin tus sombras?

¿Por qué no puedo ver la noche sin tus sombras
para liberar en su oscuridad los caballos de mis deseos?
¿Por qué no puedo respirar la noche sin tu aliento,
que ruega al amanecer un balcón de menta
y rocío en el jardín?

6. Nos encontraremos en un aeropuerto extraño

Nos encontraremos en un aeropuerto extraño,
tras un cristal,
o a través de un hueco menudo en una cerca.
Este tiempo desconfiado
bebe la sangre de la distancia
y deja en ella la niebla de la ausencia.

7. Algunos de nosotros olvidan lo que marca el tiempo

Algunos de nosotros olvidan lo que marca el tiempo,
otros eligen olvidar los nombres.
Una seda áspera de excusas,
espejos arañados por la tristeza de los ríos.
Exilios de nieve y vacío,
¡gira la molienda y se esparcen los restos!

8. La plaza se quita el reloj de la muñeca

La plaza se quita el reloj de la muñeca,
el feto del tiempo patalea en su vientre.
Para los borrachos, es la hora de vomitar;
para los marcados por el insomnio,
los perros fieles les hacen compañía,
liberándolos de decir un simple “Hej”.
Los transeúntes llevan zuecos de madera,
¿corre sangre por las venas de sus pies
que les indique lo escarpado del camino?
La vendedora de flores ha perdido el sentido del olfato,
¿qué hace con su nariz si no alcanza debajo de su axila?
El agua de la fuente está oxidada,
y las flores que la rodean se han contagiado de cobre.
Mientras tanto, me adentro en mí mismo,
de un lado al otro,
mendigando en la acera silencio y aire puro,
solitario como un espantapájaros
plantado en el viento del azar,
sin necesidad de asustar a nadie.
Mi lucha no es contra los pájaros,
sino contra aquello que
los hace volar lejos
sin saber su destino
o la temporada de su migración.

9. Las citas me asfixian

Las citas me asfixian,
y me sofoco en la caótica coincidencia.
A veces no recuerdo los rostros
si no es en espejos agrietados,
donde se acumula la ausencia
y el brillo del lugar se apaga.
Permanezco solo,
como un gitano que no sabe cantar.
Me preguntan la hora,
señalo mi muñeca.
Me preguntan por el camino,
señalo la pared de enfrente.
Y cuando no entienden mi soledad,
me señalo a mí mismo
con un dedo que nunca yerra la brújula del alma.

Poeta y escritor iraquí, pasó la mayor parte de su vida en el exilio. Reside desde hace décadas a un paso del Círculo Polar Ártico. Completó su formación universitaria en Bagdad, en la Facultad de Derecho y Ciencias Políticas, y continuó sus estudios en España y Suecia. Trabajó en la prensa progresista iraquí durante la segunda mitad de los años setenta. Abandonó Irak de manera clandestina a finales de los años setenta. Entre sus obras publicadas se destacan: Sueños privados, Pesadillas para todos (poesía), Iconos desnudos (poesía), Países alados (poesía), Lo que puede revelarse sobre la relación de mi padre con Kafka (relatos), El laberinto de los tiempos (poesía en sueco), y manuscritos preparados que esperan ser publicados; Lo que no se ha dicho, Un ángel para cada mujer, y la novela una lira para cada hombre.

Los poetas Abdul Hadi Sadoun y Leopoldo ‘Teuco’ Castilla, en los Encuentros de Poetas Iberoamericanos – Salamanca



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